Accede de nuevo al escenario del Real uno de los títulos más emblemáticos de la historia de la ópera y uno de los más representados en el coliseo madrileño: La traviata de Giuseppe Verdi. La producción prevista era la tan celebrada y tan vista de Willy Decker, que acertaba a llegar al fondo de la tragedia desnuda que vive hasta su triste muerte Violetta.
Pero dadas las circunstancias sanitarias, las 27 funciones anunciadas (¡nada menos!) se van a desarrollar de acuerdo con unos protocolos que se irán desvelando y que, evidentemente, obligarán a racionalizar la ocupación y a que las representaciones sean semiescenificadas. Contarán con la dirección de Leo Castaldi, que es quien iba a dar forma a la idea original de Decker. Ahora se sacará de la manga una versión propia utilizando algunos elementos escenográficos, así como vestuario y caracterización procedentes de los fondos del Real, rescatados de otras producciones. Hemos de recordar que la historia que se cuenta es la de Marie Duplessis, llamada en realidad Alphonsine Plessis. La base de la inspiración fue La dama de las camelias de Alejandro Dumas hijo.
Los pliegues psicológicos del personaje principal, sus sufrimientos y anhelos, su íntima tragedia aparecen maravillosamente recogidos en una partitura de una minuciosidad increíble, cuajada de claroscuros, de melodías difícilmente olvidables, de muy avanzadas propuestas de construcción de un sugerente y conversacional recitativo dramático. Todo ello presidido por un soberano empleo de la armonía, que planifica los colores y las palpitaciones del ánimo, y de una discreta y climática orquestación, propia ya del Verdi maduro, pasados con éxito los años de galera, en los que el músico se fue fogueando hasta alcanzar la plenitud.
Delicada y fascinante
Aspectos en los que está muy de acuerdo Nicola Luisotti, director muy afín al Real, que es quien va a estar en la mayoría delas funciones en el foso, alternándose con Luis Miguel Méndez. “La traviata es una ópera delicada y fascinante”, apunta a El Cultural el maestro de Viareggio. “Es un texto muy actual, por eso es tan famoso y es tan representado en todo el mundo. La historia que cuenta es casi imposible aceptarla en la vida real, por lo que necesitamos el escenario para verla y llorar por el destino de los dos pobres amantes. La música es un milagro y su imbricación en la escena, perfecta. Los dos preludios, el primero, al comienzo de la ópera, en si menor, evoca un recuerdo, y el segundo, que abre el último acto, en do menor, que describe la realidad de ese momento, crean en los espectadores un dolor y una compasión absoluta para nuestra amada Violetta”.
"La música de 'La traviata' es un milagro y su imbricación en la escena, perfecta", afirma el maestro Nicola Luisotilla
El director subraya la importancia del texto original y del habilidoso libreto de Piave cuando afirma que “Verdi le daba extrema importancia a la palabra, que estudiaba a fondo antes de escribir la música, una manera de proceder que también era la de Mozart, que componía en un mundo en el que regía la máxima prima la musica poi le parole. Para escribir, por ejemplo, la trilogía con Da Ponte, examinaba a fondo el texto. No debemos olvidar nunca lo que Verdi dijo: ‘para escribir mi música siempre miro hacia atrás’”. Es lógico que para servir durante 27 días consecutivos una ópera similar se cuente con distintos repartos en los que aparecen cantantes muy importantes, en muchos casos presentes con anterioridad en el mismo escenario. Podemos citar, en la parte protagonista, a Marina Rebeka, Ekaterina Bakanova y Lana Kos, todas voces líricas ya expertas, Lisette Oropesa, la triunfante Lucia de hace dos temporadas, de estuche más delicado, y a nuestra Ruth Iniesta, que va perfilando su personaje a partir de un instrumento penetrante. Recordemos que Violetta ha de enfrentarse a retos muy peligrosos. Luisotti es de la opinión convencional, a nuestro juicio demasiado simplista, de que Violetta “debería ser una ligera en el primer acto, una lírica en el segundo y una dramática en el tercero. De ahí la dificultad para las sopranos a la hora de cantar este papel”.
Señalemos a los cuatro Alfredos: Michael Fabiano e Ivan Magri, de corte lírico, Matthew Polenzani e Ismael Jordi, de naturaleza ligera. Germont padre será servido por los barítonos Artur Rucinski, seguro y noble, Nicola Alaimo, de menor brillo tímbrico, y dos españoles: Luis Cansino, oscuro y vigoroso, y Javier Franco, de buena pasta lírica. Completan el reparto buenas voces locales: Sandra Ferrández, Marifé Nogales, Albert Casals, Isaac Galán, Tomeu Bibiloni y Stefano Palatchi. La excepción es el argentino Emmanuel Faraldo.