Sabina estuvo en su salsa en su segunda cita madrileña. Foto: Alberto Di Lolli
Segunda cita en Madrid con 500 noches para una crisis que Sabina convirtió en una prueba de fuego. ¿Se puede actuar y salir airoso en esta plaza por segunda vez ante 10.000 personas entregadas incondicionalmente a la causa? Sí porque pudo, sí porque supo y sí porque quiso. El de Úbeda arrancó su particular cabaret pasadas las 21,30 de la noche teloneado por la voz de Marlen Dietrich, que susurraba Lili Marleen abriendo el rojo telón desde el que saldría el vídeo de sus primeros planos y los sensuales y gruesos trazos de sus dibujos, que completaban la discreta pero efectiva artillería escénica de quien pudo, supo y quiso sentar cátedra de algo parecido a la fuerza de voluntad. Así es como atacó Yo me bajo en Atocha, una declaración de principios que la capital agradeció cantándola con una sola voz. Antes del esperado "Buenas noches, Madrid" dejó sobre las diáfanas tablas un premonitorio Ahora qué ("Ahora, que los sentidos sienten sin miedo / ahora, que me despido, pero me quedo / ahora, que tocan los ojos, que miran las bocas / que gritan los dedos"...).No hubo terminado de contarle a la grada las sensaciones de las últimas horas (con alusión a Franco y Carrero Blanco incluidas) cuando, rozando las diez de la noche sonaron los primeros acordes de 19 días y 500 noches, una de las piezas más redondas de su repertorio. Lo que se dice un perfecto artefacto de creatividad y composición. Bombín clásico y traje verde y ajustado para seguir con Barbi superstar. La banda ya había pulido el sonido (perviven aún viejos vicios de acústica en el ahora renombrado Barclaycard Center) cuando el concierto entró en su parte más melancólica. Sobra decir que Sabina ha puesto en estas actuaciones toda la carne biográfica en el asador. No faltaron alusiones a su ictus, a sus etapas más desenfrenadas y a la deuda sentimental que tiene con amigos como Víctor Manuel, Ana Belén, Serrat, Jorge Drexler o Alejo Stivel, ex Tequila y productor que le ayudó a consolidar su fuerte personalidad como artista. De modo que pudo, quiso y supo ser generoso también con gestos personales que ilustró, cerca de las 22,15 con Una canción para la Magdalena. Ya saben, "si llevas grasa en la guantera / o un alma que perder, / aparca, junto a sus caderas / de leche y miel".
A Sabina se le notó triste por momentos y melancólico siempre. Él, que ha dicho No a Caronte, puso al público en pie con sonrisas cómplices y guiños puntuales en los que el respetable se reconoció. Estaban en casa. Más, si sobre el escenario le flanqueaban el pétreo y belushiano Pancho Varona, el Alarma Jaime Asúa o el paternal y virtuoso Antonio García de Diego, guardia pretoriana que no consintió ni una sola flaqueza de la segunda y sólida faena madrileña. Se apoyó también en Dylan, con Ese no soy yo ( Pero no soy yo / no, no, no, ese no soy yo / el que tu andas buscando no soy yo), y en un 'medley' de algunos de sus más festivos temas para alcanzar el cénit del concierto, pasadas ya las once de la noche, momento que aprovechó para presentar al resto de su banda (Pedro Barceló a la batería, Mara Barros en la voces y Josemi Sagaste al saxo, que lució kilt escocés).
Caían casi las 23,30 cuando llegaron los esperados bises que no pudieron verse en la cita anterior. Dos para ser exactos, que sirvieron para destilar lo mejor del artista (la poco conocida Máter España, Princesa, Y sin embargo, Contigo...) y de su grupo, que sonó en muchas ocasiones como una bien concertada E Street Band. García de Diego puso alma en Tan joven y tan viejo, Varona y Jaime Asúa tuvieron también sus intervenciones en solitario pero quien triunfó fue Barros, que cantó con el alma bien labrada Y sin embargo te quiero, un recuerdo a la copla de la Piquer que convirtió el concierto en un delirio multigeneracional. Aún estaba Sabina en su salsa cuando alcanzó, sin esfuerzo aparente, el final. Madrid no se había dado cuenta pero supo, quiso y, sobre todo, pudo abrir en canal a su público para volver a darle una buena dosis de su mejor veneno. Le espera Barcelona los próximos 22 y 23 de diciembre.