Recala en el Teatro de la Zarzuela de Madrid un gozoso sainete del Sorozábal maduro, pasados ya los años de gloria y plenitud en los que nacieron obras maestras del género, partituras ambiciosas como La tabernera del puerto, Katiuska, Adiós a la bohemia o La del manojo de rosas, habituales en el mismo escenario de la calle de Jovellanos. Se trata de Entre Sevilla y Triana, con libreto de los dos Luises, Fernández de Sevilla (precisamente) y Luis Tejedor Pérez, estrenado en el Price madrileño en 1950. Es una obra menor pero jugosa en la que encontramos lo mejor del arte del músico, ya de vuelta de casi todo.
El propio compositor hablaba así de este sainete: “Se trata de una obra de carácter muy popular, de un andalucismo convencional. Lo hice seguramente pensando en Buenos Aires, recordando el éxito de las zarzuelas de ambiente español. Mi mujer, Enriqueta Serrano, que era catalana, temblaba al tener que encarnar el papel de la andaluza Micaela, pero el público la aplaudió a rabiar. Su gracia innata se impuso, tanto bailando como cantando sus números”.
En esta revisión, que emplea el montaje que levantaron hace unos años en colaboración con el Teatro Arriaga de Bilbao, los Teatros del Canal de Madrid y el Teatro de la Maestranza de Sevilla, se cuenta con algunos de los artistas que estuvieron presentes en aquella ocasión empezando, en la parte de Reyes, por la soprano extremeña Carmen Solís, una lírica plena bien asentada, de excelentes medios, timbre argénteo, vibrato justo y extensión suficiente. Es hábil en las coloraciones expresivas y actriz más que cumplidora.
Indudable lucimiento
A su lado el penumbroso tenor vizcaíno Andeka Gorrotxategi (José María), protagonista hace unas semanas en Real de La bohème, que también figuraba en aquellas representaciones. Su romanza Tú qué sabes del cariño, popularizada, hasta cierto punto en su día por Alfredo Kraus, es una pieza valiosa que proporciona indudable lucimiento. Aparecen escoltados en esta oportunidad, en repartos alternativos, por la soprano andaluza Berna Perles, de suaves sonoridades y anchura más que notable, de emisión muelle y natural, y por el tenor Alejandro del Cerro, de agudo penetrante y canto por derecho.
Dos sólidos barítonos, Ángel Ódena, ancho, contundente, ya muy rodado en los papeles más diversos, y Javier Franco, viril, de buen y agradecido metal, fraseador inteligente, encarnan a Fernando. Vienen rodeados por actores bien bragados, algunos tan característicos como Ángel Ruiz. En aquellas lejanas representaciones fue Manuel Coves quien empuñó la batuta. En esta ocasión lo hará Guillermo García Calvo, titular del teatro, músico probo, estudioso, consciente, trabajador y muy inspirado a la hora de recrear estos pentagramas. Recordemos su excelente labor en la recuperación de obras como Curro Vargas o Circe, ambas de Chapí.
Se sigue el montaje ideado por Curro Carreres, que supo acertar con la llave explicativa de una obra como esta manejándose sobre una escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda y figurines del exquisito Jesús Ruiz.