Rocío Molina (Málaga, 1984) atiende a El Cultural por vía telefónica. La circunstancia de la comunicación es inevitable ya que la bailaora lleva dos meses en Francia inmersa en un larga gira que este fin de semana (24 y 25) desemboca en el Festival de Flamenco de Nîmes. Allí presenta su último espectáculo, Bosque Ardora, "en el que las emociones, incluso las cotidianas se muestran descarnadas en comparación con un mundo que hemos convertido en ficticio", explica. Una propuesta original que vuelve a encumbrar a una artista que ya ha triunfado, con apenas 30 años, en algunos de los escenarios más prestigiosos del mundo como el Esplanade de Singapur, el Sadler´s Wells de Londres o el Lincoln Center de Nueva York.
- Llega una de las citas más señaladas en el calendario para el mundo del flamenco, el Festival de Nîmes. ¿Qué significa actuar de nuevo aquí?
- Me siento ya como en casa aunque siempre recuerdo ese nervio que me recorría el cuerpo la primera vez que vine al festival hace ya bastantes años. Es un privilegio que me sigan acogiendo y que me apoyen. Es una cita que cuenta con un público muy pasional, muy aficionado y muy flamenco, siempre abierto a las propuestas que se les ofrecen.
- ¿Es el público lo más especial de este festival?
- Yo diría que sí pero también destacaría a los directores que lo llevan con tanta pasión.
- Presentas en Nîmes tu espectáculo Bosque Ardora. ¿Dirías que es el proyecto más ambicioso que has desarrollado hasta la fecha?
- Desde luego es un proyecto grande. Se ha estrenado recientemente pero estoy muy contenta de traerlo aquí porque tuvo el apoyo de producción y de residencia del propio festival el año pasado y y por tanto una parte importante del resultado le corresponde.
- ¿Qué ha querido expresar con este espectáculo?
- Bosque Ardora es una idea que se ha ido labrando durante dos años en los que he ido buscando claves y luego las he relacionado. Es una visión muy personal y reflexiva. La primera imagen que surge es la mujer fuerte. Después es una especie de trampa donde se va perdiendo el sentido de la realidad. Puede ser una guerra o puede ser un juego. El viaje emocional comprende aspectos muy cotidianos pero el imaginario es mucho más surrealista. Habla en definitiva de la autodestrucción.
- ¿En qué punto cree que se encuentra el espectáculo en este momento?
- Después de dos años de montaje, al estreno le siguió una gira con muchas actuaciones. Cada día la obra se hacía más fuerte y se adaptaba mejor a los tiempos. Ahora tengo muchas ganas de retomarla porque la tenemos aparcada desde diciembre. Creo que está sólida, la siento cerrada y redonda.
- Ahora tiene un buena batería de fechas en Francia, donde lleva ya una temporada. ¿Cómo le trata el público allí? ¿Es muy diferente del público español?
- La mayor diferencia es la influencia del sistema que tienen para cuidar la cultura. En Francia te apoyan y los teatros siempre están abiertos para ti. En España es una pena que muchos espacios estén cerrados. El público francés tiene gusto por el arte y la cultura y, primero, acude al teatro y, luego, se interesa por lo que ve y le gusta pensar sobre ello. En muchas ocasiones realizamos charlas después de la actuación y la gente tiene acceso a preguntar al artista como ha sido el proceso, que significa esto o lo otro...
- ¿Cuál cree que es la causa de este contraste?
- No pienso que el público tenga la culpa de nada de esto. En España el flamenco gusta como tiene que gustar y a mí me encanta actuar en los teatros españoles porque sientes una calidez única. En Francia el público tiene otra personalidad. Lo que ocurre es que nuestro vecinos cuidan más la educación cultural y esto no depende del público sino de los que se encargan de gestionar la cultura.
- Has triunfado en teatros como el Esplanade de Singapur, el Sadler´s Wells de Londres o el Lincoln Center de Nueva York... ¿Qué se siente al actuar en estas grandes plazas?
- Son experiencias pero al final yo intento hacer lo mismo siempre. Me da igual que sea un teatro como el Bunkamura de Japón o un teatrito pequeño en Sevilla, bailo siempre de la misma manera. Por eso no le doy tanta importancia. Son experiencias que están ahí, que se ven y salen en los periódicos, pero yo bailo y nada mas.
- Probablemente, en un teatro más pequeño, puede llegar de una manera mas certera...
- Realmente los sitios más íntimos me gustan mucho. Tener a la gente cerca me encanta. Sin embargo un teatro de gran envergadura te ofrece amplitud, horizonte, volúmenes... Pero para el flamenco a mí me encantan los espacios pequeños.
- ¿Cómo definiría su manera de enfocar el baile?
- Sobre todo es personal. Te puede gustar o no, lo puedes ver de una manera u otra, pero es totalmente mi verdad. Siempre lo haré así, pasaré mis épocas de una manera o de otra, pero siempre voy a mostrar lo que soy y sin miedo. El arte es el único espacio en el que no suelo tener miedo.
- ¿Pureza o nuevos aires para el flamenco?
- No me siento en ninguna posición. Amo el flamenco y lo necesito. Para mí es el arte más grandioso y encima es mi forma de expresarme desde que tengo tres años. Me pusieron unos zapatos, me subieron a un escenario y ya no volví a bajar. Pero no tengo preferencias. Veo a los antiguos, a los jóvenes, a la vanguardia... Estoy siempre abierta a quien me muestre un arte auténtico.
- ¿En tus espectáculos intentas abrirte a otras disciplinas?
- Por naturaleza soy curiosa y me gusta que mi cuerpo descubra cosas y se mueva libremente y puede que a veces no siga un lenguaje o unos códigos flamencos. Yo dejo que el cuerpo vaya por donde quiera.
- Recibió el Premio Nacional de Danza en 2012 y apenas tiene ahora 30 años. ¿Qué deja para el futuro?
- No esperaba para nada este reconocimiento. No soy una persona que se ponga metas pero no sé porque van cumpliéndose solas. Realmente solo quiero seguir bailando aunque sea en un tablao o en la cochera de mi casa (risas).
- ¿Cuáles son sus referencias dentro del mundo del flamenco y del baile?
- Carmen Amaya es de las personas que de alguna forma te hipnotizan y estimulan. Produce imágenes que se te quedan en la retina para siempre. También me pasa con otros artistas antiguos o consolidados, con gestos de Faíco o Farruco... Son esencias difícilmente superables. Pero también intento ver otro tipo de estilos. Me encanta la escena contemporánea. Últimamente me ha gustado mucho Peeping Tom... Hay muchas cosas que me traspasan el alma.
- ¿Qué opinión tiene de la situación que atraviesa la cultura en la actualidad?
- Me produce tristeza. Llevo dos meses en Francia en los que no he bajado a mi país porque resulta que aquí es donde me dan un teatro, donde me facilitan ayudas, me ponen técnicos... Le dan importancia a lo que estoy haciendo y ven necesario el tiempo que tengo que emplear en hacerlo. Es una pena porque realmente en España hay mucho talento y creo que una mayor intuición. Lo que nosotros hacemos en el mundo del flamenco no tiene comparación. La amplitud y la riqueza que tiene yo no la he visto en otras disciplinas. Pero los teatros están cerrados. Parece que en España no se da importancia a la cultura, a la música, al arte... El 80 % de mi trabajo está fuera de España y es una pena porque a mi me gusta mucho mi país.