Pablo Ferrández durante un concierto

Llegan de nuevo a Madrid la Filarmónica de Londres y su titular Vladimir Jurowski, habitualmente huéspedes de Ibermúsica. En esta oportunidad se integran en el ciclo de Juventudes Musicales. Siempre es reconfortante un reencuentro con estos intérpretes. La orquesta londinense se distingue por la calidad de sus timbres, por su equilibrio, por su espectro sonoro, por su caudal, atributos tan característicos de las formaciones británicas. El director es un artista seguro, serio, de elegantes y armoniosos revoloteos, de dibujo tan claro y convincente e impecable y maduro criterio musical, del que hemos admirado en todo momento la manera, sólo aparentemente adusta, de presentar cualquier música.



Es una garantía que sea él quien dirija esta sesión que se anuncia para el martes (7) y que alberga dos composiciones extraordinarias, cada una en su estilo, como el Doble concierto de Brahms y la Sinfonía n° 6, Pastoral, de Beethoven. Para aquella se cuenta con un dúo curioso y estimulante constituido por la veterana violinista Anne-Sophie Mutter y el jovencísimo chelista Pablo Ferrández (1991). Posee un talento natural fuera de serie, que aúna sensibilidad, vibración muy interior, satinada tímbrica y hermosos reflejos. El sonido, no muy grande, va creciendo poco a poco. Tañe un Stradivarius Lord Aylesford (1696) gracias a la Nippon Music Foundation. Ideal para buscar las oscuras sonoridades de su parte en la partitura brahmsiana. Que requiere un delicado encaje tutti-soli y una especial limpieza en el juego contrapuntístico y en el mantenimiento del lírico diálogo con el violín.



No deberá tener problemas para ello considerando su probada solvencia y que su partenaire es la artista alemana, cuya formación básica, heredera, a través de sus profesoras, proviene del gran Carl Flesch. Es asimismo usuaria de Stradivarius. Usualmente maneja dos, llamados Emiliani, de 1703, y Lord Dünn-Raven, de 1710. Esa es la base pero luego, sobre ella, hay que edificar un sonido, una articulación, un movimiento de arco, un fraseo y una acentuación, que dependen también de la técnica, del estilo y de la expresión. En Mutter todo ello parece fácil. Toca como el que respira, con un control muscular extraordinario, con una elegancia rara. Su arco se desliza por las cuatro cuerdas con una suavidad sorprendente mientras el gesto, serio y concentrado, da muestras de íntima relajación. Compone una figura de mucho atractivo visual, no ya por la esplendorosa belleza del rostro, la estilización del cuerpo o la serenidad de la expresión, sino por ese halo singular, esa luz misteriosa que la rodea.