Estrella Morente
Fernando Trueba, en unas páginas de presentación escritas especialmente para esta coyuntura, también observa dicha pluralidad en los siguientes términos: "Autorretrato es pura magia, está hecho de temas aparentemente dispares que, pasados por el filtro de Estrella, se convierten en uno solo, en una especie de composición única, un oratorio en varios movimientos".
En efecto, esta particularidad de Autorretrato está potenciada por la participación de elementos instrumentales, diferentes en cada pasaje de una obra que adquiere así una condición que podemos considerar antológica, no sólo, o no tanto por la multiplicidad estilística sino por la riqueza expresiva que imprime Estrella a cada uno de estos pasajes, transformándolos en segmentos únicos y diferenciados, aunque en el fondo exista un más o menos sutil hilo conductor que los relaciona, creando una vaporosa afinidad que tiene un nombre propio: Enrique Morente.
Porque, como ocurrió en los anteriores discos de su hija -Mi cante y un poema, de 2001; Calle del Aire, también de 2001, o Mujeres, de 2005-, la presencia de Enrique, como productor o director artístico, o ambas cosas a la vez, es más que obvia, aunque en ocasiones haya querido permanecer en la sombra. Resulta que antes de su fallecimiento estuvo volcado en este trabajo, hasta el punto, como muy bien cuenta Estrella, de que mientras ella andaba de gira por los escenarios del mundo, él se encerraba en el estudio registrando voces de referencia, palmas o teclados, eligiendo músicas, buscando textos o redactándolos él mismo.
"En este disco soy yo más que nunca porque es la vez que más he delegado en mi padre", afirma Estrella, que se ha rodeado de un plantel de ilustres colaboradores, asignando a cada uno de ellos una misión específica, según sus peculiaridades y naturaleza artística: la taxativa y contundente guitarra de Paco de Lucía para la conmovedora seguiriya; la exquisita de Alfredo Lagos para las sevillanas antiguas; la de Pat Metheny -que ya apareció en dos momentos de Morente sueña La Alhambra, de 2005, y que en esta ocasión escribe, además, la música- para En tus sueños, sobre un poema del propio Morente; las guitarras y percusiones de Antonio, Josemi y Juan Carmona -ex Ketama- para las dos series de tangos, uno de los cuales es el famoso La estrella, que compuso Enrique para su disco de 1977 Despegando. A todo esto hay que añadir las brillantes comparecencias de Vicente Amigo, Tomatito e Isidro Muñoz para las bulerías, tanguillos y habanera, las de Montoyita en otros tangos y sevillanas, la dirección y arreglos de Alain Pérez para la rumba, y las orquestaciones y dirección musical de Michael Nyman para El pregón de las moras y Réquiem, sobre versos de San Juan de la Cruz.
Autorretrato finaliza con un inquietante y estremecedor Adagio, que dejó grabado Enrique Morente, en el que no sólo cantó por soleares y peteneras, sino que igualmente registró sus propias palmas y unos esquemas melódicos, como reseña y guía, tocados con un pequeño teclado. Posteriormente, como una caricia emocionada, Estrella puso ahí mismo su voz siguiendo la huella marcada por su padre.