Es una máxima aquella que reza: “para decir mejor decir menos”. Una regla no escrita que se aplica a todo lo que queremos transmitir y el arte, justamente, no es una excepción.
Los Teatros del Canal ha estrenado la última creación de Sara Calero y su compañía bajo un sugerente título: El renacer. Según la propia Calero, ella siempre ha sido muy terrenal y esta vez se otorga la posibilidad de soñar con una transformación que la lleve a otra vida.
Con ello como premisa, la reconocida artista ha generado una coreografía que se nutre del más excelso arte flamenco y todas las fusiones posibles.
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Mas, vayamos por partes. El renacer comienza con un prescindible prólogo psicodélico que está más cerca de La guerra de las galaxias que del flamenco. Con un exagerado uso de la multimedia, la coreógrafa y bailarina nos introduce a lo que, a razón de este comienzo, será un espectáculo inconexo y aburrido. Sin embargo, y por fortuna, las apariencias engañan. Calero y su extraordinario elenco transforman las piedras en oro.
Tras el fallido empezar, El renacer retuerce el escenario de la Sala Roja de los Teatros del Canal convirtiéndolo en un tablao flamenco, donde Calero hace gala de su depurada técnica, su increíble resistencia y una elegancia sin par.
Con ella, el contrabajo de Pablo Martín Caminero y la guitarra flamenca de Javier Conde hacen vibrar, aún más, los cimientos del teatro. Una mención aparte merece la novedosa interpretación, a solas, de Juanfe Pérez con su bajo eléctrico.
Sería injusto no mencionar el arte de los cantaores Sergio “El Colorao” y José Guerrero “El Tremendo” quienes, en todo momento, arropan con sus voces los precisos taconeos de Calero.
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Todo brilló en un escenario donde se sucedían frases coreográficas e intertextualidades traídas de las más dispares expresiones artísticas. Los movimientos rigurosos se acompañaban de aparentes improvisaciones, demasiado perfectas para ser espontáneas, pero al fin y al cabo funcionales. Un espectáculo redondo –pensé- si transformamos el inicio –rectifiqué-.
Pero, como si de un círculo se tratara, luego de un acceso vertiginoso las sombras volvieron a oscurecer la creatividad. En los minutos finales, Sara Calero cerró su coreografía con una vuelta al misticismo -no muy explicado- del inicio, mezclando acordes de una conocida cantata escénica con algún tinte flamenco que sólo empañó lo que, en esencia, es una bella creación.