Bebo Valdés. Foto: Javier del Real.
El pianista cubano Bebo Valdés ha fallecido este viernes a los 94 años. El músico, enfermo de alzhéimer, ha dicho su último adiós en Suecia. Embajador de los ritmos afrocubanos y creador de la batanga, era padre del también pianista y compositor, Chucho Valdés, quien le ha cuidado durante los últimos años de su vida.Valdés, nacido en 1918, era uno de los grandes nombres de la música cubana. Compositor precoz, fue uno de los protagonistas de la expansión del jazz latino a nivel mundial. Triunfó en EE UU, en Europa, pasó muchos años alejado del mercado (en Estocolmo, donde decidió exiliarse por su discrepancia con el régimen castrista) y fue redescubierto, ya siendo un anciano, por Fernando Trueba.
Con Trueba colaboró, entre otras, en las películas El milagro de Candeal y Calle 54, además de componer la música de Chico y Rita. El cineasta también produjo, entre otros, el disco Lágrimas negras, donde Valdés tocaba el piano con Diego El Cigala a la voz.
Una voz que hoy se arrastraba de tristeza al otro lado del teléfono. Pocos minutos después de conocer la noticia recordaba el aluvión de vivencias que compartió con el músico cubano. "Era un genio. Cantar a su lado ha sido lo más bonito que me ha pasado en toda mi carrera musical". Trueba le enseñó algunos fragmentos de Calle 54 (antes de que la película estuviera montada) en las que aparecía Bebo tocando con Cachao. "Fue un flechazo. Ahí me enamoré de su manera interpretar".
"Pero era más artista como persona que como músico todavía", explica emocionado el cantaor. "Tuvimos una relación como de abuelo y nieto. Él me daba muchos consejos: que me cuidara, que no dejara de luchar, que cantara siempre lo que me gustaba porque así lo haría con sentimiento". Y añade: "Lo que más me gustaba de él era su educación y su finura. Era un auténtico caballero".
Bebo y Chucho Valdés tocando juntos en Calle 54.
"Bebo ha sido el músico más influyente en mi carrera", asegura el compositor y productor Javier Limón. "De los diez mejores momentos que han tenido lugar en mi estudio, él está por lo menos en siete". El mejor de ellos fue cuando el pianista grabó con Enrique Morente un tango para La silla de Fernando, una película-conversación de David Trueba con Fernán-Gómez. "Fue un momento mágico tener a Enrique y a Bebo, cada uno en una cabina, grabando aquella pieza".
En otro alarde de genialidad, cuando Limón preguntó a Bebo cuántos días de estudio debía reservar para grabar Lágrimas negras, el cubano respondió: "Dos, por si acaso". Bebo, además, era un optimista compulsivo. "Todos creíamos que venderíamos unas 20.000 copias de aquel disco. Él dijo que serían un millón... E incluso se quedó corto, al final fueron dos".
Limón destaca entre las enormes cualidades musicales de Valdés su visión de la big band cubana. "De joven llegaba a la radio y sin piano, directamente sobre el papel, arreglaba y escribía la partitura de cada instrumento para la canción que tocara ese día. Eso no es capaz de hacerlo hoy ninguno de mis alumnos de Berklee".
"La vida de Bebo es una película -continúa Limón-. Aprendió a tocar el piano en una mesa con las teclas dibujadas. Hablar con él era conocer a Cachao, el guaguancó, a Bill Evans, a Rachmaninov y el jazz. Ahora mismo estoy viendo una foto de él abrazado a Sarah Vaughan y a Nat King Cole. Bebo es la música cubana del siglo XX".
Su hijo, el también pianista Chucho Valdés, recordaba en una entrevista con El Cultural la gira que realizó con su padre Juntos para siempre, que les llevó a tocar a recintos como el Teatro Real de Madrid: "Para mí ha sido una de las más emocionante de toda mi carrera. Los dos hemos tenido que vivir separados durante muchos años y hacer una gira así, tan familiar, con su esposa María, con la mía Lorena y mi hijo Julián, es algo que nunca podré olvidar. Por fin pudimos recuperar tanto tiempo perdido".