Simon Rattle. Foto: Monika Ritterhaus
El director inglés termina su etapa como líder máximo de la Filarmónica de Berlín para centrarse en la Sinfónica de Londres. En su gira de despedida hace escala en Madrid y Barcelona (7 y 8 de junio). En esta entrevista repasa los grandes momentos vividos en Alemania y anuncia algunos de sus proyectos en la capital británica.
Rattle le ha estampado su propio sello a la agrupación germana. El crítico Alex Ross destacaba recientemente sus persistentes incursiones en el repertorio contemporáneo y su mayor apertura a las tradiciones francesa, británica y estadounidense, amén de su arrojo y descaro para ofrecer nuevas visiones del trilladísimo siglo XIX. Bajo su mando, los berliner también han ganado en transparencia y difusión gracias a su escaparate digital y han hecho de la Philarmonie un feudo de la democratización de la música clásica, que para Rattle debe ser un arte al alcance de todos.
Con ese tumulto de rizos blancos descontrolados en los conciertos, que le dan cierto aire de científico tronado y genialoide, ha ejercido un intenso apostolado en favor de Bach, Wagner, Beethoven, Mahler y (amplísima) compañía. Al teléfono desde el camerino del director de la Philarmonie, rememora los grandes momentos de esta etapa que cierra, anuncia algunos de los planes de la que abre en Londres y comenta el programa de la gira de despedida, que hará escala en Madrid (jueves 7, Ibermúsica) y Barcelona (viernes 8, Palau de la Música).
Pregunta.- Ha liderado la Filarmónica de Berlín durante dieciséis años. ¿Siente que ha mejorado mucho como director?
Respuesta.- Bueno, espero no haber ido a peor [ríe]. Cualquiera que dirija esta gran orquesta va a aprender muchas cosas, es obvio. Creo que corresponde a otros explicar cómo he evolucionado. Yo sólo puedo decir que cada día ha sido una fuente inagotable de aprendizajes.
P.- Ya sé que es complicado responder algo así pero ¿cuáles son los momentos que nunca olvidará?
R.- Lo que me viene inmediatamente a la memoria son las Pasiones de Bach que hemos hecho con Peter Sellars. Supusieron una profundísima exploración en todos los terrenos. Recuerdo que Peter insistió hasta la saciedad en que lo crucial era entender el significado de la música, más que la manera de tocarla. Afrontar este proyecto bajo esa filosofía fue una lección muy potente. También tendría que mencionar el trabajo con Wagner, particularmente los últimos conciertos de Parsifal. Nunca los olvidaré. Pero tengo que decir que todos estos años han estado plagados de momentos culminantes, es difícil cribarlos.
P.- ¿Qué pretende exportar de la Filarmónica de Berlín a la Sinfónica de Londres?Si he de elegir un momento inolvidable, diría las
R.- Esto es delicado. Estamos hablando de dos grandes vinos pero muy diferentes. Podríamos decir que la Filarmónica de Berlín es como un fantástico Rioja reserva y la Sinfónica de Londres un vino blanco francés exquisito. Tienen por tanto diferentes colores. La Sinfónica de Londres es una agrupación extraordinariamente flexible. Una parte de mi trabajo con ella será extraerle colores más oscuros, que son consustanciales a la Filarmónica de Berlín. De todas formas, es fascinante escuchar los contrastes de las partituras expresados por dos orquestas distintas con músicos tan extraordinarios.
P.- Creo que su intención en Londres es ‘frecuentar' más a Mozart, Haydn y el repertorio barroco. ¿Es así?
R.- Sí, son áreas que la orquesta necesita trabajar, porque se han adentrado muy poco en ellas en los últimos años. El Barroco apenas lo ha tocado y extrañamente han sido muy escasos sus contactos con el periodo clásico más temprano. La intención en cualquier caso es abarcar un repertorio muy amplio. Los músicos de la Sinfónica de Londres tienen una enorme curiosidad, se percibe de inmediato en cuanto empiezas a tratarlos, así que su actitud y capacidad técnica permiten abordarlo todo.
Un Brexit en mi camino
Hoy, sin embargo, afronta la escisión con más optimismo: "Hay que destacar la magnífica reacción de los festivales y de los auditorios europeos. Casi todos, sin excepción, nos han manifestado que a pesar de las circunstancias su intención es colaborar con nosotros más todavía. No quieren reducir ni la intensidad ni la frecuencia de nuestras relaciones. Es una actitud rebelde muy estimulante, una manera de decir que los vínculos europeos son esenciales, independientemente de los políticos que nos gobiernen.P.- Usted y su familia seguirán teniendo su hogar en Berlín. ¿Por qué ha preferido no mudarse?
R.- Mis hijos son berlineses. Yo también soy berlinés, como dijo Kennedy en el 63 [Ich bin ein Berliner, manifestó en uno de los discursos más célebres de la Guerra Fría]. Es totalmente lógico pues que yo siga viviendo aquí. Mi intención, por supuesto, es trabajar en Londres. Y, por lo que ya sé, también ejerceré como director invitado en otras orquestas. Eso sí, todas las temporadas trabajaré un par de semanas con la Filarmónica de Berlín.
P.- En su gira de despedida ha incluido una pieza corta de Jörg Widmann, Tanz auf dem Vulkan (Danza sobre el volcán). ¿Cómo la describiría?
R.- Sí. Ha sido compuesta muy recientemente. Me llegó ayer, justo ahora la tengo sobre mi escritorio enfrente de mí. La he empezado a estudiar y la primera impresión es muy buena, es una pieza virtuosa. En unos minutos comprobaré por primera vez cómo suena con la orquesta. Jörg es un gran compositor pero tú sabes que cuando le encargas una partitura la vas a recibir un poco tarde. Aunque esta vez ha batido su récord de tardanza (ríe). Así que estamos corriendo para memorizarla y asimilarla. El título es muy certero: dirigir la Filarmónica de Berlín es como bailar sobre un volcán. Creo, además, que llamar a esta orquesta volcán es un piropo.
P.- Además recupera para este momento tan especial la Sinfonía n°3 de Lutoslawski. ¿Qué hay detrás de esta elección?Los auditorios deberían ser cada vez más democráticos. Con su arquitectura ha de reflejarlo, difuminando la jerarquía social
R.- Pues que es sencillamente una obra maestra. Lutoslawski es sin duda uno de los grandes autores de la posguerra. Esta sinfonía es una de esas piezas de nuestro tiempo que uno puede lucir en cualquier auditorio con orgullo. Todo el mundo estaba de acuerdo en que debíamos tocarla de nuevo. Yo conocí bien a Lutoslawski, le amé. Ya no está con nosotros pero dejó una huella profunda y un legado que debemos seguir recordando y expandiendo. En ese empeño estamos muy implicados directores como yo o Esa-Pekka Salonen.
Proselitismo inagotable
Rattle, comprobamos, entiende que debe aprovechar su popularidad y su elevada posición jerárquica para hacer proselitismo de la música clásica. Y para ponerla al servicio de todo el mundo. Por eso no dudó en movilizar a sus músicos para ofrecer conciertos a los refugiados que llegaron en masa a Alemania. Por eso también creó un departamento educativo específico en el organigrama de la Filarmónica de Berlín que antes no existía. En Londres continuará en esa línea, por supuesto. Una de sus grandes ilusiones es que la nueva sede proyectada para la orquesta londinense sea a un tiempo auditorio y centro educativo. La decisión del Gobierno de no participar en su financiación ha sido un varapalo pero Rattle mantiene la esperanza. "Estamos trabajando para levantarlo. Hay una cantidad infinita de detalles por afinar. Y también hay una cantidad ingente de dinero que tenemos que recaudar. Queda pendiente mucho trabajo por delante pero la previsión desde luego es muy ilusionante. Crucemos los dedos. Espero que dispongamos de él a medio plazo".P.- ¿Se atrevería a aventurar un año para la inauguración?
R.- Sí… seguro que va a ser antes de 2075 (ríe). Hay demasiadas cosas por hacer así que mejor no hacer pronósticos.
P.- ¿Le gustaría que se pareciese a la Philarmonie?
R.- Preferiría no entrar en detalles sobre esto pero sí puedo decir que, como aquí, primará el contacto entre el público y la orquesta. Esa es una de las ideas inspiradoras del proyecto.
El director inglés tiene muy claro que los auditorios deben hacer lo mismo que han hecho los museos en los últimos años: pasar de la regla de ‘no tocar' a la de ‘por favor, toca'. "Deben ser cada vez más democráticos. Afortunadamente, los más modernos van difuminando las jerarquías sociales en su interior. Es muy importante que todo el mundo tenga una buena visión de los conciertos y una experiencia acústica parecida. La música debe estar al alcance de todos y los auditorios, con su arquitectura, reflejan esa idea cada vez más. Así debe ser".