Roberto Quintana (Stefan Zweig) y Celia Vioque (Lotte Altmann) en Una hora en la vida de Stefan Zweig
Antonio Tabares y Sergi Belbel estrenan en el Teatro La Abadía de Madrid Una hora en la vida de Stefan Zweig, una ficción en la que un misterioso personaje visita al escritor y a su esposa antes de que se quiten la vida.
El matrimonio dejó sus asuntos en orden y Zweig se despidió así en una carta: "Saludo a todos mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy de aquí antes que ellos". Imposible no pensar, al leer estas palabras, en la famosa foto de sus cadáveres tendidos en la cama, él con su acostumbrada corbata y ella recostada sobre su hombro.
Estos son los hechos históricos de los que partió el dramaturgo canario Antonio Tabares para escribir en 2007 Una hora en la vida de Stefan Zweig (título que hace un guiño al de una de las obras más conocidas del escritor, Veinticuatro horas en la vida de una mujer). Dirigida por Sergi Belbel, la obra se estrenó en La Fundición de Sevilla en 2016 y estuvo durante un mes en el cartel de la Sala Beckett de Barcelona, y ahora recala del 17 al 27 de mayo en el Teatro de la Abadía de Madrid, con Roberto Quintana en el papel de Stefan Zweig y Celia Vioque en el de Lotte.
A partir de los hechos reales, el autor construye una ficción en la que un misterioso personaje visita al matrimonio Zweig justo antes de que ingieran el veneno que acabará con sus vidas. Se trata de Samuel Fridman (Íñigo Núñez), que dice ser también un refugiado judío recién llegado de Europa, además de admirador de Zweig, aunque sus titubeos y la inconsistencia de su testimonio hacen sospechar al autor de Carta de una desconocida que pueda tratarse en realidad de un espía nazi. Y no será hasta el final de la obra cuando se revele la verdad.
Íñigo Núñez en el papel de Samuel Fridman
A lo largo de la obra, Zweig y su inoportuno visitante entablan conversaciones donde, además de literatura y música, discuten sobre las cuestiones que más preocuparon al escritor, como la libertad personal, la responsabilidad política de los intelectuales o "qué hacer cuando todo a tu alrededor deja de tener sentido", explica Tabares. Aunque Albert Camus, en la línea de Zweig, dijo que el suicidio es el único problema filosófico verdaderamente serio, en esta obra es "la música de fondo" donde se tratan todas estas otras cuestiones.Tabares considera a Zweig "un autor que conecta muy bien con el corazón de las personas. Además, su condición de intelectual perseguido, judío austríaco de un país que ha desaparecido, que se ve desbordado por los acontecimientos y que ya no entiende el mundo en el que vive lo convierte en el tipo de personaje que como autor más me gusta", explica el dramaturgo.
Tabares pretendía escribir en realidad sobre la amistad entre el autor de Amok y el compositor Richard Strauss, que habían escrito juntos la ópera La mujer silenciosa. En 1931, iniciada ya la persecución de los judíos por parte de los nazis, Strauss se negó a quitar del cartel el nombre de su amigo libretista y Hitler canceló su asistencia al estreno en Dresde antes de prohibir la obra. No obstante, durante el proceso de escritura a Tabares se le apareció "este tercer personaje misterioso (Fridman) que se parece tanto a los propios personajes de Zweig: monomaníaco, obsesionado con una sola idea, como el protagonista de Amok o Novela de ajedrez. Como decía Zweig, cuanto más se concentra uno en lo concreto, más se acerca al mismo tiempo a lo infinito".
La muerte de Lotte, que antes de ser la esposa de Zweig había sido su secretaria, resulta, por su juventud, más trágica que la de su marido. Para Belbel, se trata del personaje más interesante del texto de Tabares, ya que en un giro de la trama "se revela como la auténtica protagonista de la obra". Tabares le da la razón al director: "Me parece el personaje más interesante de los tres. Está en segundo plano, es una persona enfermiza y no tenía la capacidad intelectual de Zweig ni de su primera mujer, Friderike (que es el cuarto personaje de la obra, aunque no aparece en escena); pero he querido reivindicar su protagonismo en la vida de Zweig y por eso desempeña un papel determinante para resolver el conflicto que se plantea en la obra y que provoca una transformación en los tres. En el caso de Zweig y de ella misma, les permite afrontar la muerte de otra manera, y en el de Fridman, para afrontar la vida de otra manera, con una libertad interior que fue una de las mayores reivindicaciones de Zweig".
La puesta en escena de Belbel es sencilla, "con una alfombra, algunos muebles y nada más, a lo Peter Brook", explica el director, para ceder todo el protagonismo a "un texto precioso y potente tanto dramática como actoralmente". Concebida para ser representada con el público muy cerca y alrededor de la escena, en la sala José Luis Alonso de La Abadía se han añadido un par de filas de butacas en los laterales del escenario para mantener la concepción original de la puesta en escena.
Fueron Roberto Quintana y Gregor Acuña-Phol (que interpretó a Fridman antes que Íñigo Núñez) quienes contactaron con Belbel para proponerle que dirigiera la obra, seguros de que no conocería a Tabares, por entonces un dramaturgo bastante desconocido. Lo que no sabían es que el director catalán no solo conocía a Tabares e incluso había leído la obra, sino que estaba a punto de estrenar otra obra suya, La punta del iceberg. Con motivo de su estreno, El Cultural entrevistó a Belbel, quien, entusiasmado por su reciente descubrimiento de Tabares, ponía el foco de la conversación en las virtudes del dramaturgo canario y lo sigue haciendo. "Es una suerte que Sergi me haya apadrinado, es la persona que más me ha promocionado dentro y fuera de España", agradece Tabares, que en julio estrenará en Tenerife una obra sobre el buque fantasma ‘El Fausto', de cuya desaparición se cumplen cincuenta años.
Aunque Belbel no es la única persona que le ha sugerido trasladarse a la península, Tabares no contempla de momento abandonar la tranquilidad de la isla de La Palma, adonde regresó hace años tras estudiar ciencias de la información en Madrid y vivir un tiempo en Huesca (allí escribió Una hora en la vida de Stefan Zweig, gracias a una ayuda del desaparecido Centro Dramático de Aragón). "Me gusta el ritmo de vida canario y no tengo prisa por ver todas mis obras representadas. Estar tan lejos de grandes centros teatrales como Madrid y Barcelona me da cierta perspectiva. También es cierto que si me dedicara a la dirección o la interpretación no podría seguir viviendo en Canarias. Por suerte, la de dramaturgo es la faceta más individual de este arte colectivo".
@FDQuijano