Nacho Duato (Valencia, 1957) vuelve a coreografiar, tras más de una década, para la Compañía Nacional de Danza (CND). Su ballet Morgen;, con Polyphonia (2001) de Christopher Wheeldon y Grosse Fuge (1971) de Hans van Manen, podrá verse este viernes en el Palacio de Festivales de Santander. A pesar de la relevancia del trío de coreógrafos, la presencia mediática de una obra nueva de Nacho Duato vuelve a imponerse con contundencia en la compañía.
“Estoy muy contento trabajando en la CND”, explica Duato a El Cultural. “Es como volver a mi antigua casa, en la que vive otro… pero la conozco muy bien”, añade con humor. Él dirigió la CND entre 1990 y 2010, imprimiendo durante dos décadas su personal sello a una agrupación que abandonó en ese tiempo la danza clásica para centrarse en la creación contemporánea, y especializando a su elenco en un estilo específico con el que destacó internacionalmente. Hoy, las coreografías de Duato se bailan por todo el mundo y es director artístico del Ballet Mikhailovsky. Su salida –un tanto polémica– de la CND dejó paso a ocho años en los que José Carlos Martínez abrió de nuevo la compañía a la danza clásica mientras seguía incorporando repertorio actual de otros creadores.
“El suicidio es un asunto difícil porque incluso los que lo han superado se avergüenzan de no tener el valor de matarse ni tampoco para seguir viviendo”
En 2018, tras ciertas reticencias del coreógrafo, la CND volvió a bailar algo suyo: el célebre Por vos muero en un montaje que supervisó personalmente en la sede de la institución, donde se reencontró con algunos de sus bailarines, todavía en plantilla. “Ahora también tengo bastante gente alrededor con la que ya había trabajado y el ambiente en los ensayos es muy bueno, con un grupo muy tranquilo, muy trabajador”.
Después volverían a la CND sus ballets Remansos y White Darkness, ya en la época de su director actual, Joaquín de Luz. En Morgen; Duato cuenta con sus habituales Pedro Alcalde y Nicolás Fischtel para música e iluminación, y él mismo firma el vestuario y la escenografía: “Es muy simple, es que vengo de hacer El lago de los cisnes con cuatro actos y no sé cuántos mil decorados y trajes, así que quería hacer algo distinto”, indica. “He retomado el trabajo en el punto en el que lo dejé en la CND cuando me fui: Hevel, Herrumbre, Cobalto… coreografías más oscuras”.
Morgen;, explica, “es una reflexión sobre el suicidio, la nueva 'pandemia oculta' porque ha subido casi un 400 % desde que apareció el virus”. Sin embargo, desvela, “el ballet acaba bien, hay un punto de esperanza al final”. La inclusión de un punto y coma en el título implica continuidad. “Si pones un punto al terminar una frase significa un final; con un punto y coma, la frase sigue. Fue idea de una chica que intentó suicidarse y logró superarlo. Hay quien se lo tatúa pequeñito en la muñeca, el tobillo, el cuello…”.
Pregunta. Detrás de sus ballets suele haber alguna motivación personal o social que los impulsa.
Respuesta. Sí, lo descubrí a los pocos años de empezar a coreografiar, aunque mis obras fueran entonces más ligeras. Mi tercer ballet ya estaba inspirado en el muro de Berlín, el cuarto –Raptus– es sobre el amor y la muerte, y Jardí tancat reivindicaba el carácter del campesino abandonado, la España vacía. Desde los 24 años he sido consciente de que el ballet también es una herramienta para hacer a la gente ver el mundo de otra manera y reflexionar sobre ciertos aspectos de nuestra sociedad. Para hacer un mero entretenimiento o algo que esté de moda, me dedico a otra cosa.
Cuchilla, pistola, soga...
P. En este caso hay un poema de Dorothy Parker vinculado a su coreografía.
R. Ella intentó suicidarse con cuchillas, pero le daba mucho miedo la sangre, luego con una pistola, después con una soga… Un amigo le dijo: “En vez de estar todo día pensando en matarte, ¿por qué no vives?”. Y se dio cuenta de que era más difícil matarse que vivir. El poema es un poco cínico, tiene bastante humor. Es un asunto difícil porque incluso los que lo han superado se avergüenzan pensando que no son lo suficientemente valientes para matarse pero tampoco para vivir.
Insiste Duato en la estigmatización del suicidio y la falta de ayudas: “Es una enfermedad que tiene que ser tratada y nuestra sanidad pública debería estar mucho más presente. Ya lo está reclamando el partido de Íñigo Errejón, son los que siempre tratan de avanzar socialmente en nuestro país”, opina contundente. “En el estudio de Albert Camus sobre Sísifo, y en toda su obra, dice que el problema filosófico más importante es el suicidio: por qué seguimos viviendo y no nos matamos en este mundo de tanta absurdidad. Cuando tratas este tema, de alguna forma estás tratando todos los temas que atañen al ser humano”, añade parafraseando al autor francés.
Agujero económico
P. Cuando vino usted a Madrid en 2015 como director del Staatsballett de Berlín con su Bella durmiente parecía que se hubiera reconciliado con el ballet clásico tras su paso por Rusia.
R. A ver, es que por un lado tenía dinero, 150 bailarines buenísimos, un teatro en el que bailábamos 180 funciones al año, dos orquestas… Claro que podía hacer clásicos. Lo hubiera podido hacer aquí si hubiese tenido un teatro con los talleres adecuados de sastrería y decorados. Pero hacer un ballet clásico sin teatro, con decorados que son telas pintadas, no. Una compañía itinerante no puede tener unos decorados como los que tengo en el Mikhailovsky o los de la Ópera de París. Parte de la compañía viajará este verano con mi Romeo y Julieta, pero otra parte se queda bailando otras cosas, ¡y los 40 bailarines que viajan estarán una semana en cada teatro! Pero con la CND, por ejemplo, voy a estrenar en Santander, un día nada más y luego volvemos. No es rentable llevar tres camiones de decorado para bailar un día y volver, eso es un agujero por el que se pierde el dinero. Por eso no hice clásico, pero lo podía haber hecho desde que empecé, y la prueba es que ahora voy a hacer Don Quijote y ya he hecho Cascanueces, Lago, La Bayadère… y me encanta, es un reto. Pero me gusta bien bailado, con vestuario y decorados exquisitos.
“Es imposible hacer ballet clásico bien en España, si solo un tutú bueno cuesta tres mil euros”
P. ¿Cree que la brecha entre clásicos y contemporáneos es principalmente económica?
R. Muchas veces, sí. No es sólo económica, pero aquí en España hay compañías contemporáneas de 12 bailarines o así porque las pueden mantener, pero es que no hay ayudas. En Alemania hay 70 compañías subvencionadas por el Estado: en cada ciudad tienes un teatro con compañía estable y presupuesto. En Berlín creo que tenía un presupuesto de 7 millones al año. Y aquí, pues las que tratan de hacer clásico, yo lo siento mucho, las admiro y apoyo, pero nunca les puede salir bien, porque un tutú bien hecho te cuesta tres mil euros.
P. Ha iniciado una petición en Change.org solicitando una compañía estable en cada
Comunidad Autónoma. ¿De verdad cree que eso es realista o es usted un romántico
empedernido?
R. Lo he hecho porque ya no lo pido para mí; yo estoy en San Petersburgo y dentro de unos años lo dejaré porque ya tengo 65 años. No quiero nada. Si les parece bien, puedo asesorar, y además, gratis. Lo hago por las futuras generaciones. ¡Me da tanta pena que por ejemplo los niños de España no puedan ir a ver Cascanueces por navidad! ¡Es que la gente ahora no puede disfrutar un Don Quijote, que es maravilloso! Sí, soy un romántico porque creo que no me van a hacer mucho caso.
Cita con felipe VI
Revela que va a ser recibido próximamente por Felipe VI para exponerle sus ideas. “Sería muy bonito que la Infanta Sofía fuese la madrina del ballet permanente del Teatro Real, por ejemplo. ¿No le gustaría a él que sus hijas o sus nietas tuvieran un Cascanueces todas las navidades?”. Antes de la llegada de Duato, la CND tuvo en repertorio un Cascanueces creado en 1986 por Ray Barra, su entonces director, y posteriormente otro de José Carlos Martínez, estrenado en 2018.
Cree que la burocracia española es ahora más compleja que cuando él dirigía la CND. Entre los problemas actuales menciona también la falta de continuidad de los proyectos y las rencillas dentro de la profesión. “La gente es muy envidiosa”, advierte. Y frente a cierta desidia reivindica “pasar a la acción”. Lamenta, sin embargo, que los jóvenes “están acostumbrados a acomodarse y mirar el móvil, pero entran en Change.org y si tienen que poner su DNI y el nombre completo, ya ni firman. La mayoría de ellos está abducida por las redes sociales”. Pero él no va a parar: “Al menos, que me escuchen”.