El título de Escape, de Rodrigo Cortés, no deja lugar a dudas: su protagonista, N., quiere escapar. Hasta ahí, todo normal. Lo peliagudo es hacia dónde y desde dónde. Porque el personaje interpretado por Mario Casas no quiere la libertad, sino que necesita que se la extirpen y, para ello, decide, razonablemente, fugarse a una cárcel.
La idea tiene la simpleza que caracteriza a lo genial. Quizás por eso llamó la atención de Martin Scorsese, que aplaudió la iniciativa cuando se la presentaron y decidió producir el filme. Pero la premisa en la que se asienta la trama no es mérito de Cortés, sino de Enrique Rubio, autor de la novela homónima en la que se basa muy libremente la película. De lo que sí que es responsable el director de Enterrado (2010) es de darle color y carne a la historia, que retoca hasta hacerla suya.
Le cambia, por ejemplo, el trasfondo. N. ya no es un hombre que ha vivido recluido en una habitación rodeado de libros, lo que más tarde lo llevará a rechazar el libre albedrío que existe más allá de sus cuatro paredes, como sucede en la obra de Rubio. En lugar de eso, El N. de Rodrigo Cortés encarnado por Mario Casas es un pobre diablo. Un hombre herido de muerte por la culpabilidad de haber provocado la muerte de su mujer.
Pregunta. En una de las últimas entrevistas con El Cultural, nos decía que se definía a si mismo como "un hombre pasmado". En este sentido, ¿Cómo definiría a N.?
Respuesta. Un desprogramador nato. Una apisonadora. También un hombre muy dañado pero que no tiene nada de víctima.
P. ¿Ha sentido presión de algún tipo al ser producido por una leyenda del cine de la talla de Martin Scorsese?
R. En absoluto, lo he vivido con mucha alegría. He sido Julie Andrews dando giros sobre si misma en un prado. Scorsese es la razón por el que hago cine y es mi referencia desde la adolescencia. Encontrarme con un cartel muchos años después que reza "Martin Scorsese presenta una película de Rodrigo Cortés" es algo que ni siquiera tiene pleno sentido para una mente humana, que celebro con mucha gratitud y, honestamente, sin ninguna presión.
P. Al ver su película, el desprendimiento que muestra N. y su rechazo a seguir adelante con una vida común puede recordar al "preferiría no hacerlo" del protagonista del cuento de Herman Mellvile Bartleby el escribiente. ¿Cree que N. puede ser una versión actualizada de Bartleby?
R. Nunca lo había pensado, pero es verdad que ese "I'd rather not" de Bartleby podría tener una conexión con N.. Hay algo de contraintuitivamente universal en el personaje de N. que en la práctica se muestra como objetivamente inmanipulable. La cárcel funciona muy bien como castigo o amenaza, pero no como premio. A partir de ahí, cuando le das la vuelta al marcador y las normas las escribes tú, todo el mundo queda paradójicamente a tu merced. Nadie sale indemne de su contacto con N..
P. Durante la película vemos cómo la intención de N. pasa, realmente, por desprenderse de toda libertad de elección. ¿Es un existencialista?
R. No creo que él se vea a si mismo de ninguna manera. Tiene un objetivo único y no ve nada ni a nadie más allá de su objetivo. El resto son orejeras. Es alguien que quiere que le quiten la libertad de encima lo antes posible. Que le arranquen de la forma más eficaz y rápida posible el libre albedrío. Que le digan cuándo levantarse, cuándo acostarse, cuándo cepillarse los dientes, cuándo respirar y cuándo no. No hay una voluntad filosófica ni reflexiva detrás. Hay un impulso ciego al que no puede no atender.
P. Pero aunque no haya una filosofía consciente, ¿cree que puede subyacer en sus acciones una reflexión filosófica?
R. La habrá en el espectador. El espectador sí que hará una reflexión sobre todo lo que vea, la película será tantas películas como espectadores la vean, porque va a resonar de forma muy distinta en las miradas y vivencias de cada cuál. Cada uno tendrá que ver cómo gestiona impulsos muy ambivalentes y contradictorios. Uno se reirá de algo que al de al lado le está haciendo sentir profundamente conmovido. Ambos tendrán razón. Y ambos estarán gestionando como pueden ese bullir de emociones contrapuestas que hay en la película.
»Por ese motivo la película ofrece, como forma de respetar al espectador, un terreno de juego sobre el que hacer los deberes como cada uno buenamente pueda. Pero esa reflexión le pertenece al espectador, no al personaje. El personaje no piensa, es una máquina de matar.
P. ¿Qué tipo de España nos muestra tu película?
R. Ni siquiera nos está mostrando nuestra realidad, aunque dialoga muy bien con ella. La película trascurre en territorio Escape. El sistema judicial no es como lo vemos, las cárceles no son como las vemos, nadie hace un túnel de un kilómetro y medio para entrar en una cárcel. Y sin embargo, todos podemos hacer la traducción con nuestro propio mundo. Pero la película no ofrece una visión unívoca y total porque de ser así perdería toda vigencia en dos años.
» Lo interesante de La Odisea es que era moderna entonces y es moderna ahora. Ni mucho menos estoy comparando mi obra con La Odisea [ríe] ni con su vigencia. Pero La Odisea abordaba su mundo entonces y ahora que el mundo es completamente distinto habla de él también, precisamente porque probablemente no aspiraba a ello.
"El personaje no piensa, es una máquina de matar"
P. ¿Escape es un thriller o un sainete?
R. Hemos hecho un trailer diseñado precisamente para desmontar expectativas. Para decir que no es una tragedia, tampoco un drama, ni un thriller. Tampoco una comedia, suspense o musical. Es todo eso a la vez. ¿Es una comedia? Sí. ¿Es un drama? Sí. ¿Es una tragedia? Y de las griegas. ¿Es un sainete? Es un sainete.
»Hay momentos en que es una especie de película carcelaria volcada y agarrada de los tobillos para que confiese. Otras veces tiene un tono berlanguiano. Y a veces se congela la carcajada en seco. En muchas ocasiones todo eso es verdad a la vez, ni siquiera de forma alterna sino sincrónica.
P. ¿N. ha perdido realmente la cordura, o en es que ha alcanzado alguna clase de iluminación?
R. No tengo ni idea. No se me ocurriría jamás imponerle mi mirada a nadie. Ni siquiera a los actores. Cuando Mario (Casas) me preguntaba sobre detalles del personaje para comprenderlo más profundamente, yo le decía "Mario, no vamos a trabajar desde ahí". Decidí abordarlo desde la respuesta emocional a cada uno de los estímulos que va recibiendo y desde la verdad del cuerpo. Quería mantenerlo todo abierto porque cuando diez cosas son posibles y eliges una, te desprendes de las otras nueve, las matas.
Sin embargo, si mantienes las diez vías posibles consigues que tres personas que van juntas al cine tengan distintas cosas que decir al salir y que, además, todas tengan razón. Ahí es donde quiero llegar yo, a que muchas cosas sean verdad a la vez.