Saben aquell se aupó en la tercera posición en la lista películas con más nominaciones en los Goya de 2024. Empatada con Cerrar los ojos (11 candidaturas cada una), de Víctor Erice, solo se ha visto superada por 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola (15), y La sociedad de la nieve (13), de J. A. Bayona.
David Trueba se ha anotado así uno de los éxitos fílmicos de la temporada. Entre las estatuillas a la que aspira están las más codiciadas: la de mejor película y mejor dirección. Un logro doble que, por cierto, ya conquistó con Vivir es fácil con los ojos cerrados. Entonces, Trueba también se llevó el galardón a mejor guion, por el cual no opta con Saben aquell.
En este caso, el que podría llevarse, para hacer triplete, es el Goya a mejor guion adaptado, dado que el texto sobre el que se alza la película lo ha urdido a medias con Albert Espinosa. Ambos se basaron en los libros Eugenio y Saben aquell que diu, de Gerard Jofra, hijo de Eugenio, que ejerció como road manager de su padre en los tiempos de esplendor.
Se ocupaba desde comprarle el tabaco hasta chequear que los micros funcionaran a la perfección para que a través de ellos pudiera escanciar aquellos shows cuajados de chistes parcos, pausados y surreales. Fue la manera en que Eugenio consiguió darle un objetivo a su vástago y sacarle de los derroteros dispersos y destructivos por los que se estaba inclinando en su juventud.
Asimismo, la cinta sobre el humorista catalán, un auténtico filón de popularidad en los 70 y los 80, ha puesto en suerte a los actores protagonistas los Goyas a la mejor interpretación masculina y femenina. Por un lado, David Verdaguer, que, con un trabajo camaleónico admirable, completa una encarnación mimética del circunspecto artista. Matices, tonos, acento, prosodia… Realmente, el actor de 10.000 kilómetros y Verano 1993, le cogió el punto a Eugenio.
Por otro, tenemos a Carolina Yuste, que se mete en la piel de Conchita, la lozana andaluza que enamoró a Eugenio. Yuste le imprime la frescura y naturalidad de la que hizo gala en Carmen y Lola, con la que ganó el Goya a mejor actriz de reparto. La película de Trueba, de hecho, se centra en la relación de ambos, que se inició con el flechazo que experimentó Eugenio la primera vez que la vio, en la Barcelona de finales de los 60.
Coinciden en un autobús y ahí empieza todo. Eugenio decide aprender a tocar la guitarra para seducirla y acompañarla sobre los escenarios cuando ella canta. Ambos acabarán formando un grupo, Els 2, de actitud folk contestario que derivó hacia planteamientos más comerciales. Juntos intentaron representar a España en Eurovisión, quedando cuartos en la preselección.
El tándem artístico, sin embargo, se terminó resquebrajando. Un viaje por motivos familiares de Conchita a su Andalucía natal dejó solo sobre las tablas a Eugenio. Lo que era una separación provisional se consolidó cuando el público empezó a carcajear sin cesar con los chistes narrados con un característico rictus grave, las enormes gafas oscuras, un cigarrillo impepinable entre los dedos y un cubata siempre a mano sobre una mesita. Así se hizo un nombre primero en el circuito barcelonés underground y de ahí a demandadísima estrella nacional del humor.
Inventar un personaje
"Vemos como el humorista triunfó en un mundo anterior a Internet y los móviles en el que la cultura era más oral y las cintas de casete eran el equivalente a la viralización en redes sociales de hoy en día", nos explicaba Trueba. Y añadía: “Lo que hizo fue inventar un personaje con sus características un poco más exageradas: su seriedad, su catalanidad… todo lo que hacía era exagerarlo un poco más. También se protegía para hacerlo de una manera personal, muy suya, y creaba un personaje que no era el habitual”.
Conchita pasaría a un segundo plano. Al repliegue doméstico. Frente de la crianza. Mientras, Eugenio se sumergía en los efluvios de la noche y en los brazos de otras mujeres. Luego vendría la tragedia. El cáncer y la desaparición prematura de Conchita, que lo dejó roto y desorientado. Trueba refleja ese amor poético, con sus espinas prosaicas. Muy propio de aquella época, la de los estertores del franquismo, con las mujeres todavía ocupando una posición gregaria en la familia y la sociedad.
Trueba suma con Saben aquell su visión artística a la recuperación de este personaje clavado en el inconsciente colectivo de varias generaciones y que ya había sido objeto de un documental, Eugenio, de Jordi Rovira y Xavier Baig, donde se rememoran situaciones tan trágicas como la de Eugenio subiendo al escenario a hacer reír al personal con su mujer de cuerpo presente. The Show Must Go On. Era su manera de huir de un dolor insoportable.
El largometraje del autor de Saber perder huye del molde biopic al uso (Trueba puso esto como condición para aceptar el encargo) también está inscrito en las nominaciones a mejor maquillaje y peluquería, mejor música original (Andrea Motis), dirección artística (Marc Pou), dirección de producción, vestuario y sonido. Gran cosecha.