Tras una década dirigiendo el English National Ballet (ENB), la bailarina española se aleja del que ha sido su país de acogida durante los últimos 25 años y se convierte en la primera mujer a la cabeza del San Francisco Ballet, una de las compañías más poderosas de los Estados Unidos. Tamara Rojo encabezará así el cuarto proyecto directivo de una compañía fundada en 1933 por William Christensen y más tarde liderada por su hermano Lew –codirector junto a Michael Smuin– y por Helgi Tomasson, su actual director hasta finales de este año. Es fácil suponer que se avecinan tiempos de cambios en una compañía que hoy tiene unas sólidas bases estilísticas claramente influidas por el trabajo de George Balanchine.
Tamara Rojo (Montreal, 1974), una de las figuras mas visibles de la cantera de Víctor Ullate, llegó al Reino Unido de la mano de Galina Samsova tras hacerse con el Gran Premio del Concurso de París en 1994. En el Scottish Ballet tuvo su primer contacto con el repertorio clásico y romántico de ballet convirtiéndose, poco después, en Primera Bailarina de ENB bajo la dirección de Derek Deane, quien creó para ella los papeles principales de sus versiones de Romeo y Julieta y El cascanueces.
Su salto al Royal Ballet de Londres en 2000, invitada por Anthony Dowell como Primera Bailarina, colocó a la artista española en un ambiente artístico inigualable y se convirtió en una de las favoritas del público internacional. Sus dotes interpretativas en papeles dramáticos y su técnica explosiva han convertido a Tamara Rojo en una bailarina popular tanto en el escenario como en las redes sociales; las estudiantes de ballet cuentan sus pirouettes y los segundos que duraban sus largos equilibrios sur les pointes, mientras los críticos alaban los matices de sus personajes.
Tamara Rojo ha protagonizado Giselle, El lago de los cisnes, La bella durmiente, La Bayadera, Don Quijote… y también el repertorio característico inglés de Kenneth MacMillan y Frederick Ashton, que ha interpretado con absoluta brillantez. Su lista de galardones es extensa: desde la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de España al Benois –considerado el Oscar de la danza– pasando por el Príncipe de Asturias o el Critics’ Circle Dance Awards de Londres; ya como Directora del English National Ballet, fue nombrada Comendadora de la Orden del Imperio Británico en 2016 por su contribución a la danza.
Desde su llegada como directora a ENB, Tamara Rojo se propuso abordar un cambio integral en la institución, que ha mantenido su premisa de hacer la danza asequible y accesible para todos los públicos. Mientras defendía la necesidad de una absoluta excelencia artística en escena y mejoraba los cuidados médicos de sus bailarines, Rojo ha renovado el repertorio propiciando la entrada de numerosas obras coreografiadas por mujeres e integrado el lenguaje contemporáneo en la compañía. Una nueva pieza de Akran Khan (Creature) y Raymonda –el primer ballet coreografiado por la propia Tamara Rojo, que ha sufrido un retraso en su estreno a causa de la última ola covid en el Reino Unido– se presentan esta temporada.
En los últimos años, la directora se ha enfrentado sin perder la compostura a las malévolas acusaciones de quienes quisieron ver cierto trato de favor en su romance con Isaac Hernández, Primer Bailarín de la compañía y padre de su hijo, nacido hace menos de un año; el artista mexicano Hernández, uno de los bailarines más notorios de la actualidad, también se trasladará al San Francisco Ballet, la compañía en la que inició su carrera. Rojo abandona ENB a finales de este año, dejando atrás una espectacular nueva sede que levantó para la compañía; un complejo galardonado con el RIBA Award que recientemente ha sido bautizado como Mulryan Centre for Dance. Un consejo artístico asesor formado por expertos se enfrentará en breve al arduo proceso de encontrar su sucesor al frente de English National Ballet.