En un Madrid imposible de atascos monumentales, riadas de viandantes y ambiente prenavideño, el Café Berlín se convirtió este viernes en un refugio, en un oasis para melómanos, con la actuación de Grandbrothers. El dúo germano-suizo de piano y electrónica compuesto por Erol Sarp y Lukas Vogel venía de actuar la noche anterior en la sala Razzmatazz de Barcelona, y este sábado lo harán en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, antes de poner rumbo a Portugal y a la India.
Hemos visto en no pocas ocasiones la combinación de piano con música electrónica, pero la propuesta de Grandbrothers adquiere personalidad propia porque se basa en sacar al instrumento rey todas sus posibilidades sonoras. “Del cerdo, hasta los andares”, dice la expresión popular. Sarp y Vogel hacen lo mismo con el piano de cola: lo aprovechan absolutamente todo. No se limitan a usarlo de manera convencional —esto es, las teclas accionan los macillos y estos golpean las cuerdas—, sino que todo lo que uno oye, desde los patrones de percusión hasta los rellenos ambientales, procede originalmente del piano.
La combinación de piano con música electrónica de Grandbrothers se basa en sacar al instrumento rey todas sus posibilidades sonoras
Para ello usan un sistema de martillos y micrófonos colocados en distintos puntos del instrumento que golpean las cuerdas y las partes de madera y de metal del instrumento, todo ello controlado mediante un innovador software. Estos sonidos ‘alternativos’ del piano pasan después por la ‘mesa de operaciones’ de Vogel, repleta de secuenciadores y procesadores de efectos. “Para nosotros es interesante tener la limitación de usar solo el piano como fuente de sonido”, afirmó Vogel tras explicar brevemente al público este proceso.
Con ese agradable ambiente íntimo de las salas pequeñas (habían agotado las entradas pero el aforo máximo del Café Berlín es de 250 personas), el concierto comenzó con una nebulosa de notas de piano y elementos de percusión que gradualmente fueron tomando cuerpo y acompasándose hasta encajar armónica y rítmicamente, y sincronizándose con una sobria pero efectiva escenografía de luces. Y entonces llegó ese momento tan esperado en toda actuación de música electrónica: la entrada del bombo, ese latido atávico que eleva el espíritu y nos conecta con el resto de la tribu y con algo misterioso y ancestral.
Durante la siguiente hora y media, el dúo fundado en Düsseldorf en 2011 interpretó las mejores piezas de su repertorio, que se compone hasta la fecha de tres álbumes (Dilation, 2015; Open, 2017; y All the Unknown, 2021).
Casi todas las composiciones de Grandbrothers juegan con armonías sencillas, melodías de piano delicadas, bucles polirrítmicos hipnóticos y algunos golpes de percusión contundentes. El resultado es una música emotiva, para escuchar con los ojos cerrados en la pista de baile.
Con una influencia clara del minimalismo de Philip Glass, Michel Nyman y compañía (algo habitual en las propuestas que combinan piano con electrónica), la música de Grandbrothers tiene un componente cinematográfico, y también orbita cerca de esa electrónica con querencia por los sonidos orgánicos, étnicos y/o inspiradores, como son los casos de Kiasmos, Gidge, Four Tet, Christian Löffler o Bonobo (este último, por cierto, actuará el próximo 6 de diciembre en la sala La Riviera de Madrid y el día siguiente en la Razzmatazz de Barcelona).