El Teatro Real celebra hoy el Día de la Música con una gala-homenaje a Teresa Berganza (Madrid, 1933) con motivo de la celebración de su ochenta aniversario. Sylvain Cambreling y Alejo Pérez dirigirán al coro titular y a la Sinfónica de Madrid así como a un elenco de voces particiado por Carlos Álvarez, María Bayo, Annick Massis y José van Dam, entre otros.
1. Lola Rodríguez de Aragón
Su primera profesora entendió su vocalidad y la situó en el terreno de las mezzos. Fue depurando el estilo y reforzando sus resonancias, muy favorables a los repertorios de Mozart o Rossini y que abonarían la obtención de un primer premio en el Conservatorio de Madrid, donde debutaría en 1955.
2. Zarzuela y Argenta
En esos años fue habitual la presencia de Berganza en los estudios de grabación. Columbia lanzó al mercado una serie de zarzuelas presididas en buena parte de los casos por la flamígera batuta de Ataúlfo Argenta y protagonizadas por jóvenes voces. En algún caso, nuestra cantante desempeñó cometidos propios de una soprano, así en Los gavilanes de Guerrero. No había problema porque tenía el si natural e incluso el do 5.
3. Aix-en-Provence
El primer aldabonazo internacional tuvo lugar en 1957, el festival veraniego de esa villa francesa. Berganza cantaba Dorabella, una parte escrita en origen para una soprano, pero que interpretan habitualmente mezzos líricas. La gracia, el fraseo, las dotes naturales de actriz, lo satinado de los sonidos, la belleza y la espontaneidad casaban perfectamente con el personaje, que ha de ser cantado con una refrescante sencillez y una comunicatividad a flor de piel.
4. Cherubino
Otra criatura operística que encajó siempre, de forma natural, con el estilo de Berganza, tan refinado como vital. Las cuitas del paje raras veces fueron tan bien expuestas, con esa mezcla de candor y travesura, como en sus recreaciones. Fue el papel que la encumbró, en 1958, en Glyndebourne, plaza de abolengo mozartiano donde las haya. Cherubino ha sido paseado por nuestra mezzo durante décadas por todas las partes del globo.
5. Félix Lavilla
Eran años en los que la cantante había empezado a dar ya pruebas de ser una consumada intérprete de la canción de concierto. Con Conchita Supervía y Victoria de Los Ángeles ha sido la que ha sabido recoger mejor el acervo popular; con desparpajo y naturalidad. Para ello y para otras cosas fue fundamental la colaboración con su marido de tantos años (de 1957 a 1977), el pianista Félix Lavilla.
6. Abbado
El encuentro con Claudio Abbado dio nuevo realce a su carrera. Con él puso en órbita una Cenerentola rossiniana de categoría. Más tarde, en Edimburgo, despojó a Carmen de superficial sensualidad, de desgarramiento facilón y buceó en la psicología; con resultados sin duda discutibles, pero sorprendentes por la novedad y la limpieza. Un nuevo camino para una cantante versátil, que iba de Bizet a Mozart y de éste a Händel (su Ruggero de Alcina marcó época).
7. Docencia
En los últimos años, la artista madrileña se ha entregado, con la pasión que pone en todo, a la enseñanza de un canto que lleva en la sangre y que busca la depuración, la estilización, la finura, la claridad, la elegancia, la belleza del sonido. La calidad antes que la cantidad; la gracia antes que la vulgaridad. Ha sido profesora titular de la Cátedra de la Escuela Superior de Música Reina Sofía y dado clases magistrales en todas partes. Ha dirigido también el primer taller lírico del Teatro de la Zarzuela. Es premio Nacional de Música y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
8. Discografía
Hay extraordinarios registros mozartianos: Clemenza di Tito (Sesto; Kertesz, Decca, 1957), Così fan tutte (Dorabella; Solti, Decca, 1973-4) y una serie de recitales para Decca (grabaciones de 1962, 1967, 1974 y 1985). De Rossini hay que apuntar los sensacionales Barbero y Cenerentola con Abbado (DG, 1971) y La italiana en Argel (Varviso; Decca, 1963). De primerísimo orden la Alcina de Händel (Bonynge, Decca, 1962). En el campo de la canción, señalemos un álbum de dos discos del sello amarillo (Lavilla y Yepes; 1974-76).