Pepón Nieto y Magüi Mira en La culpa
Juan Carlos Rubio estrena en el Teatro Bellas Artes de Madrid La culpa, un texto donde el autor estadounidense despliega enfoques incómodos sobre la homofobia, el antisemitismo, los juicios mediáticos... Pura dinamita contra la corrección política.
Con todos ellos trabaja por primera vez Rubio, que afronta su tercer Mamet. Antes montó Razas y Muñeca de porcelana, esta última con José Sacristán metido en la piel de un desquiciado magnate en caída libre.
Dos años y medio la han tenido de gira, impulsados por su éxito. Y es que no hay duda: el autor estadounidense gusta en España. Rara es la temporada sin que asome algún nuevo título suyo en la cartelera. "Quizá se deba a que nos presenta personajes que no son buenos ni malos. Son simples depredadores que evidencian la condición animal de los humanos", apunta a El Cultural Rubio, que, de hecho, ya tiene apalabrada la adaptación de un nuevo texto del artífice de Glengarry Glen Ross. Será también en 2019 pero, de momento, no quiere soltar prenda.Los personajes de Mamet no son ni buenos ni malos, son depredadores. Evidencian nuestro lado animal". J. C. Rubio
Ana Fernández, Pepón Nieto y Miguel Hermoso en un momento de La culpa, con escenografía de Curt Allen. Foto: Sergio Parra
"Mamet siempre mete el bisturí donde más duele", continúa el dramaturgo (Arizona) y director cordobés. En La culpa teje una trama en torno a Charles, un psiquiatra que, aferrado a su código deontológico, se niega a entregar al tribunal que juzga a un paciente suyo las notas tomadas durante su tratamiento. Hablamos de un joven que cometió una masacre mientras estaba bajo su terapia. Por si fuera poco enrevesada la situación, Mamet le añade otros elementos conflictivos. Veamos. Charles rechaza además declarar como enajenado mental al chico, a pesar de que había sido contratado por la defensa. Justifica su negativa en los dictados de la Torá, un texto que, por otro lado, contiene pasajes homófobos. Al menos eso es lo que hace valer la abogada del presunto asesino, para recriminarle a Charles que su negativa a colaborar con sus tesis se debe a la inquina que siente contra la comunidad gay.Ese es el planteamiento endemoniado de La culpa, que avanza luego a base de golpes de efecto. ¿Qué ocultan esas notas? ¿Por qué ese celo en custodiarlas a pesar de la gravedad de los hechos juzgados? Mamet va elevando el suspense en una escalada dramática sostenida en sus diálogos afilados, inteligentes, frenéticos… "No son realistas porque los personajes reaccionan con una rapidez que no es habitual. Pero eso importa poco: el teatro es al fin y al cabo una destilación de la realidad y está bien que construya su propia poética", dice Rubio, que alaba también cómo los usa para ir delineando la complejidad psíquica de sus personajes y para mantener alerta al público. Esa partida de ping pong verbal la encierra Rubio en un cubo para acentuar la sensación de encierro. Comprime así, como en una olla a presión, el crescendo argumental hasta lo insoportable. Y remite de paso a la dificultad de convivir con las culpas que martillean sus conciencias. "Lo máximo que pueden hacer es expresar autojustificaciones siempre insuficientes, que es, en definitiva, lo que hacmos todos".