Imagen de La calisto de Francesco Cavalli. Foto: Anna Bonitatitbus
Joan Matabosch, con su pasión habitual, y rebosante de alegría por el éxito en los Opera Awards anoche (el Billy Budd de Deborah Warner fue galardonado como mejor ópera del año), ha volteado hoy las cartas de la próxima temporada del Teatro Real, la que cierra los fastos del bicentenario. De nuevo, el director artístico ha jugado al equilibrismo para confeccionar una cartelera ecléctica y atractiva, inasequible al aburrimiento, en la que se dan cita títulos emblemáticos del repertorio junto a sugestivas novedades. El objetivo es seguir creciendo en el escalafón internacional de casas de ópera. También, otro año más, el patrimonio lírico español tendrá escasa representación. Lo más llamativo en este capítulo es la recuperación de La peste, de Roberto Gerhard, una obra inclasificable en la que concurren rasgos de ópera, oratorio y cantata, y que el compositor español elaboró a partir de la novela homónima de Albert Camus. El concepto escénico será cosa de Dora García."El motivo conductor de la temporada es la asociación de la ópera con la mitos como forma de explicar la naturaleza humana sin reducirla a una anécdota, dándole un valor universal", ha explicado Matabosch. En esa idea-fuerza se inscriben títulos como Idomeneo de Mozart, en el que el genio salzburgués recurre a los clásicos griegos para retratar el género humano. En concreto, a los hijos de los héroes de la Ilíada. Ilia, prisionera en Creta, se enfrenta a Electra, la hija de Agamenón. No es una colisión militar esta vez, sino amorosa. Robert Carsen se ocupa de la escena mientras que Ivor Bolton, titular del foso madrileño y especialista mozartiano, tomará la batuta.
La tetralogía de El anillo del Nibelungo completa, con la que Wagner intentó sustituir la mitología griega por una de raíz germana, arrancará con El oro del Rin. Pablo Heras-Casado asume la dirección musical de las cuatro entregas en los próximos años. Matabosch insiste en la vigencia de esta megalomanía creativa por su reflejo de la devastación originada en los hombres por dirigentes sin escrúpulos que infringen sistemáticamente las leyes naturales. Carsen, de nuevo, ejerce como regista. En conexión temática con esos atropellos al orden natural encontramos Fausto, firmada por la Fura dels Baus, que tanto han trabajado este mito acuñado por Goethe. La ópera de Gounod contará con el tenor Piotr Beczala, que debuta en el Teatro Real.
En el terreno de la mitología oriental Matabosch ha introducido dos referencias. Por un lado, Turandot de Puccini, que con esta ópera rompió sus precedentes costumbristas y románticos para asentarse en el simbolismo. Sobresale en esta producción el nombre de Robert Wilson, encargado de concretar los códigos simbólicos alumbrados por el músico italiano. El segundo es Only the Sounds Remains, de Kaija Saariaho, la compositora finesa reconocida el año pasado con el Fronteras del Conocimiento de Música Contemporánea de la Fundación BBVA. Libreto del poeta Ezra Pound y Ernest Fenollosa. Llamativa la presencia del contratenor Philippe Jaroussky, al que estamos muy acostumbrados a ver en recitales pero mucho menos encarnando personajes en producciones escénicas.
El gran mito terrenal será Verdi, que cuenta con tres 'muescas' en la programación. Veamos. Primero, Falstaff, su irónico testamento lírico, cristalizado en las tablas por el siempre imaginativo Laurent Pelly (Daniele Rustioni comandará el foso). Segundo, una de sus obras más populares, Il trovatore, una garantía para atraer en masa al público. Y tercero, Giovannna d'Arco, que compuso en apenas cuatro meses durante el extenuante periodo de galera. Verdi la contaba entre sus predilectas pero ha tenido muy poco recorrido escénico en los últimos años (la ABAO la incorporó a su ciclo Tutto Verdi en 2013). En el elenco figura el 'baritenor' Plácido Domingo, que se pondrá a las órdenes de la verdiana batuta de James Conlon.
No acaban aquí los platos fuertes. Uno de ellos es la primera representación de una ópera de Francesco Cavalli en el Real. Será La Calisto, hito muy significativo de la época dorada vivida en la Venecia del siglo XVII. Estrenada en 1651, La Calisto aborda con libérrima actitud los amores falsamente sáficos de sus protagonistas. No hay que olvidar tampoco Je suis narcisssite de Raquel García Tomás, guiño de Matabosch a la joven composición española. Ni Com que voz, de Stefano Gervasoni, en colaboración con Naves de Matadero. Ni Capriccio, el juego metaoperístico de Strauss. Una reflexión sobre el género lírico que se antoja un buen colofón para el esfuerzo conmemorativo del bicentenario del Real. En total, serán 244 funciones (115 de ópera), siete estrenos en el Real y diez producciones de nuevo cuño, respaldadas por un presupuesto de algo más de 30 millones de euros.
@albertoojeda77