La Unidad, estrenada el 15 de mayo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, se convirtió en todo un fenómeno para Movistar+, logrando el mejor estreno histórico para uno de los contenidos originales de la plataforma. El cineasta Dani de la Torre y el guionista Alberto Marini, creadores de la serie, consiguieron así vía libre para retomar este thriller policíaco sobre unos agentes especializados en la lucha contra el terrorismo yihadista, protagonizada por Nathalie Poza, Marian Álvarez, Michel Noher, Luis Zahera o Fele Martínez, que retoman ahora sus papeles.
Más ambiciosa, trepidante y espectacular que la primera temporada, con unos capítulos que manejan la tensión con la precisión de un reloj suizo, esta nueva tanda sitúa a cada uno de los agentes en el punto de mira de una célula terrorista, lo que pondrá en peligro las vidas de sus seres queridos. Hablamos con Dani de la Torre sobre las similitudes de la nueva trama con la pandemia, de sus referentes, de los mayores retos del rodaje, del espíritu viajero de la serie y de su relación con los agentes de la Comisaría General de Información en lo que se basan los personajes. “La serie ha crecido mucho en esta segunda temporada”, explica. “Es más atractiva que la primera porque los protagonistas ya están presentados y podemos acercarnos más a ellos y a sus familias, a sus problemas diarios, y verlos sometidos a una amenaza constante que provoca que el espectador empatice más con ellos”. Desde el pasado viernes 18 puede verse completa en Movistar +.
Pregunta. ¿En qué se diferencia esta segunda temporada con respecto a la primera en cuanto a la experiencia que va a vivir el espectador?
Respuesta. Durante la pandemia a Alberto Marini y a mí nos marcó esa sensación de que podías llevar el virus a casa en cualquier momento y convertirte en responsable de que algún ser querido enfermara por tu culpa. Eso nos abrió el camino hacia la trama de la segunda temporada. Aquí es una amenaza terrorista lo que provoca para estos policías que algo tan básico como llevar a tus hijos al colegio o hacer la compra se vuelva hostil. Esto es algo que hemos vivido todos y era una manera de hacer que el espectador entrara a saco con los personajes.
P. La primera temporada estaba muy pegada a la experiencia de los agentes de la Comisaría General de Información. ¿Aquí han tirado de otros hilos para desarrollar las tramas?
R. Esa amenaza individual es, evidentemente, una ficción. La trama del topo, en cambio, sí está inspirada en la realidad. Los agentes de la Comisaría General de Información se están continuamente investigando unos a otros. Algunos de estos policías son originarios de otros países, especialmente de Marruecos y Argelia, y pueden ser víctimas de alguna extorsión que implique a sus familiares o a su entorno. También construimos al villano a partir de informes de casos reales. En concreto, a partir de un hombre que fue detenido y que tenía incluso más hijos y esposas que nuestro Al-Hassan (Kaabil Sekali). Y también ha habido casos reales de fundaciones de desradicalización de jóvenes musulmanes que eran en realidad tapaderas para financiar la yihad. Son noticias que están ahí, que salen cada día en prensa y que pasan desapercibidas y, más ahora, con la cantidad de cosas que están pasando. Nos hemos limitado a fusionar algunas de ellas.
P. Para la primera temporada hablaba del cine de Paul Greengrass como gran referencia. ¿Se ha añadido ahora alguna más?
R. Me obsesiona encontrar el equilibrio entre puesta en escena y personajes. Obviamente, un atentado es algo espectacular, pero no quiero que sea pirotecnia pura y dura ni recrearme demasiado en ello, porque engulliría a los personajes. El cine de Kathryn Bigelow tiene ese equilibrio y para mí es un referente. Sus tramas y sus personajes son muy potentes y, al mismo tiempo, la acción está siempre al servicio de ellos, es espectacular y aparece cuando es necesaria. Es el cine que me gusta, en el que los personajes siempre son lo primero.
P. La producción es, en líneas generales, más ambiciosa, con capítulos que van in crescendo en tensión al igual que la misma serie y secuencias muy impactantes. ¿Ha sido un reto mayor que la primera temporada?
P. Sí, sobre todo por la pandemia. Hay una parte importante del presupuesto que se va en medidas de prevención y rodar ahora es mucho más incómodo. Por ejemplo, necesitas llevar a todos sitios tu propia figuración porque las calles están llenas de mascarillas. El presupuesto era más o menos el mismo que en la primera temporada, pero pierdes dinero en cosas a las que no estabas habituado. Además, queríamos mantener el nivel y el espíritu viajero de la serie, que es indispensable para entender lo que hacen los personajes. El terrorismo se puede gestar en un país y se ejecuta en otro y es necesario que la policía mantenga relaciones estrechas con las fuerzas de seguridad de otros países y que se ayuden mutuamente.
P. Han rodado en Zaatari, campo de refugiados de Jordania en donde conviven unos 80.000 sirios. ¿Cómo fue la experiencia?
R. Se me cayó el alma a los pies con lo vi. Hay niños que han nacido allí y que están completamente fuera de la realidad. Pero lo que ocurre en Zaatari también repercute en nuestro mundo, por muy cómodos que estemos o por muy seguros que nos sintamos. Lo estamos viendo también con lo que ha pasado con la pandemia o con lo que ocurre ahora en Ucrania. Todo lo que ocurre en otro país te viene de vuelta, a nivel emocional o económico. Nos hace daño a todos.
P. Hay secuencias muy crudas, con mucho riesgo, sobre todo hacia el final. ¿No daba un poco de vértigo cruzar algunas líneas?
R. Vértigo siempre da, pero cuando cuentas una historia de este estilo tienes que ir a por todas. No te puedes quedar a medias. Una de las principales obsesiones de la policía siempre es el cabo suelto y es algo que siempre nos ha gustado incluir en la serie. Ellos pueden controlar a las células, pero los individuos son otro tema. Es muy difícil evitar que alguien salga a la calle y te la lie. Por eso la serie tiene ese punto de imprevisibilidad. Nunca puedes estar tranquilo.
P. Vuelven a aparecer temas muy cotidianos de estos policías, como la maternidad, la jubilación, los romances dentro del cuerpo… ¿Estos profesionales que se juegan la vida tienen los mismos problemas que cualquiera de nosotros?
P. Estuve en reuniones en Canillas dentro de la policía, en operativos en Ceuta, con el GEO en Guadalajara… También de cañas o cenando con ellos y lo que aparece en la serie es lo que vi. No son muy diferentes de los trabajadores de cualquier otro ámbito, ya sea una redacción de un periódico o un hospital. Todos son muy profesionales y después algunos se llevan mejor, otros peor, y cada uno es de una manera diferente. Al final no deja de ser un grupo humano como cualquier otro y es lo que me llamó la atención. Y es difícil retratar la normalidad porque no suele ser muy atractiva: van a hacer la compra, llevan al colegio a sus hijos, entrenan en el gimnasio, tienen problemas de pareja… Son tramas tan normales que es difícil mantenerlas en una estructura tan bestia como la de La Unidad. Pero estoy contento de que escenas como la jubilación de Ramón (Carlos Blanco) en la azotea del Círculo de Bellas Artes funcione a un nivel tan humano.
P. ¿Va a haber tercera temporada de La Unidad?
R. Nos gustaría porque tenemos temas para desarrollarla, pero depende de Movistar y de las audiencias mágicas de las plataformas.
P. ¿Qué ventajas tiene ahora mismo trabajar en una serie de una plataforma con respecto al cine?
P. La verdad es que no hay mucha diferencia. Los procesos son más largos para las series, sobre todo la escritura y el rodaje. Pero tanto Atresmedia Cine como Movistar, cadenas con las que he trabajado, tienen mucha sensibilidad con los creadores. Ya no somos un eslabón más de la cadena sino una pieza fundamental. Puedes discutir de tú a tú con ellos y saber lo que opinan. Quieren sobre todo que estés libre y que les entregues un trabajo que les emocione.