Dos bailarinas y coreógrafas vuelven a escena en las Naves del Español de Madrid. Juana Inés –con coreografía e interpretación de Carmen Cortés- podrá verse entre los días 11 y 14 en la Sala Fernando Arrabal de la Nave 11; mientras que Instrucciones para mejorar la vida –pieza en la que la coreógrafa Carmen Werner se rodea de los bailarines Alejandro Morata, Leyson Ponce y Roberto Torres– se presenta del día 12 al 15 en la Sala Max Aub de la Nave 10.
Carmen Cortés y Carmen Werner emplean lenguajes muy diferentes –flamenco y danza contemporánea respectivamente– pero representan la tenacidad del artista por su empeño en mostrar producciones estimulantes. Con importantes trayectorias a sus espaldas, ambas ofrecen estos días espectáculos que reflejan el contraste entre extremos muy distantes de una misma búsqueda de comunicación con el público.
No es la primera vez que Carmen Cortés se apoya en las letras; si antes fueron Cervantes, Wilde o García Lorca quienes inspiraron algunos de sus montajes más sonados, es ahora sor Juana Inés de la Cruz -de quien precisamente se conmemora el día 12 su nacimiento- el germen de un espectáculo tejido en torno a sus versos. La coreógrafa afirma a El Cultural compartir con Juana Inés “la certeza de no saber, la necesidad de remediarlo, la búsqueda de verdades que sólo conducen a nuevas dudas”. Un personaje fascinante y reivindicativo que para Cortés mantiene plena vigencia. “Aunque se han conseguido muchos derechos constitucionales, la lucha sigue en pie y todavía se debate la dignidad de la mujer a decir sí es sí”, añade rotunda. “Representantes de la cultura en general han denigrado nuestro arte y a la mujer”, insiste la bailaora, recalcando la importancia de tantas creadoras que permanecieron en la sombra. “El mundo, aunque nos pese, todavía es machista”, concluye.
Los versos de sor Juana Inés comparten protagonismo con el flamenco, un lenguaje que Cortés define como “una expresión del alma” porque la danza, apunta, permite expresar “los sentimientos más escondidos del ser humano. Hoy día, quienes nos preocupamos por lo que sucede en la sociedad, somos responsables de hacerlo saber a través de nuestro arte. Pero tienen que dejarnos”. Este montaje, en el que la coreógrafa se apoya en dirección escénica de Carme Portaceli, música de Gerardo Núñez, dramaturgia de Nando López, diseño sonoro de Carlos González y diseños de iluminación y vestuario de Gómez Cornejo e Isabel Núñez, respectivamente, se fraguó en 2019. Su mensaje, nos dice, llega al público “de buen talante” pero lamenta “la lucha constante por conseguir resultados”. Siendo su profesión y la música sus dos herramientas principales, Cortés reconoce que es “el texto lo que me tiene que arrancar el alma para que el pensamiento vuele” y una nueva obra eche a andar. Partiendo de lo “más ritual del flamenco y de nuestros ancestros”, Carmen Cortés mantiene un vínculo intenso con los artistas con los que trabaja: “Están en la misma lucha y tienen el mismo respeto por nuestro arte. Siempre están dispuestos”.
Para la bailaora, la lejanía del escenario durante el confinamiento y la complicada situación de los bailarines exige que “estemos preparados física y mentalmente al 100%. Nuestras familias son las que en este momento nos están apoyando para que no desvanezcamos.” No cree que nos estemos acostumbrando a la incertidumbre, “aunque lo parezca”, y admite que el único recurso es “crear, estudiar, apoyarnos con cultura y más cultura”.
La otra cara de la moneda, aunque con similar espíritu de denuncia y apoyo en sus colaboradores refleja Carmen Werner, fundadora y directora de Provisional Danza, histórica compañía que coproduce este montaje con la Cía. Nómadas. Su Instrucciones para mejorar la vida tiene música de Luis Martínez, vestuario y atrezzo de Luis Alonso, iluminación de Alfredo Díaz Umpierrez y Cristina Gómez Jiménez, y edición musical de la propia Werner. La coreógrafa denuncia el escepticismo que impera en la sociedad de hoy como consecuencia de la búsqueda de una cierta paz mental. Confiesa Werner que es una pieza especial para ella porque comparte elenco con bailarines y coreógrafos maduros con los que mantiene un vínculo de amistad forjada con los años, lo que significa “mucho tiempo de pensar, ensayar, dialogar…. Puede haber gente joven que es muy madura, pero nosotros llevamos muchos años trabajando en escenarios, y eso me parece muy importante y notable”, explica. El escepticismo, indica Werner, es también “una consecuencia de la madurez”.
Como Cortés, Werner se apoya en las palabras, aunque en su caso el texto “habla de nosotros y de la vida” partiendo de “lo cotidiano, en las necesidades de cada uno”. Surge así una obra ya muy bien recibida que ahora puede verse en Madrid. “Me encanta la respuesta del público”, confiesa la bailarina. “Cuando empecé esta creación en 2019 no teníamos ni idea de lo que pasaría luego, así que propuse hacer algo sobre nosotros… y así lo he continuado. Nada y todo es necesario, las situaciones y las cosas pasan”.
La pandemia, reflexiona Werner, nos ha cambiado todo: “Unas relaciones se han alejado mucho, otras son más estrechas… y en los artistas eso es muy complicado porque nosotros no guardamos distancias; ni de seguridad ni emocionales”. Dice que el día a día del artista es “muy difícil. Sobre todo el no saber qué pasará mañana”. Por ahora Werner no parece querer pararse a vaticinar cómo será el futuro. “No tenemos ni idea de cómo habrá cambiado la vida del artista cuando todo acabe; de momento digo que ojalá pase, y pronto. Por favor”.