José Ricardo Morales. Foto: Chicho / CDT
El CDN se vuelca con José Ricardo Morales, dramaturgo exiliado en Chile tras la Guerra Civil. El María Guerrero acoge cuatro de sus obras, emparentadas con el absurdo de Beckett. Con casi 100 años sigue escribiendo.
Sobre algunas especies en vías de extinción insiste en uno de sus temas esenciales, la anulación del hombre por la tecnología. La austeridad del lenguaje teatral de José Ricardo Morales llega al máximo en Oficio de tinieblas, de 1966. Conviene resaltar esta fecha porque poco después Samuel Beckett escribiría dos obras parecidas, Solo y En compañía. Y si el teatro de Morales se distingue por su economía de medios, Oficio de tinieblas llega a su desnudez al desarrollarse en la oscuridad total; palabra sola rodeada de una tiniebla tenebrosa; palabra escuchada.
Puede que haya sido esta circunstancia, la coincidencia con Beckett, la que empuja a algunos a emparentar a Morales con el absurdo y más concretamente con una de sus figuras más representativas, si no la que más; lo cierto es que, por encima de esta coincidencia, la idea de un mundo inexplicable, la dificultad de comunicación, la deshumanización está presente en buena parte del teatro de este autor español. El hombre no es un ser inexplicable y al albur; es producto de fuerzas históricas que marcan su conducta. Oficio de tinieblas, aparte de la indudable influencia y mímesis que provocó en Beckett, ha tenido peripecias posteriores que demuestran su buena fortuna y el sentido anticipatorio de su teatro. Años después, en España, Jesús Campos en A ciegas hizo lo mismo, total oscuridad con la palabra como fondo de esas tinieblas. Al margen del elemento argumental, la formalización y la estructura de una dramaturgia son muy similares. Luego Blanca Portillo repitió tenebrosa experiencia y Jesús Campos reclamó derechos de primogenitura que, ahora veremos en el CDN, pertenecen en exclusiva a Morales.
Su relación con el exilio es muy peculiar. O como tal es considerada por estudiosos y colegas. Morales tiene una "biografía antifascista irreprochable", como afirma Soler Aznar que, con Ricardo Doménech, es quien más a fondo conoce el teatro y la vida de Morales: comisario político del Ejército Popular y responsable de cultura de la FUE valenciana. La expatriación le afectó en la misma medida que a los demás, pero la asumió de distinta manera y no tiene un aura de perseguido tan intensa. Mientras otros soñaban con una especie de reconquista de los valores perdidos, Morales se sintió desterrado sin posibilidad de regreso. Eso le afirmó en una visión de su destino sin melancolías reivindicativas. Mientras en los demás subsiste un proyecto político, en Morales predomina un proyecto intelectual. Fue el de la España peregrina de Bergamín, Max Aub o Alberti, que echó raíces en Chile.