Luisa Martín protagoniza El show de Kafka.
La adaptación de García May era, y debe seguir siendo, una garantía. Una garantía llena de riesgos, eso sí. Se trata de una adaptación "libre y atrevida" de Informe para una Academia, ha confesado García May, que lo titula El show de Kafka. Su adaptación, también atrevida, de Drácula, fue brillante y sorprendente. Hay en el exdirector de la Resad un excelente autor no del todo aprovechado, aunque esa sensación la tienen casi todos: poetas, periodistas, narradores y mediopensionistas. Tuvo un arranque fulgurante con Alesio, Premio Tirso de Molina en 1986, aunque su continuidad haya sido intermitente.
El sello de Informe para una Academia y los derechos de primogenitura -en sentido metafórico, claro está- los ostenta hace tiempo José Luis Gómez. Fue el primero, recién llegado de Alemania, con un bagaje teatral insólito para la España de su tiempo, en ponerse de chimpancé para escándalo de profanos y regocijo de entendidos. Era el año 1976. Treinta años después, cuando Pérez de la Fuente andaba afinando su simiesco proyecto, José Luis Gómez retomó el suyo con un vigor tamizado, matizado y, en parte, crepuscular. Pudo ser coincidencia o golpe de autoridad; Gómez volvió a triunfar sin discusión, con mayor madurez y fiel a sus principios de siempre; un arte actoral basado en el dominio del cuerpo y en la verbalización perfecta del texto. Si Pedro el Rojo había crecido en sabiduría, José Luis Gómez también.
En el Centro Cultural de la Villa, hoy Fernando Fernán-Gómez, se vió hace poco un notable trabajo de Ricardo Joven con Teatro del Temple, Yo, mono libre. Pero no era lo mismo. Es difícil cogerle el punto a esa continua confrontación entre la libertad y sus falsos reflejos, la impostura, la simulación como medio de supervivencia. El mono de Kafka, capturado en una cacería, lo primero que aprende es a estrechar la mano como signo de convivencia y respeto social; la domesticación es un doloroso aprendizaje; Kafka puro. Tras ese proceso, a la vez castrante y liberador, Pedro el Rojo está en situación de razonar su vida y su conducta ante el cónclave de sabios que le escucha y pregunta. Mono o mona, es lo de menos. Lo de más es que se trata de un texto clave en la narrativa kafkiana, como puede serlo La metamorfosis, y que ha tenido buena fortuna escénica. Ignoro por qué extraños vínculos asociativos la comparación entre Gregorio Samsa convertido en cucaracha y Pedro el Rojo, el simio ilustrado, me parece inevitable: dos formas distintas de una libertad perdida.