Holly Herndon. Foto: Bennet Pérez

Platform será uno de los discos clave de este 2015. Su grácil y exacta unión de forma y contenido propone un inédito escenario desde el que la música actual puede mirar al futuro e inventar nuevos relatos con que comprendernos y liberarnos.

Dentro de la desmemoriada e híperacelerada espiral de lanzamientos discográficos, es ya muy tarde para hablar del segundo LP de Holly Herndon, Platform (19/05/15). Pero no lo es para hacerlo sobre algo más que una novedad pop. Se trata de un cuerpo extraño, acaso el más filosófico y político catálogo de pop reciente. Complejo y sofisticado, inasible por momentos. Una caja de herramientas que no es fácil de usar, pues no contiene clichés, sino hallazgos. Un smartphonogram cuya superficie no la pueblan aplicaciones ya diseñadas sino métodos que hay que probar.



En nuestra época, múltiples plataformas sustentan e impulsan microgestiones y negociaciones discontinuas, microespacios de intercambio componen un flujo de vértigo y blandura conectiva. La Plataforma de Herndon funciona cual punto de apoyo para iniciar maneras distintas de sobrevolar el mundo, de tomarle medida y comprenderlo. Primero, la música-sonido de Platform asimila la lógica binaria de 0/1, las polarizaciones. Entre lo afectivo y lo nocivo, entre lo virtual y potencialmente infinito de la red y lo acotado y doméstico, lo abierto y cerrado. Se vale de ruidos de esos ámbitos para componer, con la apariencia de una búsqueda random, un diálogo entre la vida exterior e interior de ese límite que es el horizonte de nuestro PC. Luego emplea ese lenguaje y estética de la digitalidad. Su trabajo es una sucesión de partículas y espasmos que nos sitúan frente al nerviosismo de Internet, las comunicaciones interrumpidas, superpuestas, equívocas y fugaces del mensaje instantáneo o la teleconferencia, el barrido de detalles sonoro-musicales del streaming, la falsa gratuidad, el detalle píxel, los micro-eventos, el voyeurismo del espionaje, etc. Una titilante papilla donde la voz humana surge con papel predominante. Limaduras de fonemas, exhalaciones, tartamudeos y soliloquios conviven con algún himno en un disco donde ciertos cortes llegan a estar fabricados casi sólo con voz humana volviéndose posthumana.



De algún modo, los valores del esfuerzo, la épica de las luchas diarias de la gente en el remolino de lo común son dignificados, admirados y monumentalizados mediante el esfuerzo de la composición, de crear nuevos sistemas para hacer la música, para tratar el sonido. Pero, a la vez, el relato musical de Herndon nos indica la chifladura del ritmo, el estrangulamiento al que nos sometemos en el neofeudalismo de consumidores y corporaciones. Y así se convierte a la vez en una crítica política del modo de vida contemporáneo y en una sugerencia de cuidados mutuos con que envolver esa discontinuidad fragmentaria, la aceleración y convulsión de nuestra vida y obra hasta disolver su impacto.



A cierto nivel, Platform emplea los elementos de mímesis y catarsis de la tragedia griega y los invierte. El héroe no es como tú y yo. Somos tú y yo. Y el crimen es cometido contra lo que nos vuelve humanos. A otro, es un canto al futuro mediante uno de los lenguajes folk posibles en 2015. Para quien se pregunte por las canciones protesta y el folk de la comunidad del siglo XXI, este álbum tiene una de las respuestas. El instrumento popular y fácil de tocar por cualquiera es el PC y el futuro, un tiempo donde es la gente quien pone las condiciones de los intercambios y del uso del esfuerzo, el tiempo de la vida humana. Una visión del futuro. Una propuesta de nuevos métodos para nueva música y nueva música para un nuevo imaginario. Pues con un imaginario estandarizado y absorbido por la industria y los media es complicado crear una interrupción del flujo, dar con nuevos modelos.

Otras apuestas

Four Tet-Morning/Evening . Kieran Hebden y la variación sobre la repetición como bella arte. Dos largas piezas, aparente simplicidad motorick combinada con una polirritmia arpegiada de eventos propia de la naturaleza, sintes de ataque bajo y mucha resonancia, una voz con la fusión de sensualidad y espiritualidad de oriente. Giros y giros después, a veces congelados, este derviche al que enfoca, te maravilla y después te hipnotiza. Trance y estado de gracia.