Antes y después de Paco de Lucía
Creatividad y revolución técnica convirtieron al maestro en uno de los grandes de la historia de la música
26 febrero, 2014 01:00Paco de Lucía
Desde niño, Paco de Lucía siguió el rastro de la música de una manera obsesiva, compulsiva y exigente consigo mismo, como exigente, serio y metódico fue su padre, don Antonio Sánchez Pecino, también guitarrista, que le enseñó a dar los primeros pasos en ese universo de gran complejidad como es el flamenco. De gran complejidad, pero también de enorme dificultad, ya que si el joven aprendiz tenía los oídos puestos en los sonidos de la guitarra paterna o en la de su hermano mayor, Ramón de Algeciras, pronto descubrió a otro de los que luego hubo de considerar como principal maestro, Niño Ricardo. Después llegó el deslumbramiento con Sabicas, al que había conocido en uno de sus primeros viajes a Nueva York, y éste le sugirió, al escucharlo tocar, que procurara desprenderse de todas las influencias para forjar su propio lenguaje. Una revelación para ayudarle a ser el verdadero Paco de Lucía, que, por cierto, nunca olvidó su barrio gitano de La Bajadilla, por donde correteaba y aprendía de forma natural el fastuoso entramado rítmico del flamenco.Considerado el mejor guitarrista del mundo, rutilante estrella de los más prestigiosos escenarios internacionales, alumbró una obra discográfica tan inmensa como definitiva, tan imprescindible como paradigmática. Inició su camino con una profunda y bien cimentada base clásica, arraigada en la más pura tradición, hasta que, sin renunciar a ella, imaginó, como le propuso Sabicas, su personal talante expresivo, que se apoyó en dos pilares fundamentales: la creatividad, con nuevas y sorpresivas aportaciones, y la revolución técnica. Estaba nimbado por la gracia de la construcción musical, por esa cualidad innata de la inventiva que lo transportaba a la condición de iluminado, pero un iluminado, en este caso, racional, que aun recibiendo los impactos de hallazgos extraordinarios, sin embargo disponía de ellos conscientemente y los ordenaba hasta darles la forma que requería su propia necesidad artística.
Si, por un lado, el potencial creativo de Paco de Lucía ha cambiado el rumbo de la guitarra flamenca, elevándola a otra dimensión y dotándola de un riquísimo e inagotable universo melódico, por otro, ha revolucionado los conceptos de ejecución, pero con tanta naturalidad que su virtuosismo no parece siquiera intencionado: la velocidad de sus picados de vértigo, el dominio absoluto del mástil en toda su extensión, la limpieza cristalina de los trémolos, la exactitud en el fraseo, la afinación perfecta, los inéditos y sorpresivos acordes o los originales arpegios, han posibilitado que la guitarra flamenca en las manos de Paco de Lucía acceda a otros ámbitos hasta ahora impensables y han precipitado su desarrollo a través de un fructífero proceso evolutivo.
En invierno de 1973, durante el rodaje de un documental para televisión, le hice a Paco de Lucía la siguiente pregunta: "Hablando de técnica e improvisación, ¿cuál crees que es la relación entre esos dos conceptos?". Y me contestó: "Pienso que la improvisación puede llevarse a cabo si existe un gran dominio técnico. La improvisación para mí es la expresión del artista según su estado de ánimo, pero si tiene problemas con los dedos, ya no puede existir la improvisación". Entonces contaba veintiséis años y desde el principio ya poseía el don de la creatividad, que en él surge como un manantial inagotable.
Es difícil estar poseído de esa facultad, que según su opinión no brota fortuitamente, sino que es el producto del trabajo continuo, de la perseverancia y del prolongado contacto con el instrumento. De ese permanente estado de alerta en sintonía con lo que pudiéramos llamar inspiración, nace la exclusividad de su expresión artística que divide la historia de la guitarra flamenca en dos periodos significativos, ambos de contundente definición: antes y después de Paco de Lucía. "¿Existen factores que te motiven para componer: sentimientos, recuerdos…?", le pregunté en otra entrevista, esta vez en 1994. "En la composición, como dijo alguien, hay un diez por ciento de inspiración y un noventa por ciento de transpiración. Hay que trabajar, hay que encerrarse con la guitarra horas y horas hasta que llegue lo que llamamos inspiración", fue su repuesta.
Adelantado a su tiempo, Paco fue un pionero que no dudó en arriesgar su trayectoria profesional para responder con honestidad y audacia a sus mismas necesidades artísticas: un maestro, al que recordamos con emoción, y que ya forma parte de la historia de música.