¿Qué libro tiene entre manos?
Humo, de José Ovejero, y Autorretrato sin mí, de Fernando Aramburu.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Sentir que le habla a un lector que no soy yo.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café?
Un mate con Julio Cortázar.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Alguno de Tintín, con los que aprendí a leer.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Siempre en papel, oliendo y tocando las hojas.
¿Qué acontecimiento cultural le hizo cambiar su manera de ver el mundo?
Que mi padre me llevara al teatro, siendo adolescente.
Se pasa a la novela. ¿Dónde ha sido más usted mismo, en el teatro o en la narrativa?
Ni en el teatro ni en la narrativa soy yo mismo: soy el fantasma de alguien cuyo nombre coincide con el mío. Hago autoficción, pero lo que cuento no es exactamente lo que he vivido. Escribo para ser otro con mi nombre.
¿Hasta dónde ha llegado en la novela que no haya llegado en el escenario?
A contar otra de mis vidas: el traductor internacional en Nueva York.
¿Ha expiado completamente su pasado con la novela y las dos obras de teatro?
La literatura no expía el pasado: lo abre en carne viva y lo expone, renovando la culpa. Seguiré hurgando en esa herida.
¿Qué diagnóstico haría del País Vasco actual?
Creo que empezamos a mirarnos a los ojos y a reconocer el dolor del otro, pero queda todavía mucho camino por recorrer antes de pasar página.
En relación a ETA y su rastro de dolor, ¿percibe una pugna por consolidar el famoso “relato”?
Percibo que ha empezado el tiempo de ficcionalizarlo desde distintas perspectivas y esas miradas poliédricas darán relatos. En plural.
¿Ve necesario ese “relato” ¿Cuál sería el suyo?
Que quien apretó el gatillo no tenía ninguna justificación política para hacerlo. No lo olvidemos.
¿Qué sentimientos le despertó leer Patria?
Reconocimiento, gratitud, envidia sana: otro escritor ya había armado el mundo de mi adolescencia con voz certera.
Volvamos al teatro. ¿Qué ha dejado al descubierto la pandemia en la escena?
Que sin presencia física no hay hecho teatral.
¿Qué obra reciente le ha dejado impresionado?
Transformación, de Paloma Pedrero. Me hizo salir del debate político.
¿Qué tipo de música escucha habitualmente?
Desde Bach hasta Benito Lertxundi.
¿Le importa la crítica, le sirve para algo?
Nadie es más crítico con mi trabajo que yo mismo cuando pongo el punto final; pocas veces una mirada externa me ha revelado las fallas que no he sabido resolver.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Abismarme contemplando la pintura de Rothko es la emoción más pura que he vivido.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Miquel Barceló o Tàpies.
¿Qué libro le recomendaría al presidente del Gobierno?
Juan de Mairena, de Antonio Machado.
¿Le gusta España? Denos sus razones
Nacer en este trozo del mundo me ha hecho enraizarme en una de las culturas más diversas y universales; escribir en una de sus cuatro lenguas es subirme a hombros de gigantes cuyos ecos resuenan en mi voz.
¿Qué medida urgente tomaría para superar la actual crisis del sector cultural?
Escuchar a los profesionales que hacen la cultura día a día, en lugar de a los gurús que predicen “tendencias
del comportamiento en el consumo futuro de productos culturales”.