La crítica francesa consagró el año pasado a Tiago Rodrigues (1977), una de las figuras más sugerentes de la escena contemporánea portuguesa. La obra con la que conquistó el Festival de Aviñón fue Sopro (soplo en español), que mostrará en los
Teatros del Canal hasta el próximo domingo. En ese ejercicio metateatral, el actor, director y dramaturgo luso homenajea a una figura escénica en vías de extinción: el apuntador. En España, de hecho, puede considerarse extinguida. En Portugal, sin embargo, queda una resistente, en el Teatro Nacional Dona Maria II, el de más solera en Lisboa y que en la actualidad está dirigido precisamente por Rodrigues. Allí, moviéndose sigilosamente entre bambalinas, opera desde hace cuatro décadas Cristina Vidal, salvando a los actores con sus oportunos soplos del más terrorífico trance que puedan vivir sobre las tablas: quedarse en blanco. "El apuntador es alguien que habla al mismo tiempo la lengua de los bastidores y la del escenario, es un políglota que se mueve en la frontera de esos dos mundos", explica Rodrigues, empecinado en dignificar y preservar los viejos oficios teatrales en el siglo XXI.
Niega haber elaborado una biografía de la veterana apuntadora, que sale esta vez de su escondite para protagonizar el montaje. Tampoco era su intención repasar la historia del teatro portugués en los últimos 40 años. Lo que hace, a partir de la recopilación de anécdotas que le contó Vidal, mezcladas con pasajes de Chéjov, Molière o Racine, es elaborar una ficción con historias de su propia cosecha. Es una combinación habitual en la trayectoria de Rodrigues, que suele partir de la realidad para caminar hacia la fabulación. Buen ejemplo es Se Uma Janela se Abrisse (2010), donde las informaciones del telediario, emitidas por bustos de neutro rictus, cobraban un tono poético al ser pronunciadas por actores. O Três Dedos Abaixo do Joelho (2012), con la que rememoraba las burdas censuras que sufrió el teatro de su país bajo el Estado Novo de Salazar, representando escenas que habían sido decapitadas por los castos funcionarios del régimen. O By Heart (2012), que, como vimos en el Festival de Otoño de Madrid, era una exaltación de la literatura conectada al drama de la ceguera de su abuela Cándida: los personajes memorizaban poemas como gesto de rebeldía frente al poder. Una idea que recuerda a Truffaut y su emblemática cinta Fahrenheit 451. Y a George Steiner, que dijo: "Una vez que diez personas saben un poema de memoria, no hay nada que la KGB, la CIA o la Gestapo puedan hacer. El poema sobrevivirá".
"el apuntador habla al mismo tiempo la lengua de los bastidores y la del escenario". tiago rodrigues
Sopro es una síntesis de todas las dialécticas que ha venido tratando este autor en estos últimos años, que enfrentan (o concilian, según se mire) lo público y lo privado, lo íntimo y lo político, la escritura contemporánea y los grandes clásicos, el olvido y la memoria… Esta última, cuando falla, es la que activa la intervención del apuntador. Son momentos en los que los actores, a juicio de Rodrigues, recobran su carácter humano, frágil y expuesto al fracaso. Es un cortocircuito en la impecabilidad que se les exige, quedando suspendidos en un incómodo limbo, a la vista de todos. Rodrigues describe a estos ‘soplones’ como un archivo vivo y como escuderos de los intérpretes, que serían unos caballeros ‘hablantes’: "Muestran una humildad en la escucha, una actitud que no es de sumisión, sino de atención, la de alguien que trabaja en la sombra para otro pueda sostenerse en el centro".