En noviembre vimos (y escuchamos) en el Círculo de Bellas Artes a esta figura de la música antigua, barroca y clásica que es Jordi Savall (Barcelona, 1941). Entre otras cosas, violagambista de excepción y director singular, un auténtico olfateador y descubridor de obras maestras en distintos campos y provenientes de todas las latitudes en interpretaciones asignadas a las diversas formaciones que el artista catalán viene gobernando desde hace muchos años. Ahora debemos referirnos a su visita al Auditorio Nacional, enmarcada en el consagrado ciclo Universo Barroco de del CNDM. El concierto, previsto para el miércoles, 27, se acoge al título Europa musical. Del Renacimiento al Barroco.
En esta oportunidad Savall, que tañerá sus violas de gamba y dirigirá el concierto, estará acompañado por dos conocidos e ilustres instrumentistas de Hespèrion XXI: Andrew Lawrence-King, arpa triple barroca italiana, y Xavier Díaz-Latorre, tiorba. Estos tres músicos se bastan y sobran para dar cuenta del amplio e interesantísimo repertorio que se va a situar en los atriles y que supone hacer un completo recorrido por la música del Viejo Continente entre los siglos XVI y XVIII. El programa se divide en siete secciones: la primera se pasea por la música española, con fragmentos del Tratado de glosas de Diego Ortiz (1553): La Spagna, Folia IV, Passamezzo antico I, Pasamezzo moderno III, Ruggiero IX, Romanesca VII y Passamento moderno II. Y con Jácaras y Canarios de Gaspar Sanz.
Excursión mexicana
La segunda va a Inglaterra al encuentro del capitán Tobias Hvme. Se ofrece una selección de Musical Humors (1605). La tercera se centra de nuevo en Ortiz y es una mirada al bajo ostinato de la romanesca, con inclusión de unas improvisaciones sobre una guaracha mexicana de autor anónimo. La cuarta sección se dedica a Emilio de' Cavalieri, uno de los músicos de la famosa Camerata Fiorentina, con inclusión de la Sinfonía de su famosa Rappresentatione di anima e di corpo (1600) y del Intermedio de La pellegrina. Seguimos con Alemania: Allemande en re menor BWV 1011 de Bach y Aria burlesca en re menor de Schenck. Luego la francesa (Marais, el clásico entre los clásicos de la viola). Finalmente, la séptima vuelve al mundo del basso ostinato y la improvisación: Francisco Correa de Arauxo: Glosas sobre ‘Todo el mundo en general’ e improvisaciones sobre la Gallarda napolitana. En medio, unos Canarios anónimos, asimismo sometidos a la técnica de la jugosa improvisación en la que Savall y los suyos son auténticos maestros.
En su infatigable labor de desempolvar tesoros del pasado, Savall ofrece partituras de Diego Ortiz, Gaspar Sanz, Tobias Hvme, Marin Marais…
Magnífica ocasión para comprobar de nuevo cómo el músico catalán maneja su viola de gamba soprano, con la habilidad de siempre, con impecable afinación —algo complicado en instrumentos de este tipo—, buen gusto, equilibrio, claridad de voces, esmerada acentuación y un colorido variado y más bien oscuro, de muy redonda sonoridad gracias a un manejo escasamente agresivo de los timbres. Todo muy entonado, elegante, lo que no quiere decir falto de impulso o de vida. Tanto cuando se sienta en medio de su grupo, tañendo sus elocuentes instrumentos, como cuando se coloca enfrente para dirigir. Es conocida su habilidad para elevar el lirismo y el valor danzable de cada pieza a considerable altura. Lo que se combina con una expresividad que puede llegar a ser lacerante y que pocos como él aciertan a plasmar.
Algo que sabemos de antiguo pues es probablemente el artista que más veces ha aparecido en los distintos ciclos dependientes del CNDM, lo que no es de extrañar dada la multiplicidad de sus actividades en los más variados frentes del repertorio, y no solamente en los de la música antigua o barroca, sino en los que conectan con las músicas étnicas, folclóricas y tradicionales del más diverso signo. A ello se une, claro, una enorme dedicación investigadora, un gran olfato para localizar tesoros raros de toda época, un ritmo de trabajo imparable, una envidiable y permanente puesta a punto y una gran pericia técnica.
Recordemos que este artista, que estudiaba aplicadamente violonchelo allá por los años sesenta del siglo pasado, tuvo, durante un curso de música en Compostela un encuentro providencial con el clavecinista colombiano Rafael Puyana, que fue quien, a la postre, le sugirió que estudiara viola de gamba. August Wenzinger en Basilea le puso al corriente de una técnica que no ha hecho sino prosperar y crecer con el tiempo hasta situarlo en la pista de salida para enfrentarse a la producción de músicos franceses cultivadores de ese instrumento, como Marais y Sainte-Colombe, de quienes ha sido ilustre servidor y recuperador. Y desde ahí, Savall se lanzó al infinito.