Winona Rryder y Daniel Day-Lewis, yerno de Miller, en El crisol, película de 1996, con guión del dramaturgo, basada en Las brujas de Salem

Arthur Miller fue un típico intelectual de la Gran Depresión con simpatías izquierdistas. Orientado hacia la carrera teatral, obtuvo dos éxitos resonantes con sus dramas Todos eran mis hijos, iniciado en 1941 y que fue premiado en su estreno en 1947, y Muerte de un viajante (1949), que dirigió un amigo suyo, el inmigrante armenio Elia Kazan, un drama que pronto se convirtió en un clásico del teatro de denuncia social. En esa fecha el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso ya había iniciado sus pesquisas acerca de la infiltración comunista en la industria del cine, convocando desde octubre de 1947 a sus audiencias a profesionales de los que sospechaba eran miembros del Partido Comunista, un jalón de gran visibilidad mediática en la Guerra Fría que acababa de iniciarse tras la derrota del Eje.



Elia Kazan se había convertido por entonces en el principal director del Actor's Studio, escuela dramática creada en Nueva York en julio de 1947 como descendiente del Group Theatre, fundado en julio de 1931 por Lee Strasberg, Harold Clurman y Cheryl Crawford y pionero en la introducción de las teorías interpretativas de Konstantin Stanislawsky en la escena americana, pero que había clausurado sus actividades en 1941 a causa del estallido de la guerra. Kazan había ingresado en el Partido Comunista en 1934, pero lo abandonó en 1936.



En enero de 1952 fue convocado ante el Comité de Actividades Antiamericanas y se negó a delatar nombres de excamaradas suyos. Pero en abril de 1952 efectuó una nueva comparecencia, en la que explicó que, tras diecinueve meses de militancia, abandonó el Partido en 1936 debido a sus intromisiones ideológicas y exigencias de autocríticas y delató quince nombres de excamaradas suyos de aquel grupo, entre ellos a Clifford Odets, Paula Strasberg, Lillian Hellman y John Garfield. Además pudo aportar como prueba práctica de su nueva actitud su recentísimo filme ¡Viva Zapata! (1952), basada en la biografía de Emiliano Zapata y proponiendo la imposibilidad de la revolución social, utopía necesariamente abocada al fracaso. Redondearía su protección ideológica con su siguiente y lamentable filme, Man on a Tightrope (que significa "un hombre sobre una cuerda tensa"), que la inventiva censura española tradujo como Fugitivos del terror rojo.



Este episodio afectó sus relaciones con Arthur Miller. En 1951 ambos estaban colaborando en un guión basado en unos reportajes de Malcom Johnson para el New York Sun sobre el asesinato de dos dirigentes sindicales portuarios en 1948, que le valieron el Pulitzer. Inspirándose en estos casos Miller y Kazan trabajaron en 1951 en un guión. Pero a raíz de la actuación de Kazan ante la Comisión de Actividades Antiamericanas, Miller rompió su colaboración. El protagonista del filme, Marlon Brando -asegura Kazan en sus memorias- titubeó antes de aceptar su papel, pero lo asumió porque le permitía seguir sus sesiones de psicoanálisis en Nueva York. Por otra parte, el excelente filme resultante, cuyo guión Kazan completó con otro delator, Budd Schulberg, La ley del silencio, constituía una apología de la delación por parte del protagonista de los miembros de la mafia sindical portuaria.



La respuesta de Miller a estos hechos fue variada. Por una parte viajó a Salem, en Massachusetts, para documentarse acerca de los episodios históricos de caza de brujas de 1692. Con estas informaciones compuso el drama de denuncia Las brujas de Salem, que se estrenó en enero de 1953. Su drama fue una alegoría sobre el presente a través de unos hechos reales acaecidos en una comunidad puritana de Massachusetts, que constituían una traslación temporal evidente de un conflicto político contemporáneo. La crítica de la época captó sin esfuerzo las alusiones de Miller a la tenebrosa realidad de aquellos días. Entretanto, el Departamento de Estado se negó a renovarle el pasaporte en 1954, cuando Miller esperaba viajar a Bruselas para asistir al estreno de su drama. Y el 21 de junio de 1956 fue convocado formalmente ante la Comisión de Actividades Antiamericanas. Miller declaró no haber militado nunca en el Partido Comunista, aunque admitió haber participado en actividades organizadas por su aparato.



La Comisión le acusó judicialmente de desacato, por haberse negado a facilitar nombres de militantes comunistas y, aunque se pidió un año de cárcel y una multa de mil dólares por "desacato al Congreso", la condena final fue de treinta días, además de una multa de quinientos dólares. A pesar de sus declaraciones y de la sentencia judicial, un investigador de la Comisión de Actividades Antiamericanas, Richard Arens, sostuvo que Miller había militado en el Partido Comunista entre 1943 y 1947. Refiriéndose al 'caso Miller' escribió Mary McCarthy en la revista Encounter: "La Comisión no estaba buscando información sobre Mr. Miller, sino que estaba aplicándole un test de lealtad. Y para Mr. Miller la cuestión no era en realidad la de traicionar a personas determinadas (que ya habían sido denunciadas, de modo que su testimonio difícilmente les causaría mayor daño) sino de aceptar el principio de la traición como norma de buena ciudadanía".



@rgubern