Entre las obras curiosas y de interés que nos ofrece esta temporada la Orquesta Nacional se sitúa, este viernes, el sábado y el domingo, el Te Deum del poco conocido por estos pagos Walter Braunfels, un compositor encuadrado por los nazis en el apartado de los “degenerados”, un músico serio, descendiente de Ludwig Spohr, discípulo pianístico del gran Leschetizky y, en materia de composición, de Navratil. Con Hermann Abendroth dirigió la Escuela de Música de Colonia. Sus creaciones están en la línea evolucionada de un Brahms, aunque con una vocación más expansiva.
Encuentran demostrativa consecución en este gigantesco Te Deum, trazado con una escrupulosidad formal y un talento contrapuntístico de primer orden que revela por otro lado, según H. J. Kalcsick, una cierta influencia de Berlioz y del postromanticismo de Hans Pfitzner. Una soprano y un tenor han de pechar con las nada despreciables dificultades de escritura, a las que se une un bien poblado coro. Pedro Halffter, bien bragado en este tipo de partituras, se pone al frente de las formaciones Nacionales y de la soprano Manuela Uhl, de conocida solidez, y del tenor David Pomeroy. El programa se completa con el Capricho para piano y orquesta de Stravinski, una supuesta improvisación que tendrá a la eficiente y experta Rosa Torres Pardo ante el teclado.