Anne-Sophie Mutter. Foto: Harald Hoffmann/DG
Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, Baden, 1963) celebró el año pasado su 40 aniversario sobre los escenarios. Debutó de la mano de Karajan en Salzburgo, ¡con sólo 13 años! Desde entonces ha cimentado una carrera que la ha erigido como, probablemente, la primera dama del violín en los auditorios mundiales. Son muchos los méritos y los encantos que le han aupado a esa posición: la perfección técnica, la profunda expresividad sin estridencias ni aspavientos, la amplitud de miras de su repertorio, rebosante de estrenos contemporáneos (Pendercki, Gubaidulina, Previn, Rhim...), la inteligencia para su dosificar la exposición mediática, la sensualidad de su presencia escénica... Este fin de semana la Escuela Reina Sofía la acoge para que pueda impartir su magisterio a sus alumnos. Esa función de mentora la viene ejerciendo concienzudamente en su fundación, intentando transmitir algunos de los valores y enseñanzas que a ella le legó su admirado Karajan. Su paso por Madrid lo corona con un concierto en el Auditorio Sony este domingo, en el que aparte de tañer sus Stradivarius, dirigirá a la Camerata de la escuela. Antes de su visita, charló al teléfono con El Cultural desde su casa de los Alpes austriacos.Pregunta.- En el programa ensarta a Mozart, Bach y André Previn. ¿Con qué criterio los ha agrupado?
Respuesta.- El Concierto para violín y orquesta de Mozart plantea una igualdad entre los violines. Yo no soy exactamente la directora sino una primus inter pares. Es una obra que permite que todos los músicos se sientan cómodos por su extrema delicadeza, y cada nota suena como si fuera un 'solo', todas cuentan. Con el Concierto para dos violines de Bach quería plantear una simbiosis entre la manera de tocar en el siglo XVII y lo que se espera de los instrumentos de hoy en términos de vibrato, cualidad y sonido. Es un intento de experimentar. E incluyo el Noneto de André Previn porque creo que la música contemporánea debe ser una rutina diaria de los jóvenes músicos. Deben conocer cómo ha evolucionado la música y dónde ha desembocado esa evolución en nuestros días. Estudiar partituras recientes les obligar a trabajar la lectura entre líneas, sin tener el apoyo de una tradición ya asentada. Los músicos deben correr riesgos en sus interpretaciones y tomar sus propias decisiones, eso es muy positivo para ellos.
P.- El Noneto de Previn es una pieza de muy reciente composición. ¿Cómo la describiría?
R.- Tiene una clásica estructura de tres movimientos. Es una obra muy rica estilísticamente, de una espontaneidad jazzística por momentos y, en otros, pasa a un tono más melancólico. Creo que es una pieza muy interesante para cualquier programa porque aporta una gran frescura.
P.-¿Cómo se siente en la posición bipolar de dirigir y tocar al mismo tiempo?
R.- Bueno, realmente cuando toco el violín no puedo hacer otra cosa más que concentrarme en mi instrumento. Pero dirigir a la vez no es tan diferente de cuando toco como solista con una orquesta bajo el mando de un director. Al fin y al cabo, es un deber del solista interactuar y debatir con el director. Y también estar muy atentos a tus compañeros, cuando hay un director o cuando no lo hay, como ocurre en la música cámara. Tampoco, por otra parte, es una posición tan extraña. Hay que tener en cuenta que en el siglo XVIII, cuando la figura del director no estaba tan precisamente diseñada, era habitual liderar los conjuntos desde el piano o el violín.
P.-¿En qué medida dirigir le enriquece a uno como solista?
R.- Cuando empecé a trabajar con Karajan, me dejó muy clara la importancia de que los solistas, ya fueran violinistas, clarinetistas o violistas, tuvieran una visión global de la partitura que iban a interpretar. Debían elevarse sobre su propio instrumento y tener una concepción más amplia de la estructura. Y meterse en el cerebro del director ayuda mucho a completar ese proceso. Luego resulta más fácil saber cómo disolverse en la propia orquesta.
P.- En 2016 fue premiada por la Escuela Reina Sofía con el Premio Yehudi Menuhin. ¿Qué opinión tiene de esta institución?
R.- Muy buena, tengo constancia de los grandes músicos que se han formado allí. Ahí está el ejemplo de Pablo Ferrández. Y tiene un gran equipo de profesores.
P.- Precisamente, con Pablo Ferrández estuvo tocando no hace mucho. ¿Qué destacaría de su personalidad musical?
R.- Yo lo conozco desde hace años. Él hizo una audición para mi fundación y le incorporé a mi orquesta. Fue una gran experiencia hacer el Doble concierto de Brahms dirigidos por Jurowski. Él tiene un extraordinario talento. Me encanta cómo interpreta Falla, por ejemplo. Pero lo interesante de él es que aplica a cualquier compositor su delicadeza y su poesía. Espero seguir tocando con él. Es un matrimonio extraordinario el que forma con el Stradivarius que le ha prestado la Nippon Music Foundation.
P.- Usted está muy volcada en la enseñanza de las nuevas generaciones. ¿Ve mucha diferencia entre la manera de tocar de estos jóvenes y los músicos de su generación?
R.- Es difícil responder a esta pregunta. Picasso, por ejemplo, era un superdotado pintando cuando era un niño. Pero su estilo personal lo fue acuñando a medida que envejecía. La responsabilidad de los músicos veteranos es intentar que el talento natural de los jóvenes termine floreciendo y cristalizando como un estilo propio. Y esa visión única es lo más importante, ya tengas 20 o 50 años. También la pasión por lo que haces, que no falte. Hay que abrir la mente, mantener la curiosidad y seguir buscando nuevas soluciones incansablemente. La dedicación ha de ser total.
P.- En 2017 se cumplieron 40 años de su debut como solista bajo la batuta de Karajan. ¿Cuál fue la lección más valiosa que le dio, la que nunca olvida?
R.- Esta es otra difícil pregunta. Trabajé con él durante tres décadas, así que se puede imaginar... Lo cierto es que la filosofía de la música e incluso de la vida que tengo hoy está muy marcada por Karajan. Era un hombre con una mentalidad muy abierta frente al conocimiento y de una curiosidad irrefrenable, algo que aplicaba no sólo a la música sino a actividades tan dispares como pilotar un helicóptero o un coche de carreras. Esa actitud a mí me ha empujado a ampliar mi repertorio incesantemente. También su búsqueda de la historia detrás de las partituras, que formaban la unión sucesiva de las notas.
P.-¿Era realmente tan estricto como dicen?
R.- Todo aquel que debe ejercer el liderazgo sobre un grupo de personas no puede permitirse estar todo el tiempo de broma. Karajan era una persona muy tímida, introvertida, que hablaba en un tono suave y no utilizaba palabras desagradables, pero en cuanto entraba en una sala su presencia proyectaba una gran autoridad. Lo más importante es que él conseguía que nosotros fuéramos mejores músicos y por eso todos queríamos estar con él, todos le seguíamos. Y, creo, esa es la clave del liderazgo: conseguir que todos quieran seguirte.
P.-¿Qué recuerdos guarda de aquel debut en Salzburgo?
R.- Recuerdo dos momentos. El primero es justo antes de empezar el concierto. El maestro me preguntó: "¿Estás nerviosa?". "No, ¿debería?", le contesté. Le noté sorprendido pero es que yo era muy joven y muy inconsciente entonces. El segundo es poco después de terminar la actuación, con Karajan aplaudiéndome. Fue un gesto de tremenda generosidad. Era como estar dentro de una película. Me di cuenta de lo importante que es tener un buen mentor al empezar tu carrera y por eso yo ahora intento ejercer esa función lo mejor posible.
@albertoojeda77