Sumario: Lo mejor del año



La música, con sus dificultades en año tan crítico, no ha dejado de florecer en nuestro país. Pero el estado de cosas, la situación de la economía, los recortes se dejan sentir. Ahí están las penurias de los trabajadores del Real y el Liceo; o del Palau de les Arts de Valencia, que nació en la (engañosa) opulencia y ahora pierde más del 50% de su presupuesto, obligando a su directora artística, Helga Schmidt, a hacer encaje de bolillos y a levantar una producción como la de La bohème, con Riccardo Chailly al frente y 45.000 euros para la escena. Ante la situación, sus empleados anuncian con gracia, antes de cada sesión, utilizando para ello unas lápidas alusivas, la defunción de Rossini, Wagner, Verdi y otros compositores.



El coliseo madrileño, que tiene como nuevo hombre fuerte y duro en las finanzas a Ignacio García Belenguer, no ha propiciado, por la actitud de su director artístico, Gerard Mortier, un esperado acuerdo general con otros teatros para crear un circuito de coproducciones españolas. En su decimoquinto aniversario ha presentado en Madrid, en un excelente concierto, Moisés y Aarón de Schönberg. Lástima que lo haya hecho con conjuntos de fuera y a un coste excesivo. El coliseo de La Rambla, por su parte, ha contado con la presencia, a principios de septiembre, de las huestes del Festival de Bayreuth, un coro y una orquesta extraordinarios.



Debemos alegrarnos de que algunos centros operísticos de menor presupuesto mantengan todavía la bandera enhiesta, pese a las mordidas. Un ejemplo es La Maestranza de Sevilla, que continúa con su proyecto de llevar a su escenario la Tetralogía de La Fura y que ha recuperado Cristóbal Colón de Carnicer. Subsistieron a trancas y barrancas las temporadas impulsadas por dos relevantes y antiguas asociaciones de amigos de la ópera, la de Oviedo -con un estupendo Peter Grimes de Britten- y la de Bilbao (ABAO), y se mantuvieron, más modestamente, las que organizan los de La Coruña -con Nucci en Rigoletto- o los Gayarre (AGAO) de Pamplona. No ceja tampoco el Cervantes de Málaga. Lamentablemente, no puede seguir la misma senda el Villamarta de Jerez, del que ha desaparecido cualquier aventura lírica operística.



Algunas orquestas las están pasando canutas, como la de Extremadura, en la que está ahora el eficaz Álvaro Albiach; o como la de la de la Región de Murcia, donde se sitúa la joven Virginia Martínez. Esperemos igualmente que se abra una buena época para la Nacional tras la marcha de Josep Pons y de la incógnita de su posible sustituto, algo que debe proponer el nuevo responsable, Félix Alcaraz, que parece persona juiciosa. Una pena que se dejara escapar al prometedor David Afkham. La singladura anterior no fue mal y se abrió el melón de las grabaciones importantes. Interesante Carta blanca a Joan Guinjoan, octogenario que compartió honores en otros círculos con el septuagenario Tomás Marco, presente, por ejemplo, en las actividades del CNDM, en las que Antonio Moral extrae un brillo insólito a su presupuesto. Hay que celebrar la aparición de un nuevo ciclo musical en el Auditorio Nacional, La Filarmónica, y la absoluta vigencia de las Orquestas y Solistas de Ibermúsica.



Por su parte, Paolo Pinamonti empieza a encarrilar el Teatro de la Zarzuela, en el que está introduciendo novedades sin descuidar el género lírico de siempre. Aunque no nos convenció, no puede negarse la relevancia de la producción ¡Ay, amor! de Wernicke. No está en todo caso nada mal que el mundo de la ópera se abra a nuevas perspectivas y que surjan creaciones como la de Jorge Fernández Guerra, que ha logrado estrenar Tres desechos en forma de ópera, recurriendo al micromecenazgo. Otro compositor actual, Jesús Torres (espléndido su Concierto para violín), ha recibido muy justamente -en unión del pianista Javier Perianes- el Premio Nacional de Música. En la estela de la creación de nuestros días siguen estando Músicadhoy y Óperadhoy, que impulsa el entusiasta Xavier Güell.



Hay que agradecer a organismos privados, tales como las Fundaciones BBVA, Telefónica, Caja de Madrid y Albéniz, que todavía sigan apoyando la actividad disco- gráfica, los conciertos de PluralEnsemble, las sesiones didácticas o el finalmente mantenido Liceo de Cámara, cuya jugosa programación sigue planificando Luis Gago. A sumar la inquietud del Instituto Italiano de Cultura, desde el que Carmelo di Gennaro no para de inventarse interesantes propuestas, como las de la integral de las Sonatas de Scarlatti o la celebración de recitales a la memoria de Verdi, que este 2013 comparte bicentenario con Wagner.