Ryusuke Hamaguchi estrena 'El mal no existe': “Me emocionó que Víctor Erice me llamara por mi nombre”
Tras el éxito de 'Drive My Car', Oscar a la mejor película extranjera, el cineasta japonés regresa con un filme misterioso y ecologista.
1 mayo, 2024 01:52El cine japonés ha alimentado el sueño de la cinefilia mundial con una estirpe de cineastas geniales, desde Akira Kurosawa a Hirokazu Kore-eda, pasando por Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi. Pero hacía tiempo que no surgía desde tierras niponas un fenómeno de la talla de Drive My Car (2021), galardonada con el Oscar a la mejor película extranjera.
A su director, Ryusuke Hamaguchi (Kawasaki, 1978) le sorprendió el inesperado éxito de su hondo drama sobre el duelo y se vió obligado a viajar por todo el mundo durante más de un año acompañando la película. “A mí lo que me gusta es hacer cine, no promoción publicitaria”, asegura resignado a El Cultural.
El 1 de mayo estrena en España El mal no existe, con la que sigue acumulando galardones: Gran Premio del Jurado en Venecia y mejor película en el Festival de Londres.
Se trata de un proyecto de heterodoxa génesis en el que una comunidad rural de un pueblo cercano a Tokio se opone a la construcción de un glamping (lo que viene a ser un camping con los servicios de un hotel de lujo) que puede poner en peligro el equilibrio ecológico de la zona.
Pregunta. ¿Cuál fue el origen del filme?
Respuesta. Todo parte de una propuesta que me hizo la compositora musical Eiko Ishibashi, con la que trabajé en Drive My Car y a la que considero una gran creadora. En 2021 me pidió que filmara algunas imágenes, una especie de película corta de unos 75 minutos, para acompañar sus conciertos. Por supuesto, le dije que sí, pero después me di cuenta de que nunca había hecho nada similar y que no sabía cómo enfocarlo.
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P. Estos trabajos suelen orientarse hacia lo simbólico o lo abstracto, pero no es algo habitual en su filmografía…
R. Es cierto, pero Eiko trató de tranquilizarme y me dijo que le bastaba con que hiciera algo parecido a una de mis películas. De manera que me puse a escribir un guion, y empezaron a surgir unos personajes, después unos diálogos… Pero, claro, como iban a acompañar un concierto no se iban a escuchar. Así que adoptamos una solución doble: por un lado, hicimos para el concierto de Eiko un tipo de interpretación para que se entendiera lo que sucede simplemente con los movimientos de los actores y, por otro lado, decidí finalmente hacer un filme independiente.
P. ¿De qué manera ha influido este proceso en su manera de crear?
R. He podido pensar en lo visual de una forma más pura y dinámica. Para mí era un camino inexplorado que no creo que hubiera emprendido sin una oportunidad como esta.
P. ¿Cómo apareció el tema del glamping?
R. Al principio quería profundizar en la manera en la que el ser humano interactúa con la naturaleza, pero si simplemente mostraba paisajes bonitos el público no iba a entrar en la historia. La idea del glamping surgió buscando las localizaciones. En uno de los viajes que hicimos me hablaron de un proyecto de glamping que se había logrado parar por la oposición de los vecinos tras una reunión con los promotores y me pareció muy interesante.
»Finalmente, decidimos rodar cerca de donde vive Eiko y pensé que era un lugar donde perfectamente se podría presentar un proyecto de estas características. De manera que empecé a investigar a fondo el tema del glamping, y me di cuenta de que era ideal para revelar los aspectos más oscuros del capitalismo.
P. En cualquier caso, la película transmite el goce de dar un paseo por el campo o de cortar madera. ¿Cómo concibió esas escenas más sensoriales?
R. Antes que nada, tengo que aclarar que soy una persona de ciudad y que mi relación con la naturaleza ha sido muy escasa. Empecé a caminar por la zona en la que vive Eiko, que me había presentado a algunos de sus amigos para que me explicaran cómo es la vida allí. Gracias a ellos, empecé a percibir la naturaleza de otra manera y comprendí que está impregnada de movimiento, que es algo que intenté llevar al trabajo de cámara.
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P. ¿Por qué ha recurrido a actores no profesionales para el filme?
R. En mis inicios ya trabajé con actores aficionados, por lo que no era nuevo para mí. Aquí quería rodar con un equipo muy reducido y, de manera muy natural, surgió la posibilidad de que algunos de los miembros del equipo técnico interpretaran los personajes principales. Realmente, es algo peculiar, porque en las películas comerciales de mayor presupuesto los intérpretes están por un lado y los técnicos, por otro. Pero si preparas bien las cosas, es algo que puede funcionar perfectamente. Durante el rodaje hubo bastantes revisiones de guion y esta forma de rodar me enseñó una vez más el enorme potencial del cine.
P. El final es misterioso, abierto a interpretaciones. ¿El título del filme puede ayudar a desentrañar su significado?
R. El título afecta a la película al completo y respecto al final también es importante. Quería que hiciera pensar al espectador, que le planteara preguntas, que lo mantuviera en tensión. Pero no quiero ahondar mucho más en esta cuestión, prefiero que cada espectador alcance sus propias conclusiones.
P. En alguna ocasión ha mostrado su admiración por el director español Víctor Erice. ¿Es aquí una influencia?
R. Hay muchos directores que me han influido a la hora de desarrollar mis películas, pero en esta última tengo que reconocer que hay alguna escena inspirada en El espíritu de la colmena. Siempre me ha gustado cómo refleja el tema de la relación entre padre e hija, muy frecuente en su obra. Tuve la ocasión de conocerlo en Portugal. Me llamó por mi nombre. Recuerdo que fue algo que me emocionó tremendamente.