Cayetana Guillén Cuervo en un momento de El malentendido.
"Todo empezó con una intención muy sana y muy alegre, queriendo también rendir tributo al escritor en su centenario", comienza explicando Guillén Cuervo. Luego llegó la enfermedad de su padre y el equipo, con Eduardo Vasco en la dirección, quiso por todos los medios que el homenajeado pudiera ver la obra, pero no fue posible. Se emociona la actriz al recordar cómo casi hasta el final su padre le pasaba el texto desde la cama del hospital. Igual que en Camus, el sentido trágico del destino jugó su papel en esta historia.
En una cartelera ligerita de cascos por lo general como es la de 2013, un texto de Camus como El malentendido, con su abisal existencialismo, se terciaba complejo de representar, pero Ernesto Caballero, agradece ella, enseguida les apoyó en su empeño. "Mi padre estaba muy decepcionado con todo lo que está pasando pero siempre ha sido un luchador y un hombre sereno, constructivo, un crítico pero siempre con la sonrisa. Él, tan lúcido y tan intelectualmente formado, admiraba a Camus por su autonomía y por su libertad, así que buscando un texto me sugirió El malentendido", recuerda.
Por aquel entonces, ella no había leído la obra, pero al conocer aquella historia sobre un hijo que regresa a su casa con su mujer después de 20 años sin que su madre y su hermana le reconozcan quedó entusiasmada y se puso a batallar por los derechos. "Eduardo Vasco entendió enseguida el sentido del montaje. Y mi padre no ha llegado a la obra pero sí llegó a ver cómo nos apoyó el Centro Dramático Nacional, que le dio otro empaque. Siempre le agradeceré a Ernesto Caballero esa comprensión emocional, porque yo le decía, Ernesto, que mi padre está muy malito, hay que darse prisa. Luego Eduardo entendió frontalmente la historia, para mí ha sido un descubrimiento a todos los niveles. No puede ser más sereno, está lleno de talento y no hace alarde de nada. Estoy admirada con él y con todo su equipo".
Las buenas sensaciones que ha recibido Guillén Cuervo durante el proceso también las comparte Eduardo Vasco, que nunca se había enfrentado a un texto de Camus. "Esta es la obra de la que todos hablábamos pero nunca acabábamos representando. Me resultó muy apetecible cuando recibí la llamada del CDN y de Cayetana", agradece el director de escena. "Es una función muy complicada pero ella ha tenido ese empuje y esa intensidad... es muy significativo que haya querido hacer una de las cosas más difíciles que se pueden hacer ahora mismo y es de agradecer", abunda. Frente a la mencionada tendencia a la evasión y a la comedia del teatro en el presente, Vasco opone que sus decisiones son una forma de situarse en la vida y en la profesión, un compromiso que no se plantea como opción. Y respecto a las loas de su actriz protagonista, él se quita mérito: "No quiero dar muchos gritos, soy más partidario de la contundencia para que cale mejor el mensaje de la obra, no quiero elevar la voz por encima de Camus, estoy más en el momento de escuchar que de superponerme a su discurso. Quiero transmititlo y que el espectador entienda o sienta cosas que he sentido yo".
Vasco le ha dado a la pieza un aire de obra de teatro de cámara, ha jugado a la habitación de hotel, al espacio reducido, en consonancia con el halo trágico del texto, que está relacionado con las raíces, con el libre albedrío y con la desdicha de no haber podido elegir. "Lo he trasladado a un mundo estético en el que priman la palabra y los elementos atmosféricos pero tratando de no tener demasiado protagonismo", amplía el director que, preguntado por las conexiones del clásico con el presente, concluye: "La reflexión de Camus es filosófica, él lo que quiere es que nos planteemos determinadas cosas como nuestra forma de vida. Está inmerso en una experiencia como el nazismo, con atrocidades nunca vistas, y eso se aplica al cien por cien a este momento". Ahí están las raíces de El extranjero, la familia y su lugar en nuestra vida, la sociedad como prisión, el norte y el sur, la religión... Camus cala y así le ha ocurrido a Vasco, que confiesa que, igual que se pegó a los clásicos, el francés se quedará mucho tiempo a su lado, tal vez en forma de proyectos futuros.
Julieta Serrano y Cayetana Guillén Cuervo en un momento de la representación.
- Ha sido un revulsivo para mí y, en el fondo, me ha sentado bien. A la vez me da mucha pena y mucha rabia que mi padre no esté para verla pero la vida es así de cruel. Todo el desenlace de mi padre con este texto que habla de esto, de la muerte, del sentido de la vida... es un bucle. Si hubiera sido una comedia no habría podido con ella, si he seguido es porque el texto estaba en esa cuerda.
Además, la obra quiere hablar de otra forma de hacer teatro, porque, a pesar de que la risa está bien, el espectador sigue buscando altura: "También hay que salir a pensar. Es compatible ver Tricicle y El malentendido, hay un momento para todo", sostiene la intérprete. En la misma línea, hace varias décadas, sus padres también quisieron hacer otro teatro, una escena que aportara cosas a la vida, como le recordaba su madre cuando le hablaba de aquellos días: "Me ha ayudado transmitiéndome emociones que ella sintió entonces, igual que mi padre. Ha sido un proceso muy sereno, hondo, con una sensibilidad enorme. Una especie de búsqueda hermosa, triste. Siempre lo vamos a recordar todos como algo distinto". Como guinda para la experiencia, para rendir un verdadero homenaje al teatro de aquella generación, la obra saldrá de gira en primavera: "No estaba completo si no salíamos y se nos están yendo todos, este año ha sido brutal, por eso tenemos que salir a que la gente lo vea y les recuerde".