Ataúlfo Argenta, cuyo centenario se cumple el 19 de noviembre, durante un ensayo en Viena. Foto: Archivo particular de Fernando Argenta.

Karajan, Bernstein, Solti, Celibidache, Giulini, Kubelik, Markevitch, Ancerl, Leinsdorf, Sanderling, Wand, Bour, Britten, Fricsay, Kondrashin: quince grandes de la dirección de orquesta. Entre ellos, estrictamente contemporáneo, estaba Ataúlfo Argenta (1913-1958), el único español de su generación que logró un puesto en el selecto panorama internacional.



Comparado por la crítica con Toscanini o Furtwängler, la opinión de las decenas de artistas cuyo testimonio he recogido en mi libro Ataúlfo Argenta. Claves de un mito de la dirección de orquesta (ICCMU, 2008) era clara: Argenta tenía el magnetismo y la musicalidad de un genio, muy a la manera de Karajan y Solti, a lo cual acompañaba un físico sumamente atractivo (a pesar de su "garbo desgarbado" y de una salud débil), una personalidad arrolladora, carismática, optimista, un gran sentido del humor y un alma bondadosa, generosa, humana, cercana, entusiasta, sencilla y hasta ingenua (un "niño grande"). Ataúlfo Argenta fue en verdad el primer director de orquesta español en sentido moderno de mediados del siglo XX: el director que está siempre de viaje, invitado aquí y allá, con una técnica que le permite comunicarse rápidamente con distintos conjuntos, y que atiende las necesidades de una nueva sociedad, invadida por los medios de comunicación y para la cual llegó a ser un auténtico ídolo.



Castro Urdiales, Madrid, Europa

La carrera internacional de que disfrutaba en 1958, año en que falleció inesperada y prematuramente, fue el resultado de una vida muy intensa y de mucho esfuerzo. Hijo de un jefe de estación de ferrocarril, se inició en el violín y el piano en su Castro Urdiales natal. Su talento tuvo el apoyo de su padre, quien pidió su traslado a Madrid en 1927 para que 'Ata' pudiese seguir sus estudios de piano en el Conservatorio. Obtuvo el Premio extraordinario en 1930 y el Premio Cristina Nilsson en 1931, aunque tuvo que vender el piano de cola que había ganado para poder sobrevivir tras la muerte de su progenitor. Ese mismo año pasó varios meses medio enfermo, estudiando en el Conservatorio de Lieja: fue un primer contacto con la disciplina septentrional.



Hasta 1936 Argenta sobrevivió diversificando su actividad: recitales (propios o como acompañante), tocando en la temporada de ópera del Teatro Calderón y en orquestinas del Casino, entre otros. También dio sus primeros pasos en la dirección con la orquesta de la Asociación Profesional de Estudiantes del Conservatorio. Durante la Guerra Civil pudo mantener cierta actividad musical bajo la protección de distintos mandos militares mientras cumplía su labor en el regimiento de Transmisiones. En 1937, en Segovia, se casó con Juana Pallares ('Juanita', también pianista), y de este matrimonio nacieron cuatro hijas y un hijo. Como muestra en su correspondencia, su mujer y su familia fueron, junto con sus estancias en Castro Urdiales, una de sus mayores fuentes de felicidad.



En 1939 llegó su verdadero lanzamiento como pianista, después de conocer al empresario Julián Uceda, y en especial tras sustituir al violinista Eduardo Hernández Asiain con un recital en la Sociedad Filarmónica de Oviedo que asombró al público y a la crítica. Fue todo un reto profesional y personal, ya que en un intermedio del largo programa recibió la noticia de la muerte de su primer hijo recién nacido. A uno de los conciertos que siguieron asistió el pianista Winfried Wolf, un encuentro que le llevó a estudiar, primero, y a desarrollarse como concertista, profesor y director, después, en Alemania, entre 1941 y 1943, de la mano de Carl Schuricht y Franz von Hoesslin.



De regreso a Madrid, la saturación de pianistas en activo y la presión que le suponían los recitales -algo que Argenta no llevaba bien-, hacen que prepare su paso a la dirección de orquesta, tal como venía haciendo en Alemania con el consejo de Schuricht. 1945 es un año clave. Gana por oposición la plaza de profesor de piano, celesta y timbres de la Orquesta Nacional. Asimismo, crea la Orquesta de Cámara de Madrid (OCM), con la cual gana el concurso para la provisión de la Orquesta de Cámara de Radio Nacional (OCRN) para la temporada 1945-1946. El mismo año tiene la oportunidad de sustituir a Bartolomé Pérez Casas al frente de la Orquesta Nacional. Al año siguiente se le concede ya el puesto de segundo maestro, y en 1947 es nombrado cotitular, mientras seguía al frente de la OCM (con nada menos que 125 conciertos en nueve meses), orquesta que funcionó gracias al patrocinio del marqués de Bolarque. Sus extensas giras como titular con la OCM y la ON llevaron la mejor música sinfónica por toda España, difundiendo además la obra de Brahms, difícil para el público hasta entonces.



En seguida surgieron oportunidades: invitaciones de las orquesta municipales de Valencia, Bilbao y Barcelona, y de la Orquesta Filarmónica madrileña (1946-1947). José Iturbi fue el artífice de su debut internacional con la Orquesta Sinfónica de Londres en 1948. Este concierto y su presentación con la Orquesta de la Suisse Romande (dirigida entonces por Ernest Ansermet, su protector y a quien estuvo a punto de suceder como titular) en 1949, fueron el preludio de su verdadero lanzamiento internacional en 1950. En marzo, su primer concierto en París con la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio impresiona al empresario Marcel de Valmalète, el cual toma su representación y le organiza conciertos y grabaciones con las principales orquestas sinfónicas y orquestas de las radios europeas en auténtica progresión geométrica hasta 1958. En esos trece años dirigió 40 orquestas europeas y tuvo una única -y triunfal- incursión en América con la Orquesta de la Radio del Estado de Buenos Aires. Colaboró con los mejores artistas internacionales del momento: Szeryng, Ferras, Campoli, De Larrocha, Katchen, Zabaleta, Cortot, Yepes, Cassadó, Berganza, De los Ángeles, Fonteyn, Schwarzkopf y tantos otros. Se hizo con un repertorio amplio, de más de 600 obras, que reflejaba su rica sensibilidad musical. Precisamente sus programas tendían a poner en juego su variedad de recursos: su cualidad de gran constructor formal en las grandes sinfonías, su atención al detalle y al color en las obras de los nacionalismos musicales, o su extraordinario talento como acompañante. Llegó a un total de más de 800 conciertos (735 de ellos documentados en mi tesis). Muchos conocen más sus numerosos registros de zarzuela, que siguen siendo de referencia obligada hoy en día, pero igual de interesantes son sus grabaciones de música sinfónica para DECCA, Alhambra/Columbia y Club Français du Disque, premiadas en España y en el extranjero.



Esencia y expresividad

En estos documentos sonoros queda el testimonio de un gran artista, con un estilo interpretativo propio, muy directo, que huía de excesos de rubati románticos, empeñado en ir a la esencia de cada obra para arrancarle toda su expresividad. Podemos decir que había recibido de Schuricht la tradición austro-alemana en su vertiente más mendelssohniana, centrada en el ritmo, que wagneriana, centrada en el melos y la expresividad a toda costa. La prensa extranjera recurría a las figuras de El Greco o a Don Quijote para describir su físico de "caballero español" o su arranque, cuando él en verdad luchaba por integrar la creación musical española en la vanguardia internacional (aunque ello le llevase disgustos, como las reacciones sectarias provocadas por su artículo en la revista Ateneo en 1954, por lo cual casi decide exiliarse). No obstante, Argenta fue siempre Argenta, él mismo, inimitable, apasionado; su presencia en el extranjero fue en todo momento, y en palabras de su agente, De Valmalète, no como representante de ningún estereotipo castizo nacionalista del momento, sino como artista de talla internacional.

Citas del centenario

Estos días los asistentes al Auditorio Nacional pueden tomar mejor conciencia del enorme relieve musical de Ataúlfo Argenta. Una serie de paneles situados en la plaza Rodolfo y Ernesto Halffter exhiben fotografías con momentos estelares de su carrera. En la sala sinfónica recibirá este miércoles el homenaje de Josep Vicent (liderando la World Orchestra) y la soprano Ángeles Blancas, que le dedicarán su concierto al director cántabro. La efeméride ha sido aprovechada a su vez por Sony para reeditar Lo mejor de la música española dirigida por Ataúlfo Argenta, un doble CD que recoge una selección hecha por su hijo Fernando Argenta. El álbum, que da cuenta de su rico legado al frente de diversas orquestas, abarca una extensa nómina de compositores nacionales: Albéniz, Turina, Falla, Chueca...