En el perímetro del Wizink Center de Madrid, los diez tráileres aparcados ocupando dos de los cuatro lados del estadio prometían un espectáculo grandioso de puertas adentro, digno de lo que era: la despedida de una de las mayores estrellas del pop del siglo XX. A las 21:01, no cabría esperar otra cosa de un caballero británico, salió al escenario sir Elton John. Por delante esperaban a los 12.000 espectadores casi tres horas de concierto en una de las 300 veladas “agridulces” con las que el músico está diciendo adiós a su público por todo el mundo tras más 50 años de carrera. La gira, titulada Farewell Yellow Brick Road, comenzó en septiembre de 2018 y acabará en 2021, pero el de anoche fue, supuestamente, el último concierto de Elton John en España. Una jubilación que, estando como está en plena forma, sabe a anticipada.
Del backstage al escenario, el músico camina con cierta dificultad, a fin de cuentas tiene 72 años. Sentado al piano, vuelve a tener la energía y la frescura de un hombre de 27, pero con el bagaje y la confianza de un hombre que lleva pisando los escenarios más importantes del mundo durante medio siglo. Sus manos siguen correteando por el teclado con una velocidad y precisión increíbles para su reducido tamaño. Su voz de barítono sigue proyectándose con potencia y un timbre más oscuro y cálido con el paso de los años, y sigue intacto su carisma de showman y mejor heredero de Jerry Lee Lewis (hubo ocasión hasta de prenderle fuego al piano, aunque fuera con efectos visuales).
John, nacido como Reginald Kenneth Dwight (Pinner, Middlesex, Reino Unido, 1947), interpretó dos docenas de éxitos de su extenso repertorio, que abarca 30 álbumes de estudio y unos 300 millones de copias vendidas. Sonaron canciones como Tiny Dancer, Bennie and the Jets, I Guess That's Why They Call It the Blues, Someone Saved My Life Tonight, Burn Down the Mission, The Bitch is Back, I’m Still Standing y Saturday Night’s Alright For Fighting. Después de cada canción, paraba un largo rato para saludar, sonreír y mirar de frente a un público intergeneracional, entregado y que en el tramo final a duras penas podía aguantar sin levantarse del asiento.
Fueron 2 horas y 45 minutos de concierto jalonado por varios momentos apoteósicos. El primero llegó con Rocket Man (la canción que da título a su reciente biopic), con unos efectos visuales y, sobre todo, sonoros, que convirtieron el palacio de los deportes en Cabo Cañaveral con un despegue atronador hacia las estrellas.
Otros momentos álgidos llegaron cada vez que una canción se dilataba para dar paso a los solos instrumentales. Acompañaban al artista una escenografía dominada por una gran pantalla con videoclips de factura cinematográfica, un raíl capaz de desplazar el piano por el escenario y una impecable y potente banda de músicos veteranos con teclados, bajo, guitarra y hasta tres percusionistas. En la cima de la pirámide escénica, atrincherado entre su set de percusión orquestal, se encontraba Ray Cooper, el segundo hombre más carismático de la noche con permiso del jefe, que ha compartido escenarios con él desde 1971.
Elton John ha declarado que se retira de los escenarios para poder dedicarle más tiempo a su vida familiar junto a su marido, David Furnish, y sus dos hijos pequeños, Zachary y Elijahn, de 8 y 6 años. “Cuando empecé hace cincuenta años, no imaginaba lo maravilloso que sería. He tenido la mejor vida, he sido muy afortunado por tener esta carrera increíble”, dijo Elton John en uno de los contados momentos en que la música dio paso a las confidencias con el público. “Por mucho que me guste escribir canciones y grabar discos, la mayor emoción como músico es tocar para otro ser humano y recibir una respuesta. Os echaré mucho de menos, pero estáis en mi alma y mi corazón. He tenido aplausos para un millón de vidas. Ahora tengo otra vida que vivir”.