Uno de los ejemplos más perfectos de cosmopolitismo y superación de las barreras identitarias son las orquestas. En los tiempos del Brexit (y otros arrebatos tribales), se han erigido en un modelo de convivencia étnica y de colaboración solidaria en pos de un objetivo común. Esa armonía plurinacional alcanza un nivel extremo en la Mahler Chamber Orchestra (MCO), compuesta por 45 músicos fijos de 20 países, sobre todo europeos, aunque también acoge instrumentistas de Chile, Venezuela, Japón y Australia. La música hermana voluntades en este ensemble errante, que recorre el planeta como una tropa de élite armada de partituras e instrumentos. Sus miembros se reúnen sólo dos días antes en la localidad en la que van a tocar. Ensayan, dan el concierto en cuestión y hacen la maleta de nuevo para viajar al próximo destino. Terminada la gira, cada uno vuelve a su ciudad. Este protocolo de nomadismo incesante lo cumplimentarán también en su próxima tournée española, que les llevará a los cuatro principales festivales de música de nuestro país: Granada (12 de julio), Quincena de San Sebastián (1 y 2 de agosto), Santander (3 de agosto) y Peralada (10 de agosto).
“Nuestro gran estímulo es trabajar globalmente, uniendo culturas por encima de sus fronteras”, explica a El Cultural Michael Addick, director general de la agrupación, en el vestíbulo de L’Auditori de Barcelona. Dentro de su Sala Pau Casals, la MCO está grabando bajo la batuta de Pablo Heras-Casado y el embrujo flamenco de la cantaora Marina Heredia un disco consagrado a Falla que lanzará Harmonia Mundi en septiembre. El álbum incluirá El amor brujo y El sombrero de tres picos, el famoso ballet del compositor andaluz, con el que el tándem Heras-Casado/MCO cerrará a su vez el Festival de Granada en el Palacio de Carlos V, ‘decorado’ para la ocasión por el artista Frederic Amat. Un broche idóneo si tenemos en cuenta que se cumplen 100 años de su estreno en el Alhambra Theatre de Londres, bailado entonces por los Ballets Rusos de Diáguilev, con figurines y decorados diseñados por Picasso y coreografía de Léonide Massine.
Radicalidad y modernidad
"Para tocar Falla, la MCO es la orquesta apropiada: radical, moderna, sin prejuicios y sin miedos". Heras-Casado
El aterrizaje de este conjunto en Falla es un nuevo alarde de su voracidad musical y de su amplitud de miras. Hasta la fecha no se habían enfrentado a su peculiar vanguardismo de raíz andalusí. Esa ‘virginidad’ fue precisamente lo que convenció a Heras-Casado de que la MCO era la orquesta perfecta para registrarlo. “Sí, no dudé, porque esta música estaba pidiendo un acercamiento radical, moderno, sin miedos ni prejuicios. Son obras que están mucho más cerca del mundo de Bartók y Stravinski que del tardorromanticismo. Sospechaba que la MCO era la opción más acertada y lo confirmé desde que empecé a ensayar con ellos hace unos días”, señala el maestro granadino en un bareto al uso en las afueras del auditorio barcelonés, que ha pedido abandonar para la entrevista tras una jornada maratoniana encerrado en él. Ya degustando una caña, que –se nota– le sabe a gloria, y mientras de fondo suenan Los Reincidentes (chirriante banda sonora para la conversación), recalca que quiere sorprender con una reinterpretación revolucionaria de Falla. “Es curioso que haya tardado tanto en aproximarme a él habiendo crecido muy cerca de la casa donde vivió gran parte de su vida. Pero esa tardanza me ha dado una mejor perspectiva de su obra. Nos hemos centrado en la partitura y nos hemos olvidado de todas las adherencias que la tradición ha ido posando sobre ella. Digamos que hemos hecho algo similar a la restauración de la Capilla Sixtina, cuando se consiguió que aflorasen sus colores chillones”.
Heras-Casado lleva ya varios años trabajando con la MCO, fundada por Claudio Abbado en 1997. Su origen deriva de una serie de hitos previos que demuestran el carácter emprendedor del legendario maestro boloñés y su apoyo infatigable a las jóvenes generaciones. Abbado había dado a luz a la Joven Orquesta de la Unión Europea (EUYO) en 1978. Su visión paneuropea lo empujó a alumbrar casi 10 años después otra formación juvenil que acogiera además a músicos de la Europa oriental, la Gustav Mahler Jugenorchester (GMJO). Contribuyó así a derribar el telón de acero con su batuta a mediados de los 80. En esta última agrupación se crearon lazos tan estrechos que sus componentes, obligados a abandonarla tras superar el tope de edad que marcaban sus estatutos, decidieron seguir trabajando juntos. Fue así como nació la MCO, bajo el auspicio, de nuevo, del omnipresente Abbado.
"En las orrquestas tradicionales grandes no hay tanta democracia interna. La Filarmónica de Berlín es una excepción". Michael Addick
“Nadie ha hecho tanto por los jóvenes músicos como él en Europa. Es inigualable su aportación. En otro contexto, sólo es comparable a Abreu y su Sistema”, señala José Vicente Castelló, trompa principal de la orquesta, que charla con El Cultural sólo unos minutos antes de que arranque el concierto barcelonés, coronación de los ensayos de los días previos y de donde se extraerá la mayor parte del ‘material’ para el disco (hay que aprovechar la energía del directo). Habla junto a sus compañeros Rodrigo Moro (contrabajo) y Júlia Gállego (flauta). Esta última es la que más a fondo conoció a Abbado, pues lleva en la orquesta desde 1998, sólo un año después de su nacimiento. “Lo tengo presente cada día. Guardo muy buenos recuerdos de él. Nos inculcó su obsesión por las cosas bien hechas y por la idea de cohesionar el colectivo. Creía que sólo se podía hacer buena música si la trabajábamos de verdad juntos, escuchándonos unos a otros. Lo que más huella me dejó fue su manera de dirigir ópera. Era exquisita”. Moro, también contrabajista de nuestra Orquesta Nacional y el último de esta tripleta hispánica en llegar a la MCO, escucha atentamente a los veteranos y cuando le llega el turno de participar, suscribe: “Es verdad, esa filosofía se nota desde el momento que entras. Para mí, es un sueño estar aquí, una orquesta donde no sientes la rutina y los músicos lo deciden todo”.
En efecto, ese es otro rasgo distintivo de la MCO desde los tiempos de Abbado. Su nivel de democracia interna es elevadísimo. Los músicos, a través de diversos comités y en contacto continuo con Michael Addick y su equipo gestor, determinan los itinerarios de las giras, los proyectos en los que se van a embarcar (como el edificante Feel the Music, diseñado para sordos), los ‘fichajes’ de nuevos miembros, los solistas y los directores con los que van a tocar…
"Nadie ha hecho tanto como Abbado por los músicos jóvenes. Es comparable a Abreu y su sistema". José Vicente Castelló
Tras la etapa de Abbado, estuvieron unos años bajo la férula de Daniel Harding, pero al término del mandato de éste optaron por abolir el sistema de director titular y se decantaron por una fecunda ‘promiscuidad’ de batutas. Mantienen vínculos regulares con el propio Harding o con Teodor Currentzis, sí, pero para cada repertorio que abordan, desde el clasicismo de Haydn o Mozart a compositores contemporá-
neos, escogen al maestro que creen que les va a sacar mayor un partido. De ese eclecticismo da cuenta su gira por nuestro país en la próximas semanas. Aparte de Heras-Casado en Granada, las huestes de la MCO estarán guiadas por Jakub Hrusa en San Sebastián y Santander, mientras que en Peralada sus riendas las llevará Dudamel, con el que están asentando una sólida relación. De hecho, en 2020, vendrán a España con él de nuevo para interpretar una versión concertante del Fidelio de Beethoven en el Palau de la Música Catalana.
“El diálogo que mantenemos con los músicos es constante y muy constructivo”, dice Addick, que llegó a la orquesta en 1999 y ha pilotado su reestructuración societaria para poner en sintonía los aspectos legales de su gestión con sus principios horizontales y asamblearios. “Entre las orquestas grandes y tradicionales –explica– es muy difícil encontrar un modelo de funcionamiento equiparable. La Filarmónica de Berlín es una excepción. Es más común entre orquestas alternativas e independientes como la nuestra, que no tiene financiación pública salvo para algunas iniciativas concretas. En Alemania hay estructuras similares pero nuestro nivel de democracia es muy, muy inusual. Aquí todo se sostiene sobre la confianza mutua”.
Familia española
La confianza es la clave de bóveda del ensemble. Lo demuestra el proceso de selección de sus miembros. El caso de Rodrigo Moro es muy significativo. “Cuando me presenté a las audiciones, sólo había estado un año en EUYO. Nada de orquestas grandes. Pero me cogieron porque les gustó cómo toqué. Se basaron únicamente en lo que oyeron, no en mi currículum”, recuerda el joven músico, que ya forma parte de la nutrida familia española dentro de la agrupación. Con ocho miembros, es la más numerosa tras la alemana, que tiene 12. Británicos hay ocho también. Todos ellos, según confiesa Addick, están tramitando pasaportes de otras nacionalidades para no verse perjudicados por el Brexit. Los holandeses y franceses cuentan con seis. El dato es, de nuevo, una prueba del nivelón de nuestros músicos y de que, como dice Castelló, “si Europa debiera parecerse a algo, tendría que ser a una orquesta como esta”.