Si hay una serie documental mencionada en su día hasta la saciedad y que todavía se sigue mencionando al hablar de producciones true crime, esa es sin duda The Jinx. Una docuserie que hizo historia y marcó un punto de inflexión en el género allá por su estreno en 2015.



Pero no exactamente por el caso criminal que abordaba, sino por una razón muy particular que marcaría la diferencia con el resto: el investigado y sospechoso de varios asesinatos 
Robert Durst quería limpiar su imagen con el documental pero acabó confesando sus crímenes en una pausa para ir al baño y al no darse cuenta de que seguía llevando el micrófono puesto. Sin duda, el final mas impactante que jamás haya tenido un producto de este tipo.

Dirigida y producida por el cineasta Andrew Jarecki (Capturing The Friedmans) la serie documental de HBO The Jinx también destacó notablemente por la turbadora y fría personalidad de su protagonista y una sugerente factura visual en las recreaciones ficticias de los momentos más oscuros y sobrecogedores de esta historia.

A lo largo de los seis episodios de la primera temporada, el espectador asiste a la detallada investigación sobre el magnate Robert Durst, que saltó a la fama en la década de los 80 por la extraña desaparición de su mujer, Kathie McCormack, cuyo cuerpo nunca llegó a aparecer.

Posteriormente, ya en los años 2000, el empresario también estuvo en el punto de mira de la policía por un par de asesinatos más: el de Susan Berman, amiga de Durst desde hacía bastante tiempo (y de la que se rumoreaba que conocía la identidad del asesino de la desaparecida Kathie), y también el de su vecino Morris Black, el cual apareció descuartizado y del que el magnate confesó haberlo hecho "en defensa propia" en el juicio posterior. Sin embargo y por falta de pruebas incriminatorias finalmente no fue condenado por ninguno de los tres.

¿Inocente inocente?

Años antes a The Jinx, Andrew Jarecki había rodado la película Todas las cosas buenas (2010) inspirada en la historia real de Robert Durst y protagonizada por Ryan Gosling y Kristen Dunst. El filme fue muy del agrado de Durst hizo que se pusiera rápidamente en contacto con el director para proponerle la filmación de una entrevista y así poder contar su propia verdad sobre la historia. 

Lo que no se imaginaba es que a partir de ese momento ambos entrarían en un duelo dialéctico y probatorio cual gato y ratón sobre su supuesta inocencia desembocando con la entrega, en el último episodio y de manera involuntaria a la justicia, del elemento central de la investigación que permitiría poder procesarlo, esto es, la confesión de los asesinatos, en sus propias palabras: "Yo los maté a todos, por supuesto". 

Una inesperada y sorprendente revelación que el director puso en conocimiento de las autoridades justo antes de la emisión de la serie en HBO. 

Atrápame si puedes

Los nuevos episodios de la segunda temporada, nuevamente de la mano de sus creadores Andrew Jarecki, Marc Smerling y Zac Stuart-Pontier, abordan los últimos ocho años del caso criminal tras la detención de Durst, descubriendo material oculto, aportando grabaciones telefónicas desde la cárcel y entrevistas con personas que nunca antes habían dado la cara hasta el sonado juicio en octubre de 2021.



La acción comienza situando al espectador sobre todo lo ocurrido antes de la detención de Robert Durst en el hotel JW Marriot de New Orleans. Los días anteriores el magnate había estado viendo tranquilamente los capítulos que se emitían semana a semana en HBO, como un espectador más, hasta que el sorprendente y revelador "error caligráfico" que le implicaba de manera bastante evidente en la penúltima episodio le hizo cambiar de idea rápidamente y poner tierra de por medio advirtiendo que su supuesta inocencia ya no quedaba tan clara. Si es que alguna vez lo fue.



Tras dejar su domicilio habitual limpio de todo tipo de material y huellas digitales con ayuda de un matrimonio amigo (otro de sus habituales ‘favores’ de conocidos) y huir a otro estado, cometió otro error, esta vez de carácter telefónico intentando acceder al buzón de voz de su casa través de una llamada desde el hotel.

Esto le supuso ser localizado e inmediatamente detenido por el FBI justo antes de fugarse a Cuba con una gran cantidad de dinero, un arma y una extraña y carísima máscara de latex al estilo de las que se usan en las películas de Misión Imposible.

El particular juego psicológico con el que Robert Durst siempre iba un par de pasos por delante de la policía parecía llegar a su fin. O igual todavía no. Y es que, incluso capturado, hay algo fascinante y turbador en su fría y calculadora personalidad digna de cualquier psicópata de thriller cinematográfico.

Las amistades peligrosas 

Una vez entre rejas, asistimos a como Durst comienza a hacer todo tipo de llamadas a conocidos para saber quien va a estar de su lado mientras contrata para su defensa al equipo de abogados elitistas formado por Dick DeGuerin (responsable de evitar su condena en el juicio de "desmembramiento" en Texas) y David Chesnoff, famoso letrado de todo tipo de celebridades y especialista en hacer que los problemas desaparezcan.

Todo esto gracias a la inestimable ayuda de su segunda y omnipresente esposa Debbie que, por cierto, da tanto miedo o más que el propio Durst. No deja de ser curioso ver como desfilan telefónicamente varios conocidos y antiguos amigos del magnate, dejándole bien clara su lealtad incondicional, ya sea por amistad real o bien por no acabar "desapareciendo" misteriosamente como las otras tres víctimas.



De tal manera que la única esperanza en la investigación era que alguien fiel a Bob fuese capaz de darle la espalda tal y como finalmente ocurrirá con su antiguo amigo (y particular ex cantante de 
Country Porn) Nick Chavin, que acabará revelando una información vital que proporcionará un vuelco al caso. Finalmente el jurado le encontró culpable por el asesinato de Susan Berman y se le sentenció a cadena perpetua. Y, tres meses después, murió en California.

Hay que reconocer que pese a que la segunda temporada no tenga el impacto de la primera, la serie sigue poniendo los pelos de punta a través de las distintas ramificaciones de los crímenes y los espeluznantes detalles de los testigos relatados a lo largo del juicio. 

Y también pese a una cierta autocomplacencia, y a la sensación de que se podría haber contado en menos capítulos, The Jinxen su conjuntosigue revelándose como una fascinante y dolorosa crónica sobre el mal encarnada en la figura de un ególatra traumado que creía tener impunidad ante todo. Un caso estremecedor del que se consiguió hacer justicia y que continua estando en lo más alto de los true crimes.