La sensualidad sangrienta de Kirsten Stewart enciende la Berlinale
Olivier Assayas revive su paradisíaco confinamiento en la campiña francesa y Julia von Heinz vuelve a la vida traumática de los judíos polacos.
18 febrero, 2024 15:17La vertiente salvajemente desatada de Kirsten Stewart llegó a la Berlinale, como lo hizo a la portada de la revista Rolling Stone, en el film Love Lies Bleeding. Fuera de competición, dirigida por Rose Glass (Saint Maud), es una película que no se anda con medias tintas. Sensual, brutalmente violenta y con una fuerza cinemática indudable, la actriz pone toda la carne en el asador de un romance enfermizo de testosterona junto a un sangriento relato de venganza con el maltrato de género como catalizador.
En sus formas, como lo hace la coprotagonista romántica del relato, la culturista Jackie (Kay O’Brien), el film se va suministrando en cada secuencia con anabolizantes que hinchan su musculatura hasta límites fantasiosos y absolutamente frenéticos.
A lo largo de su trayecto plagado de giros y explosiones narrativas, sin temor a exceder las convenciones del género, la crónica negra nace como una película de los Coen, se adentra en los territorios de Thelma y Louise y es tomada por el frenesí propio de Nicholas Winding Refn. Hay en todo caso una personalidad y un carácter propios en el modo en que Glass conjuga y controla todos los elementos, manteniéndose en el límite de la caricatura, como lo hace Ed Harris interpretando al padre de Lou, el capo del pueblo, al frente de un negocio de armas.
Stewart ofrece una convincente encarnación de su personaje, Lou, que nos es presentada desatascando un retrete (estará casi toda la película desatascando entuertos y limpiando crímenes), pero que no se limita a dar vida a una mujer escapando de su sórdida vida, sino a una presencia fuerte que se hace cada vez más grande propulsada por el amor hacia Jackie.
El confinamiento de Olivier Assayas es la materia de su ficción autobiográfica en Fuera del tiempo, con la que el francés compite por el Oso de Oro. Intermediado por el gran intérprete Vincent Macaigne se encerró en la casa de campo familiar con su hermano y las parejas de ambos entonces, los dos divorciados.
Assayas se vincula a Proust en la magdalena del palacete familiar para retroceder en voice over a capítulos de su infancia y juventud (en aislados fragmentos en blanco y negro) y a Renoir para capturar la colorida belleza y sensualidad de la naturaleza, la luz primaveral de su burbuja en un mundo en parálisis, oscuro, neurótico. Assayas se mide con los maestros paisajistas colocando a David Hockney en un pedestal. Han tenido que pasar cuatro años para contemplar aquellos meses de suspensión con un aliento de esperanza.
Y Assayas es por supuesto consciente del privilegio de su condición obscenamente burguesa en el marasmo del descalabro pandémico, concediendo entrevistas online, trabajando en el lujoso despacho familiar, asistiendo a terapia online a la sombra de un higuero, jugando al tenis con su pareja y hasta disfrutando de los días de aislamiento. Es un confinamiento de observación y conversaciones cultistas, de tensiones crecientes pero afectivas, un confinamiento sin sexo el que nos retrata asustados pero felices, un encierro luminoso y esencialmente narcisista.
Cabría vincular este nuevo trabajo suyo, acaso el más personal de cuantos ha realizado (con referencias explícitas a sus filmes del pasado), a Las horas del verano, especialmente por sus búsquedas renoirianas y el tema de la transmisión generacional como lugar de llegada, pero Fuera del tiempo no se cuenta entre sus mejores trabajos. Tiene algo de revolucionario en todo caso retratar el paraíso en el contexto de una pandemia mundial mientras los cadáveres se amontonaban en hospitales improvisados.
Supervivientes del holocausto
La otrora princesa del indieamericano Lena Dunham protagoniza junto a Stepehn Fry The Treasure, una road movie dirigida por la alemana Julia von Heinz de muy parco y convencional recorrido. Retrata el viaje por Polonia que emprende una periodista neoyorquina con su padre Edek (Fry) a los lugares de infancia de su progenitor, con la determinación de revelar los orígenes familiares de una vida traumática como judíos polacos.
Superviviente del holocausto nazi, Edek se resiste a revivir el trauma y se empeña en sabotear el viaje creando situaciones incómodas y cómicas, como si fuera una versión rebajada del padre de Toni Erdman.
La crisis intergeneracional que pone en escena, a modo de road movie, se mueve en los límites de la mediocridad, y aunque tanto Dunham como Fry, ambos de descendencia judía, se vinculan de forma personal a las emociones de sus personajes, estas no terminan de contagiar la pantalla debido a un guion pobre que nunca encuentra su tono.
Lo más destacable es la secuencia para la que parece construida toda la película, en la que visitan el “museo” de Auschwitz, y donde Edek revive el horror del que escapó milagrosamente y toma conciencia de una dignidad recuperada, pero para entonces nada puede salvar realmente un relato que muy poco puede aportar realmente a un trauma histórico tan manido y pornografiado emocionalmente en el cine lacrimógeno.
Un mal capítulo estirado de Black Mirror
La película del italiano Piero Messina, Another End, parece un trasunto estirado de un capítulo de Black Mirror que de ninguna manera puede justificarse a competición en la Berlinale. La distopía tecnológica que alumbra el drama, con diversas fases y giros tan inverosímiles como, en su desenlace, tramposos, permite revivir a una persona tras su muerte (toda su memoria se implanta en el cuerpo de un ser vivo que se ofrece voluntario para ello) con el fin de que sus seres queridos puedan despedirse de ella.
En un gran error de casting, Gael García Bernal interpreta a Sal, un viudo que ha perdido a su mujer en un accidente de coche, en el que él conducía bebido. Está ahogado en la culpa y la depresión. Su hermana, interpretada por Berenice Bejo, trabaja en la empresa que ha puesto en marcha el proyecto Another End para facilitar las reconciliaciones post-mortem.
[Sí hay cine español en el Festival de Berlín, aunque no lo veas]
En verdad algunos capítulos de la serie de Charlie Brooker (¡que empezó hace 13 años!) son infinitamente más interesantes y están más logrados estéticamente que la pobreza formal y narrativa de Another End, que acontece en una ciudad imaginada que podría ser cualquier metrópoli estadounidense, donde los protagonistas hablan inglés y español indistintamente.