Georg Solti. Foto: El Mundo.
El domingo se cumplen cien años del nacimiento de una de las grandes figuras de la dirección orquestal. Ya fuera al frente de la Filarmónica de Londres o la Sinfónica de Chicago, las vibrantes interpretaciones de Georg Solti, recogidas en más de 250 grabaciones, marcaron toda una época.
Empleaba la batuta con una destreza máxima, con dibujos precisos, breves, cortantes, eléctricos, medidos y estimulantes, al tiempo que su brazo izquierdo, en movimiento incesante, trazaba incesantes curvas y determinaba ataques, anacrusas y subdivisiones. Una técnica gestual algo espasmódica pero de una eficacia extrema, que se combinaba con una elástica habilidad para subdividir el compás y sostener un discurso sin reposo, merced a concisos y finos giros de muñeca, que mantenían férreamente el tempo base. Sus interpretaciones acababan por tener una vibración interior, una intensidad casi cortante, atosigante, que dejaba sin aliento. Aunque esa insoportable tensión fuera decreciendo con el tiempo.
No en balde, tras sus estudios, con Bartók, Kodály y Dohnányi, nada menos, y después de unos años como asistente en la Ópera, fue ayudante de Walter y Toscanini en Salzburgo de 1935 a 1937. Después de un ensayo de La flauta mágica, el maestro italiano, mirándolo a los ojos, le dijo simplemente, y la anécdota es muy conocida: "¡Bene!". Fue suficiente para que el joven músico arreciara en su decisión de comerse el mundo empuñando la batuta. ¡Y vaya si se lo comió! Aunque para ello tendrían que transcurrir los años de la guerra, que pasó en Suiza dedicándose fundamentalmente al piano. Incluso ganó tocándolo el primer premio del Concurso Internacional de Ginebra de 1942. Concluida la contienda, fue nombrado director general en las Óperas de Múnich (1947-1951), Fráncfort (1951-1961) y Londres (Covent Garden). Pasó luego a la Sinfónica de Chicago (1969-1991). Aceptó también la titularidad de la Orquesta de París (1972-1975), la asesoría del Palais Garnier (1973-1979) y, por fin, el podio de la Filarmónica de Londres. Su paso por Bayreuth, en 1983, para dirigir la Tetralogía, fue un fiasco. Mantuvo diferencias con Wolfgang Wagner y la producción que él había recomendado, firmada por Peter Hall, gustó poco. No volvió a la Colina Sagrada.
Solti adoptó la nacionalidad británica en 1972 y se le concedió el título de Sir. Fue precisamente un británico, el productor John Culshaw, quien lo embarcaría en una histórica aventura discográfica: la primera grabación mundial del mencionado y magno ciclo wagneriano. La estereofonía entraba en los estudios de grabación con el máximo brillo en una producción que sufrió distintos percances y que se registró a lo largo de siete años (1958-1975). Con excepcionales resultados sonoros para la época. Un hito importante en la carrera de Sir Georg, que siguió visitando con frecuencia los estudios Decca hasta su muerte en 1997.
Escuchándolos nos podemos dar cuenta de la lógica evolución del estilo del músico, que fue limando unas aristas y moderando unos tempi en ocasiones excesivamente vertiginosos. No cabe duda de que, además de Toscanini, Solti estaba influido por algunos de los directores húngaros más importantes: Fricsay, de quien asimiló la clarividencia polifónica; Reiner, del que heredó la exactitud, y Szell, del que adquirió la sabiduría constructiva.