El Comité Organizador de los Premios Max de las Artes Escénicas ha otorgado por unanimidad el Premio Max de Honor 2020 al bailarín y coreógrafo Nacho Duato por ser una figura clave en la historia de la danza de nuestro país. El comité ha resaltado su vasta trayectoria como intérprete y coreógrafo, una carrera incansable, comprometida con la danza y las Artes Escénicas de nuestro país y con su visibilización por todo el mundo. Asimismo, le ha destacado por su naturaleza pionera y revolucionaria y por su labor como embajador y representante de la danza contemporánea española en todo el mundo.
El coreógrafo, afincado entre Madrid, Valencia y Moscú, recibirá el galardón previsiblemente el 7 de septiembre en el Teatro Cervantes de Málaga durante la ceremonia de entrega de la XXIII edición de los Premios Max de las Artes Escénicas que organiza la Fundación SGAE con la colaboración del Ayuntamiento de Málaga y del propio Teatro Cervantes. “Me da cierta vergüenza regresar después de tanto tiempo fuera de España, pero también especial ilusión porque estos premios tienen mucho peso y son de gran prestigio. Me extraña que sea ya a toda mi carrera, porque sigo sintiendo que con cada trabajo comienzo de nuevo”, ha declarado en una entrevista tras conocer la noticia.
El silencio del Teatro Real de Madrid recibe a Ignacio Duato: “Un teatro debe estar vivo, sonar. Es vergonzoso mirar la programación de teatros como este y ver que solo cuentan con 10 o 15 funciones de danza al año”, confiesa nada más llegar. Un discurso reivindicativo, que recuerda su carácter y compromiso social, que se hará efectivo con la constitución de una Fundación propia durante este año con la que pretenderá poner el foco en la danza y llamar la atención de las instituciones públicas. “La danza parece la cenicienta de las Artes Escénicas y no entiendo ese rechazo, creo que proviene de los Reyes Católicos y esa aversión hacia la expresión del cuerpo. Dicen que la danza no gusta, pero nunca vi el Real vacío en los espectáculos que dirigí en España”, denuncia.
Juan Ignacio Duato Barcia nació en Valencia en 1957, municipio que le ha considerado ciudadano de honor. Coreógrafo e intérprete, no ha dejado de bailar desde los 16 años, mientras que sus primeras coreografías las firmó con solo 23 años. Convertido hoy en un referente de la danza contemporánea tanto en España como fuera de ella, ha dirigido el Ballet del Teatro Mikhailovski en San Petersburgo (2011-2015) o el Ballet de la Staats Oper de Berlín (2015-2018) y ha creado centenares de coreografías, entre las que destacan sus piezas Arenal, Duende o Gilded Goldbergs.
Sin embargo, ser un “ciudadano del mundo” no le ha hecho olvidar sus orígenes y continúa siendo muy crítico con las instituciones públicas españolas. Entre sus reivindicaciones se encuentra la creación de una sede en el Teatro Real para la Compañía Nacional de Danza, así como el apoyo de las instituciones públicas para subvencionar compañías y el empleo de la danza como catalizador social. Entre risas, proclama que sería lo primero que hiciera si fuera ministro pero siempre renunció a las aspiraciones políticas porque se pierde “la honestidad”. “La gente se cree, los críticos e instituciones públicas piensan que ofrecer consejos prescriptivos es lo mejor. Y no, por ahí no va la cosa”, sentencia.
Embajador de la danza hecha en España
Veinte años estuvo al frente de la Compañía Nacional de Danza (1990-2010), entidad que, bajo sus directrices, consiguió elevarse como una de las más importantes del mundo. Londres, Nueva York, Tokyo, París, Moscú, Sidney… son solo algunas de las capitales a las que llevó la danza hecha en España. Su éxito, irrefutable, le permitió firmar más de 50 coreografías para la compañía que, tras su marcha, quedaron en el olvido. “¿Te imaginas que se tirarán a la basura 20 cuadros de Velázquez porque se marcha? Pues con la danza en este país sí ha sucedido, supongo que, porque no es palpable”, lamenta Duato.
Pese a ello, al echar la vista atrás recuerda con cariño su experiencia como director en la CDN. “Fueron años de muchísimos éxitos. Lo que la compañía necesitaba era una identidad propia, que no tenía. Para eso, hice trabajos nuevos a medida para los bailarines, remábamos todos en la misma dirección, con las mismas fuerzas y las mismas ganas, y por eso nos convertimos en referentes en todo el mundo”. En total, generó 113 coreografías, de las cuales 50 fueron de autoría propia.
Entre sus logros, actualizar la danza clásica y contemporánea hasta el punto de no poder ser etiquetado por la crítica, pero el aplauso del público avala su talento: “Mi obra llega a todos los públicos, gusta mucho. Mi trabajo es para neófitos, entretenidos, puristas clásicos, modernos… Los puristas dicen que soy muy moderno, los modernos que soy muy clásico. Creo que no saben ya donde encasillarme”, continúa.
Un equipo medida para el bailarín
Actualmente, Duato dirige el Ballet del Teatro Mikhailovski de San Petersburgo, espacio en el que reconoce “es donde más me han valorado”. Allí continúa trabajando con el mismo equipo de personas que le han acompañado durante toda su carrera: Pedro Alcalde y Sergio Caballero como directores musicales, Jaafar Chavali, arquitecto iraní para la arquitectura de escena, Brad Fields, como director de iluminación, y Angelia Atlagić, como figurinista, entre otros. “Es importante trabajar siempre con la misma gente, personas que sean muy buenas en sus trabajos, mejor que yo de hecho, y de los que yo tomo consejos. Todos formamos un equipo muy fuerte y me siento muy seguro cada vez que estrenamos un nuevo trabajo”, recalca. “Siempre estoy trabajando en la cabeza, no soy una persona que tome notas o haga dibujos. Primero escucho mucha música, una vez elegido un tema convive conmigo un año entero, y cuando tengo claro lo que tengo que hacer se suceden muchísimas reuniones con todos los colaboradores”.
Sin embargo, a la hora de plasmar la coreografía la libertad se adueña del ensayo: “En el estudio me gusta improvisar y permito al bailarín muchísima libertad, extraigo de él sus aptitudes para mejorar entre ambos las coreografías, les permito abrirse y que pongan de su parte, cuánto más mejor”. Esa identidad propia, ese trabajo diario con sus bailarines es la gran seña de identidad en las obras de Duato. “En España estuve 20 años dirigiendo, hay bailarines que llegaron con 18 años y que se retiraron conmigo, que los he visto durante 20 años evolucionar…”, rememora con nostalgia.
Un nuevo premio
Ignacio Duato (Valencia, 1957) se formó en la Rambert School de Londres y amplió sus estudios en la Mudra School de Maurice Béjart, en Bruselas y en la American Dance Centre de Alvin Ailey, en Nueva York. Su carrera profesional comenzó en 1980, cuando firmó su primer contrato con el Cullberg Ballet y, un año después, de la mano de Jirí Kylián, ingresó en el Nederlands Dans Theater, compañía de la que fue nombrado coreógrafo estable en 1988. Por sus éxitos como bailarín recibió en 1987 el VSCD Gouden Dansprijs (Premio de Oro de la Danza). Su primera coreografía, Jardí Tancat (1983) ganó el primer premio en el Internationaler Choreographischer Wettbewerb de Colonia y desde entonces se han sucedido múltiples premios como coreógrafo: Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres de la embajada de Francia en España en 1995, la Medalla de Oro de Bellas Artes del gobierno español en 1998, dos Premios Max en 1990 y 2000, Benois de la Danse en 2000 y el Premio Nacional de Danza de Coreografía en 2003. Además, el Departamento de Asuntos Exteriores español le otorgó la Medalla al Mérito Civil. En 2015, recibió el Premio de la Ciudad de Alcalá para las artes y la literatura. Sus ballets y coreografías forman parte del repertorio de las más prestigiosas compañías internacionales.