Mick Jagger actuando al frente de los Rolling Stones en Abu Dhabi el 21 de febrero de 2014.
Mick Jagger (Dartford, Reino Unido, 1943) ha declarado mil veces ante el mundo que no recuerda nada de su pasado. Mentira o verdad, lo cierto es que el líder de los Rolling Stones se ahorra con ello tener que dar explicaciones de su vida una y otra vez para saciar la curiosidad de la prensa o saldar sus numerosas cuentas pendientes. Pero al menos tenemos a Philip Norman -escritor especializado en biografías de estrellas de la música popular y que no se traga esa supuesta amnesia de Jagger- para reconstruir y ordenar en Mick Jagger (Anagrama) las vivencias de uno de los mayores mitos de la cultura pop del siglo XX y, por supuesto, de lo que llevamos del XXI, como demuestra la apoteósica gira mundial con la que la banda llega hoy al estadio Santiago Bernabéu de Madrid.Jagger, la rockstar por antonomasia, es un poliedro de incontables aristas y vértices. Su personalidad y su biografía están llenas de cambios, contradicciones, excesos y enigmas por resolver. Norman, que ya escribió una biografía de conjunto de los Rolling Stones -así como de los Beatles, con quienes forman parte de "una única historia épica"-, quiso contar con la participación y bendición de Mick Jagger para este libro, pero no obtuvo respuesta alguna por su parte tras varios intentos. Pero aunque no lleve el sello oficial -y precisamente por ello-, la biografía de "su satánica majestad" firmada por Norman es, según la crítica, la más interesante hasta la fecha, y está escrita partir de los testimonios de decenas de personas que han formado parte del círculo más o menos íntimo de Jagger a lo largo de su vida.
Al contrario que la mayoría de las "estrellas" de la música o el cine -nos hace notar el autor-, que albergan "un vacío interior tan abismalmente oscuro como luminoso es el brillo del estrellato" y de las que esperamos "que nazcan en lugares que en nada anticipen su posterior ascenso", la historia del pequeño Mike comienza "en el apacible condado de Kent, en cómodas y poco estimulantes circunstancias". Fue un niño modélico, criado en el seno de una pulcra familia de clase media, y sacaba muy buenas notas en el colegio. Durante la adolescencia sintió la llamada del blues, y la siguió junto a un antiguo compañero de primaria con el que se reencontró por casualidad, Keith Richards, de orígenes más humildes que él. De aquella asociación surgiría uno de los tándems creativos más potentes de la historia del rock. El éxito tardaría un poco en llegar, pero desde sus primeros pinitos encima de un escenario y, sobre todo a partir de su primera actuación en el Marquee de Londres en julio de 1962, Jagger se fue forjando esa imagen de chico rebelde y melenudo al que los hombres miraban con recelo y las chicas con veneración.
Gracias a la cantidad de testimonios recabados y a su eficacia narrativa, Norman nos sitúa en el centro mismo del salón del cochambroso piso que Mick -dejaron de llamarle Mike porque sonaba pijo-, Keith y Brian Jones -verdadero fundador de los Stones- compartieron en el número 102 de Edith Grove, en el barrio londinense de Chelsea. Nos coloca también en el centro de las maniobras de manipulación del primer mánager de la banda, Andrew Oldham; de las actuaciones en los pequeños clubes de blues mientras los Beatles se convertían ya en un fenómeno de masas con She loves you; de sus primeros éxitos discográficos; de sus viajes a Estados Unidos... Y, por supuesto, dedica las páginas más jugosas a los acontecimientos más dramáticos en la vida de Jagger y la carrera de los Stones: la expulsión de Brian Jones y su muerte a los pocos días, ahogado en la piscina de su casa en circunstancias extrañas; el fatal desenlace del festival de Altamont, donde los Ángeles del Infierno, encargados de la seguridad, mataron a un espectador durante una trifulca, un episodio en el que Norman asegura que Jagger se comportó de forma heroica, al contrario de lo que se cree.
También dedica Norman decenas de páginas al proceso judicial por supuesto consumo de drogas al que fue sometido el cantante en 1967, en el que, tras la primera redada antidroga de la historia del condado de West Sussex, el establishment británico impuso con ira a Jagger un castigo más que ejemplar. En la casa de campo donde varios Stones y otros amigos habían pasado el domingo había un maletín lleno de LSD pero la policía no reparó en él, de modo que los cargos contra Jagger se centraron en unas cuantas píldoras de anfetaminas que tenía en el bolsillo de la chaqueta. Le condenaron a 3 meses de prisión y 200 libras por las costas judiciales, mientras que a Keith le condenaron a 6 meses y 500 libras. Apenas pisaron la cárcel tras recurrir la sentencia.
A todo lo anterior se suma, por supuesto, un recuento exhaustivo de la impresionante y dilatada carrera musical de los Stones, la multitud de mujeres que ha pasado por la vida sentimental de Jagger, de Cleo Sylvestre a Jerry Hall, y la "prolongada y creativa pero siempre tormentosa" colaboración con Keith Richards, su "Glimmer Twin" ("gemelo brillante"). Una relación inestable de amor y odio -como ya confesó Richards en su autobiografía Vida en 2010- que, por enésima vez, han tenido que recomponer para poder estar, como harán esta noche en Madrid y en todo el mundo durante este año, encima de un escenario ante decenas de miles de incondicionales de distintas generaciones.