Hasta hace cuatro días, Plácido Domingo (Madrid, 1941) era patrimonio nacional. Una figura de la que el público español se enorgullecía por su gigantesca carrera. Le esperaba una retirada progresiva entre oropeles y reconocimientos. Pero todo se ha enturbiado por las acusaciones de abuso a diversas mujeres de su entorno artístico. Así que su 80 cumpleaños, que celebra hoy, llega en un periodo convulso para él. Tras los embates iniciales, intenta resarcirse poco a poco para coronar dignamente una trayectoria jalonada por una serie de logros muy difícilmente igualables para sus sucesores. Repasamos estos hitos e intentamos vislumbrar su futuro como cantante, que, en lo más inmediato (mañana mismo), contiene una cita de altura: Nabucco en la Ópera de Viena.
If I rest I rust, un lema de vida
Si descanso, me oxido. Es el lema anglosajón que Plácido ha hecho suyo. Define su actitud ante la vida y ante su carrera artística, que ya supera las seis décadas sobre los escenarios. Un tiempo en el que ha batido todos los récords. Es el ‘atleta’ más completo de la lírica, un todoterreno que le ha dado a todo, con resultados de altura en la mayor parte de las ocasiones. Quizá siempre hay un cantante que le supere si analizamos sus prestaciones papel por papel. Pero nadie ha abarcado un espectro de roles tan descomunal. Su admirado Caruso cantó 60. La diva Maria Callas se quedó en la cincuentena. Él alcanzó en 2018 los 150, tras cantar Los pescadores de perlas de Bizet en una versión concertante en el Festival de Salzburgo. Otro dato para sus estadísticas desaforadas: los 80 minutos de aplausos tras interpretar a Otelo en la Ópera de Viena (1991).
La voz del … ¿baritenor?
Aunque creyó que su voz era de barítono, enseguida se comprobó que era la de un tenor virilmente lírico, dotado de un metal rico y homogéneo, bien puesto, emitido con facilidad, lejos de futuras nasalidades y engolamientos. Un timbre caluroso en una voz no especialmente voluminosa y de extensión algo justa, pero casi siempre suficiente. Las tiranteces se apreciaban a partir del La bemol 3, lo que hacía que el sonido perdiera tersura y redondez. El temperamento suplía esa insuficiencia, que se haría más ostensible en el futuro. Hoy, cuando canta como falso barítono, el instrumento se ha agostado en buena medida. No es un baritenor, tipo vocal muy cultivado en siglos pasados y para el que Rossini, Bellini y otros compositores escribieron notables páginas, sino un tenor con algunas limitaciones.
Verdi: la viga maestra
En el amplio repertorio del tenor se sitúan en primer término las óperas de Verdi, autor en el que puede dar rienda suelta a su emocionalidad, en ocasiones algo lacrimógena, pero eficaz y cercana. Las características de su timbre, sobre todo en años pretéritos, han convenido a los pentagramas del compositor de Le Roncole. La penetración y squillo de los mejores años iba bien a personajes como Don Álvaro, Manrico, Ernani, Don Carlo, Radamés y otros parientes. Y, a pesar de una falta evidente de amplitud y de dimensión, de fierezza, a Otello, que debutó en Hamburgo allá por 1975. Un personaje que haría suyo y grabaría más de una vez. En esta última etapa ha triunfado particularmente en partes como Simon Boccanegra, Nabucco y Macbeth, para las que le falta solidez baritonal.
Los Tres Tenores: la lírica en la lista de los más vendidos
Uno de los fenómenos mediáticos más relevantes de los años 90. Parece que el autor de la idea fue el productor Mario Dradi en busca de recaudar fondos para la campaña contra la leucemia que defendía José Carreras, salido de la enfermedad poco antes. En las Termas de Caracalla de Roma se unieron al catalán, en el concierto inaugural, Luciano Pavarotti y Domingo, con Zubin Mehta en el podio directorial. Aquello fue un pelotazo: el espectáculo fue seguido por millones de telespectadores, grabado y difundido a los cuatro vientos. Tal fue el éxito que rápidamente se montaron en distintos lugares reuniones de los tres divos. Ópera, canciones de Broadway, canciones napolitanas, canciones españolas y éxitos de la música pop adaptados, arias a trío... Un fenómeno de doble filo: se propaga la música a una amplia audiencia, pero también se banaliza.
Polémica por los presuntos abusos
Las acusaciones de varias mujeres de haber sufrido abusos por parte del cantante abrió la caja de los truenos. La mayoría no se han identificado y se remitían a hechos ocurridos hace muchos años. Plácido Domingo opuso una estrategia de comunicación errática en la que, por momentos, parecía reconocer los hechos imputados. Dijo que “aceptaba toda la responsabilidad”. También que entendía que “hubieran podido tener miedo para expresarse honestamente porque les preocupara que sus carreras se vieran afectadas”. La polvareda que se levantó supuso cancelaciones de contratos (sobre todo en España), la retirada de su nombre de ciertas instituciones, la ruptura de relaciones con la MET y su salida de la dirección de la Ópera de Los Ángeles.
Embajador mundial de la zarzuela
El género ha estado siempre presente en la actividad del cantante, nacido del matrimonio de dos insignes intérpretes de ese repertorio: Pepita Embil y Plácido Domingo Ferrer. Mamó pues desde niño los pentagramas de compositores como Arrieta, Serrano, Alonso, Sorozábal o Moreno Torroba. No es raro por tanto que hiciera su debut en Marina, del autor citado en primer lugar, aunque encarnando la figura de Pascual, que está destinada no ya a un barítono, sino a un bajo propiamente dicho. Ya como tenor ha triunfado durante años en algunos títulos emblemáticos, aunque ahora haya vuelto a sus orígenes. Ha cantado zarzuela cuando ha tenido ocasión y la ha grabado en buena medida. Y dirigido con cierto salero.
En defensa de la ópera en español
En su prolífica trayectoria, Domingo ha tenido el loable gesto de apoyar con su presencia estelar óperas en español, que, ya sabemos, lo tienen crudo para afianzarse en el repertorio, incluso en nuestros teatros. Sintomático fue su mencionado debut en 1959, con Marina, de Emilio Arrieta, en el Teatro Degollado de Guadalajara (México). Al poco de la reapertura del Real, también se embarcó en el reparto de Divinas palabras, de Antón García Abril. Otros títulos operísticos escritos en la lengua de Cervantes que han contado con su respaldo son El poeta de Moreno Torroba, Il postino, del mexicano Daniel Cataán
Cultivador de la cantera vocal: Operalia
La principal iniciativa en este terreno, nacida en 1993 en París, es el concurso Operalia. Una prueba a la que concurren, llevados en principio por el nombre del fundador, cantantes bien formados de todas las latitudes. Son legión las voces que han partido para la fama en esa prueba y que mantienen ahora mismo una carrera de primer rango. Algunas muy relevantes españolas se han dado a conocer ahí: Ainhoa Arteta, Mariola Cantarero, Ana María Martínez, David Menéndez, Maite Alberola… Y, hace pocos meses, la del tenor donostiarra Xavier Anduaga. Hace diez años nació también, a instancias de Domingo, en colaboración con el Palau de les Arts de Valencia, un Centro de Perfeccionamiento del que han salido voces muy prometedoras y que, por cierto, ha dejado de llevar su nombre.
Un hombre de ópera en sentido pleno: gestor y director
La desbordante energía de Plácido y su irrefrenable inquietud, sumado a ese carisma que siempre proyectó hasta la crisis de los abusos, le han lanzado a ampliar sus facetas en el mundo de la ópera más allá de los escenarios. El mejor es la asunción en 2003 de la dirección de la Ópera de Los Ángeles, cuya proyección internacional consiguió elevar hasta que una investigación interna dictaminó que las acusaciones contra él era “creíbles”. Otra muestra de su carácter omnívoro en materia musical es su decisión de empuñar la batuta. Dice que, cuando ya no pueda cantar, será en esa posición desde donde le gustaría seguir activo.
Madrid, casticismo de cuna
Nació en el número 36 de la calle Ibiza, en 1941. Allí figura una placa que recuerda a los transeúntes el venturoso alumbramiento. Sangre castiza pues la suya, lo que se percibe en algunas de las zarzuelas que ha interpretado. Le gusta decir que vino al mundo “a solo diez minutos del Real”. Desde su reapertura, en 1997, lo ha frecuentado, dejando grabados en su historia hitos como su Simon Boccanegra de 2010, tras el que acabó recogiendo prolongadas ovaciones dando pases con un capote. Antes de que reabriera, su máxima referencia capitalina era, claro, el Teatro de la Zarzuela. Allí hizo Tosca, Andrea Chénier, Aida, Lucia di Lammermoor… Por otro lado, hay que consignar su confeso y apasionado madridismo: él es el intérprete del himno del centenario del club blanco.
Resurrección artística tras la muerte civil
Cuando estalló todo, se produjo un efecto dominó de cancelaciones de contratos. En Estados Unidos este fue muy destructivo. Pero también lo fue en su propio país, lo cual le resultó particularmente doloroso. El Teatro de la Zarzuela, por ejemplo, tenía preparados los fastos para conmemorar los 50 años de su debut con dos ‘incursiones’ suyas en el montaje de Luisa Fernanda. Pero el Inaem decidió que no tuvieran lugar. “En solidaridad con las mujeres afectadas”, adujo. En otros países de Europa, Rusia, Italia, Austria…, Domingo ha seguido encaramado en el cartellone. Este viernes, de hecho, celebrará su cumpleaños con una representación extraordinaria de Nabucco en la Ópera de Viena. Anuncia, además, que ya recibido muchas propuestas de instituciones españoles. Así que el regreso a nuestros escenarios puede ser inminente. Veremos.