Nuria Espert en La violación de Lucrecia bajo la dirección de Miguel del Arco
"Fíjate en todos esos que están en el circo y hacen cosas extraordinarias. Parece que uno se puede levantar de la butaca y hacerlo", sugiere Nuria Espert (Hospital de Llobregat, 1935) a El Cultural para explicar su despliegue y desdoble en La violación de Lucrecia. "Lo mismo ocurre con un cuadro, nunca vemos el sufrimiento del pintor o los años de trabajo detrás de él, simplemente lo disfrutamos, no vemos el problema", añade. Y es que el Teatro de La Abadía repone desde el 8 de mayo hasta el 1 de junio la pieza que dirige Miguel del Arco (Madrid, 1965) y en la que Espert da vida a todos los personajes de uno de los poemas más desgarradores de William Shakespeare.La historia narra cómo una cortesana (Lucrecia) de 17 años recién casada es violada por parte de un aristócrata amigo de su marido. Movido por impulsos de deseo y con la intención de averiguar si esta sería infiel a su cónyuge, pone en riesgo su posición y el de su familia en Roma (es hijo del rey). El dolor que siente la joven es tal que acaba quitándose la vida. Este suceso pone patas arriba el poder de la familia Tarquino y da origen a la República de la Antigua Roma. En el poema "aparecen todos los que serán los personajes de Shakespeare más adelante [Hamlet y Macbeth, entre otros], porque se trata de una obra de su juventud", aclara el director Del Arco para proseguir: "Habla del honor, del poder, del abuso de género. Todo está dentro de la brutalidad y del instinto animal que tiene el ser humano". Es razón e instinto, siempre presentes en el bardo inglés. A través de esta línea argumental se desgrana el poder de un hombre que opta por pensar que tiene una potestad absoluta.
Espert detalla con cuidado lo que esta pieza le hace sentir. Una de las actrices más veteranas de la escena española como ella con muchos años de recorrido a sus espaldas, recuerda con cariño su papel de Medea y dice conservar para sí misma pedacitos de la liturgia clásica de la que ha sido partícipe. Pero este papel es diferente. "No pinta al violador en serie ni a un malhechor reconocido, no entra alguien por la ventana. Me pone los pelos de punta, vemos la violencia, qué le pasa al hombre, qué es una mujer para un hombre, como si fuera un derecho. Es la violación como arma de guerra", se apena. En estas circunstancias, comenta, la persona queda tan dañada que es muy difícil sobrevivir.
Todo empezó años atrás, cuando la actriz era joven y se sintió atraída por el texto. Por aquel entonces no se planteó llegar a realizar un proyecto semejante. Más adelante, cuando la ópera de Britten llegó al Teatro Real de Madrid, ella asistió. "Me dejó completamente fría, no sentí emoción y eso que el texto me había gustado y emocionado tiempo atrás", explica. Años más tarde, "muchos, muchos años más tarde [hace hincapié]", releyó el poema y pensó que podría ser un vehículo para un recital o lectura dramatizada. Coincidió que entonces estaba sumergida en la obra La loba y la tuvo que aplazar para que La violación de Lucrecia tomara forma. Poco después ella misma escogió a Miguel del Arco para que fuera su director. Sin haber visto nada de lo que él había hecho con anterioridad. "Siempre recordaré cuando vi Yerma aún estando en la escuela. Pasados los primeros temores de tener que dirigir a la estrella más estrella, es una mujer con la que se trabaja de manera muy fácil", se flagra Del Arco. "Yo le elegí empujada por lo que había escuchado a los actores que habían trabajado con él. Su interés por la palabra me pareció un gran apoyo y fue más que eso, no me equivoqué", se alegra Espert.
Y es que la relación entre ambos ha sobrepasado la barrera de los escenarios. El director cuenta que considera a Espert su "Oráculo de Elfos, necesito consultar las cosas con ella, escucharla porque tiene un criterio formidable". Pero cuando habla sobre lo entrañable de una veterana como ella comenta, con la mayor sinceridad, que "mantiene intacto el espíritu y se lanza a los proyectos con la misma incertidumbre y vértigo de una actriz que está empezando, incluso con más por todos los años ya recorridos".
Pregunta.- La obra habla de una violación, de honor, de virtud... ¿qué enseñanza podemos sacar de ella y cuál es su actualidad?
Respuesta.- (Nuria Espert) Es un coloquio sobre nuestra desgracia. La violación como arma de guerra, para destruir a la mujer como se tiran bombas, es la muerte. La violación como muerte. Si estuviéramos hablando del mundo antiguo como, por ejemplo, de Edipo sacándose los ojos, que es una leyenda pero difícilmente encajable en el mundo actual. Adoro el teatro clásico pero además de la belleza y de la hermosura de la construcción del poema hablamos (en La violación de Lucrecia) de algo que sigue siendo una de las cosas más atroces de nuestra sociedad.
Es de sobra conocido que es uno de los papeles más complejos que una actriz puede interpretar. Cada uno de los personajes requiere su estudio, su detalle, su voz, su comprensión e interiorización. Ellos siempre hablan de hacerse con el papel interpretado y, aquí, Nuria Espert es todos y cada uno de ellos. "Estar bien en el papel es complicado pero cada rol lo es en el momento en que lo enfrentas porque encaras algo nuevo y diferente", cuenta a El Cultural, como si de una chiquillada se tratara. Además, no está de más añadir un detalle que podría marcar un hito. La violación de Lucrecia ha sido llevada a las tablas como ópera pero nunca ha sido interpretado por una actriz. Cuenta con el añadido de que de todos los personajes de Shakespeare hay muchos masculinos de gran relevancia pero no tantos femeninos. Lucrecia es uno de ellos. Y no podía traerla a la vida y al presente nadie más que ella. Es la metamorfosis, el cambio, la experiencia y la actitud, rozando la perfección con sencillos cambios de atrezzo como salto entre personaje y personaje. Espert se esculpe a sí misma.