'Tránsito', el exilio republicano canta su tragedia
El compositor Jesús Torres estrena en las Naves del Español la ópera que compuso sobre una pieza teatral en la que Max Aub retrató el desgarro ideológico y emocional del exilio
28 mayo, 2021 19:17Son muchos años los que llevaba Jesús Torres (Zaragoza, 1965) dándole vueltas a componer una ópera. En su amplio catálogo hay numerosos pentagramas para la voz y también llegó a elaborar el arranque de dos tentativas líricas a partir de Fedra y Medea, con Fermín Cabal y Mayorga como cómplices de estos pinitos que finalmente condujeron a la melancolía de los esfuerzos sin fruto. Por suerte, su tercer intento sí ha cuajado. Una ópera de cámara edificada sobre Tránsito, obra breve de Max Aub centrada en el exilio republicano. La alianza del Teatro Real y el Español ha hecho posible que nuestro patrimonio operístico sume un nuevo título, que podrá verse las en Naves de Matadero a partir de este sábado.
Torres asiste estos días a lo que él mismo define como “un milagro”. Es primerizo en estas lides y todo le impresiona más. “La suma de inteligencias da resultados fascinantes”, apunta a El Cultural en la cantina del Real, con una mirada que proyecta ilusión infantil. Se refiere sobre todo a los encargados de plasmar sobre las tablas su idea primigenia. Por un lado, Eduardo Vasco (Madrid, 1968), que se ocupa de la puesta en escena, y, por otro, Jordi Francés, al frente de una agrupación de 18 instrumentistas que reproduce, a su pequeña escala, una orquesta sinfónica.
La intuición de que Tránsito era un texto idóneo para una ópera le asaltó de manera inmediata cuando la leyó. “Me pareció un auténtico libreto por su estructura e intensidad”, explica. Él lo ha seccionado en un prólogo, doce instantes, cuatro interludios y un epílogo, manteniendo, eso sí, la literalidad en un 90 % intacta. “No quería que nadie lo poetizara o refinara sino que mantuviera su rudeza original”. El lenguaje es, en efecto, de un coloquialismo esencial. La austeridad expresiva marca el estilo. Pocas palabras que, sin embargo, dicen mucho. “El subtexto es tremendamente sustancioso: ahí está, en carne viva, el gran drama de Emilio”, señala Vasco. Ese drama no es otro que el de los exiliados que salieron de España por la Guerra Civil y se quedaron varados entre dos mundos, el que dejaron atrás y el que los acogió. Una bipolaridad geográfica que devino en desgarro emocional.
"'Tránsito es esencialmente un canto de amor a la patria, a la libertad y la dignidad". Jesús torres
El mencionado Emilio es trasunto del propio Aub, acaso el autor que, paradójicamente (porque sus raíces identitarias no eran españolas), más páginas le dedicó a esta herida. Se trata de un hombre que confía en un pronto regreso, ya que, inocente, piensa que las potencias aliadas darán la espalda a Franco por su complicidad con Hitler y Mussolini. En España dejó a Cruz, su esposa, con la que mantiene un diálogo onírico que, en el fondo, es un monólogo con su conciencia. Ese parlamento ensimismado tiene lugar en la alcoba que comparte con Tránsito, la mujer local con la que ha iniciado una relación y que le reprocha su parquedad verbal con ella.
Vasco ha plasmado este imposible solapamiento de espacios dividiendo la escena en dos partes. A la izquierda aparece la cama con su robusto armazón de época en la que Tránsito intenta conciliar el sueño y, a la derecha, una peana inclinada que ocupa Cruz. Ambos flancos, España y México, se conectan a través de las cartas que cruzan los personajes, entre los que hay que incluir otros dos masculinos. Son Pedro, el hijo de Emilio, enrolado en el maquis, que considera a su progenitor un cobarde. Y Alfredo, que irrumpe en medio de la noche insomne para revelarle a su amigo la intención de regresar a España, lo que provoca una discusión habitual entre nuestros exiliados: volver al país sometido por el dictador era visto por muchos como una traición.
Entretejiendo los sentimientos y las ideas de estos cinco seres desesperados Aub expone una tragedia en su dimensión radicalmente humana. “Es una visión que está en las antípodas de la banalización del pasado que hace nuestra clase política. Por eso es tan importante la delicadeza y la falta de dogmatismo de Tránsito”, afirma Vasco, en cuyo currículum operístico figuran Il re pastore de Mozart y La voz humana de Poulenc, amén de, por cierto, la música que sonó en uno de los primeros hitos en la recuperación de la dramaturgia de Max Aub: el San Juan montado en el CDN por Juan Carlos Pérez de la Fuente en 1998.
Abstracción y realismo
El gran reto al que se ha enfrentado Vasco es sobre todo amalgamar el onirismo abstracto de la atmósfera, subrayado por una partitura que, aun sujeta a las reglas tonales, no obedece a criterios utilitarios, con el realismo contundente de una historia lacerante. De nuevo, dos mundos en tensión que ha debido ensamblar sin que rechinaran. Una fórmula para su conciliación son las proyecciones que podrán verse, en las que se mezclan estampas cotidianas de la vida en España y México, así como documentos que acreditan –por si hiciera falta– la veracidad de todo lo representado.
Los cantantes (Ana Brull, Javier Franco, Isaac Galán, Pablo García López y María Miró) también tienen, por su parte, el desafío de evidenciar todo ese movimiento de placas tectónicas emotivas que se deslizan por debajo de las palabras entonadas. Cuentan con el apoyo de una línea melódica favorable a la dicción castellana. “Es que a nuestra lengua no le van bien el contracromatismo o los grandes saltos que se pueden encontrar en el expresionismo alemán. Para mí lo principal es que lo que cantan se entienda perfectamente. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de contar una historia”, concluye Torres.
Una historia aleccionadora. “No creo –añade– que nadie se pueda rasgar las vestiduras por una producción como esta a pesar de que, por desgracia, la memoria histórica genera en nuestro país tantas controversias. Tránsito es esencialmente un canto de amor a la patria, a la libertad y a la dignidad”. Y habría que añadir a la reconciliación. Emilio deja muy claro el camino que condujo, cuatro décadas después, a la cuestionada pero crucial Transición, cuando le advierte a Alfredo en su áspero diálogo: “No te olvides de los otros. De los otros que eres tú, que son más tú que tú mismo”.