La Compañía Nacional de Danza calienta la Zarzuela con su programa 'América'
Cinco coreografías difíciles de ejecutar que van desde el balanchiniano 'Apollo' hasta una reciente creación del prolífero Justin Peck
En plena ola de calor Madrid eleva, aún más, su temperatura nocturna con la energía que desde el Teatro de la Zarzuela desprende la Compañía Nacional de Danza (CND). Y parecerá una exageración, mas no lo es.
Antes de disfrutar de las vacaciones estivales el buque insignia de la danza española ha desplegado su rigor artístico en dos programas que invita a todo tipo de público. Para la ocasión la CND revisita coreografías icónicas creadas a ambos lados del Atlántico y de ahí el doble programa: América y Europa.
Empezando por América, la noche del estreno la CND subió al escenario cinco coreografías difíciles de ejecutar que van desde el balanchiniano Apollo hasta una reciente creación del prolífero Justin Peck.
La subida del telón coincide con los primeros acordes de la conocidísima Apollo que, aunque creada y estrenada en el viejo continente a finales de los años 20 del siglo pasado, fue en Nueva York donde Balanchine destiló la coreografía que hoy conocemos.
Con música de Igor Stravinsky, esta pieza recrea la llegada a la edad adulta del dios Apollo de la mano de las musas de la poesía, el mimo y la danza. En la noche del estreno, fiel a la belleza clásica, el elenco de bailarines logró transmitir ese mundo helénico dibujado con líneas perfectas, pero no todo fue fluido.
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Con un empezar tan perfecto como frío, Alessandro Riga encarna el rol divino con cierto mecanicismo que lo alejaron de lo esperado. Otro tanto ocurrió con Cristina Casa -la musa de la poesía- quien además tuvo algunas limitaciones técnicas. En cambio, desde el inicio Giada Rossi fue capaz de incorporar la esencia balanchiniana aligerando sus pasos en la piel de la musa de la danza.
Para alegría de quienes asistimos al estreno, Apollo tuvo una evolución acertada con un final cinematográfico que arrancó calurosos aplausos del público.
Tras el primer intermedio, llegó esa revolución llamada Barber Violín Concerto; una coreografía de Peter Martins que muestra el tremendo contraste entre el estilo clásico y el contemporáneo. En pocas palabras, una “guerra” entre la punta y piel desnudo.
Desde su estreno en 1998 por el New York City Ballet, Barber Violín Concerto es un acierto en cualquier programa siempre y cuando se cuente con dos parejas de bailarines que combinen la precisión técnica con la capacidad interpretativa.
En esta ocasión Yaman Keleme y Benjamin Poirier encarnaron la pareja clásica, mientras que Shani Peretz y Felipe Domingos hicieron suya la contraposición contemporánea. Los cuatros intérpretes mostraron la fluidez y técnica necesarias para estar a la altura de las exigencias coreográficas. Es de justicia destacar, además, el inmenso trabajo de Benjamin Poirier como excelente partenaire hacia al final de la pieza, justo cuando trastoca su pareja clásica por la contemporánea Shani Peretz.
Tras el vendaval de Concerto, la calma se apodera del escenario para disfrutar de unos minutos, escasos, con Joaquín de Luz y Lauren Lovette en Sinatra Suite de Twyla Tharp. Con la corrección habitual, el hoy director de la CND exhibe su galantería escénica haciendo brillar a su pareja de baile en este estreno de la compañía.
Llegando al final de la segunda parte, vuelve Balanchine y su incombustible Tschaikovsky Pas De Deu -un ballet virtuoso creado para el lucimiento-. En la noche que describo su ejecución estuvo a cargo de Elisabetta Formento y Thomas Giugovaz quienes bailaron con pulcritud una pieza tan exigente como conocida.
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Un breve descanso y el escenario se ilumina para traernos otro estreno para la CND, Heatscape. Se trata de una pieza vibrante que fusiona el ballet con el arte callejero generando una coreografía de enormes dificultades debido a la demanda de sincronía, rapidez y virtuosismo.
Diecisiete bailarines nos asaltan para llenar nuestras retinas de complicadas frases coreográficas que, a pesar de dos evidentes fallos que terminaron con una bailarina en el suelo, lograron transmitir el huracán de emociones ideado por el genio de Justin Peck para el Miami City Ballet en 2015. Un cierre tan complejo como emocionante.
Si bien la CND ha sido la culpable directa de esa temperatura tórrida en la capital española, a ello contribuyó, sin lugar a dudas la Orquesta de la Comunidad de Madrid (ORCAM), la directora Tara Simoncic, el pianista Mario Prisuelos y la magnífica violinista Cristina Pascual Godoy.
Ahora tan sólo queda esperar a la semana que viene para ver que nos depara la contrapartida al programa América, es decir, Europa.