'Tratamos demasiado bien a las mujeres': Carmen Machi hace de fascista en una película sobre la Guerra Civil
Hablamos con Clara Bilbao, destacada diseñadora de vestuario y ganadora de tres Goya, por su debut como directora, un wéstern "tarantinesco" sobre unos milicianos republicanos que quieren reactivar la guerra en los Pirineos.
15 marzo, 2024 01:52La guerra civil, sí, otra vez, pero con una película inclasificable a medio camino entre el wéstern, la comedia negra, el gore, la sátira política y el absurdo becketiano de todas las guerras. Tratamos demasiado bien a las mujeres, con Antonio de la Torre, Luis Tosar, Carmen Machi, sobre todo Machi, Gonzalo de Castro y Ayax Pedrosa, entre otros, supone un debut sorprendente tras la cámara para una diseñadora de vestuario como Clara Bilbao (Bilbao, 1971) tras su premiado corto Prohibido arrojar cadáveres a la basura (2014).
Situada en 1945, recrea una especie de intento por parte de unos maquis perdidos en las montañas de reactivar la Guerra Civil. No les sale bien y acaban encerrados una sucursal de Correos. Como en las películas de Peckinpah, acabarán acorralados y a tiro limpio contra los guardias civiles que intentan desalojarlos abocándose a un destino trágico.
Idealistas y feministas, “tratan demasiado bien a las mujeres” para dar ejemplo pero sin darse cuenta, en su condescendencia paternalista, no se dan cuenta de que el enemigo más temible no está en el exterior sino en la propia estafeta. Aquí Carmen Machi se crece interpretando a una villana sin fisuras que tanto manipula cómo mata.
Bilbao ha ganado el Goya en tres ocasiones, por el wéstern Blackthorn (Mateo Gil, 2011); la película de Isabel Coixet con Juliette Binoche en el Polo Norte en la que hacía mucho frío, Nadie quiere la noche (2016) y el thriller ambientado en la Barcelona de los años 20 La sombra de la ley (Dani de la Torre, 2018). También ha trabajado con Icíar Bollaín, con la que está rodando Soy Nevenka en estos momentos en Maixabel (2021) y en títulos como La enfermedad del domingo (Ramón Salazar, 2018) o la serie La fortuna (Alejandro Amenábar, 2021).
Pregunta. ¿Cómo se produce este debut tras la cámara?
Respuesta. Llevaba años intentándolo hacer con el guionista Miguel Barros (Nadie quiere la noche) pero nadie apostaba por él. En ese momento no había un apoyo como ahora para las mujeres cineastas. También había un prejuicio porque una mujer de vestuario dirigiera. En un rodaje conocí a Carmen Machi y le entusiasmó, eso hizo que las cosas se movieran.
P. Es difícil clasificar esta película. ¿Dónde la situaría?
R. El cine actual más que propuestas que sorprendan, quiere producir éxitos. Películas que vendan y gusten a todo el mundo. Esta película nuestra es difícil de clasificar: comedia negra, absurdo, melancólica, surrealista… no nos tomamos muy en serio, es difícil de clasificar, no es estándar, ni una película al uso. Ese es el principal motivo por el cual tenía ilusión por hacerla.
»El arranque es muy desconcertante, cuando me leía el guion, esperaba una película costumbrista de la Guerra civil con moralina y de pronto pasan los minutos, y se va desenvolviendo de manera que no sabes lo que va a pasar. Es desconcertante, con todo lo bueno y lo malo que tiene lo desconcertante. Hay gente a la que no le gusta pasar minutos de desconcierto.
»Hay mucho temor por parte de los productores, hay pocos que se arriesguen por no querer no gustar. Las películas no tienen que estar hechas para que gusten a todos. Hay narrativas distintas para las que hay que estrujarse un poco más la cabeza. Aquí había el riesgo añadido de ser una película dirigida por una mujer no hablando de un tema “femenino” aunque la película es feminista profundamente, pero se sale un poco del enfoque que se espera de las películas que dirigen mujeres.
P. En la película se hacen muchos chistes a cosa de los maquis y los ideales republicanos. ¿Quería evitar una película de buenos y malos en la Guerra civil?
R. No vengo a hacer una lección política o ideológica, la película habla del absurdo de cualquier conflicto bélico cuando los ideales están para separar, no para entenderse. Subyace otra faceta, esa montaña de ideas y dogmas no les permite ver los auténticos peligros a los que se enfrentan. Por una parte está la idea del absurdo de la guerra pero por la otra ese machismo encarnado en el paternalismo y la condescendencia.
P. ¿Volvemos a vivir tiempos polarizados políticamente en los que se extreman las opciones políticas?
R. Hay dogmas imposibles de modificar, hay una falta de entendimiento, como pasa todo el rato, En el parlamento, las calles, en las conversaciones de la gente o en las noticias de los periódicos, esta muy de actualidad este tema. Mi planteamiento es que nos tenemos que tomar la vida más desenfadadamente, por eso utilizo la comedia negra, porque prefiero tratarlo con humor a ver si de esta manera aprendemos a relajarnos.
»No sigo mucho las redes sociales, me producen irritación. Es humanamente imposible que un señor de Vox piense siempre lo mismo que otro y nunca tenga nada que ver con la izquierda, somos personas y es imposible que no tengamos puntos en común. Ves a la gente cuando opina en redes sociales con tanta agresividad, les pido un poco de calma, no es para tanto, por favor. un poco de concordia. Me incomoda la gente muy enfadada. Hay que estar muy definido y no me apetece. ¿De verdad siempre te crees lo que dice el líder de tu partido?
P. Dice que es una película feminista pero la mala, malísima, de la película es una mujer. ¿Cómo lo ve?
R. Esa parte me encantaba, ¿por qué no hablar de una mujer que sea una hija de puta? Esa es una faceta más de la igualdad, ¿por qué no va a ser la más mala, la más fascista y la mas sanguinaria y cruel una mujer? Lo que sí comparto con ella es esta sensación de que hay cosas que si no las haces tú, no las hace nadie. Esta determinación que muchas veces es femenina. Las mujeres hacemos muchas cosas a la vez, abarcamos una cantidad de facetas cotidianas muy grande, no sé si es un problema histórico pero te aseguro que hago el doble de cosas de las que hacen mis amigos más inteligentes y más activos, al final del día porque si no lo hago yo, no lo hace nadie
»El machismo de la violencia, el abuso… ya son un delito, las mujeres hemos ganado esa batalla pero hay un tipo de machismo, de condescendencia, de paternalismo, más sutil y menos violento que es una forma de machismo terrible. No es el que han vivido nuestras abuelas y tatarabuelas pero lo seguimos padeciendo. Yo no me he visto muy discriminada, no soy un ejemplo de víctima de machismo atroz, pero me da mucha rabia cuando te tratan con condescendencia. El fallo de los maquis es no ver que una mujer puede ser muy peligrosa.
P. ¿Cómo le ha ayudado su experiencia como diseñadora de vestuario a dirigir?
R. Como diseñadora vestuario me encargo sobre todo de la faceta narrativa: leo guiones, veo historias y finalmente aterrizas en nuestra herramienta que es el vestuario, que creo que es muy importante. Mi trabajo es crear personajes a través del vestuario, cualquier actor pasa antes por vestuario que por ensayos del director. Con nosotros tiene la primera charla profunda. Llevo muchos años hablando de personajes con actores y tengo una comunicación muy fluida…
»Esta costumbre y estos años que han pasado me han ayudado mucho en la parte narrativa. Y luego después de pasar 30 años en sets de rodaje aunque no quieras aprendes mucho del resto de equipos y no solamente de maquillaje, peluquería y arte que trabajamos mano a mano. A nadie le extraña que los actores hagan películas, no es raro y algunos lo hacen muy bien, nuestra función también es crear y contar historias a través de la ropa.
P. ¿Son los diseñadores de vestuario fuerzas creadoras del cine más allá del “autor”?
R. El vestuario es una faceta artística que modifica el resultado final, es una lengua, tiene su propia entidad y lenguaje propio, añade y suma. Me interesa mi profesión, la ropa o la moda no es lo que mas me gusta del mundo, pero estoy enamorada de las historias. Muy fácilmente me quedo cautivada por historias distintas que me alejan de mi mundo, soy una loca de la literatura y por extensión del cine.
»Como directora me ha gustado que mi opinión sea siempre la final porque llevo mal que un director no compre mis ideas, insisto mucho, no siempre soy convincente, y soy obstinada. Si antes tenía claro que el equipo es muy importante después de hacer mi propia película lo tengo aún más, cada persona aporta y al final eres un director de orquesta.