El 16 de octubre de 1923, los hermanos Disney fundaban Disney Brothers Studio en Hollywood. Tres años después, cambiaban su nombre por Walt Disney Studio y con sus primeros cortos combinando animación e imagen real, las Alice Comedies, y su primer personaje, el conejo Oswald, se ganaban al público.
Gracias a un ratón
Cien años después y más de cincuenta desde la muerte de su creador, Walt Disney Company o, como solemos llamarla con la falsa familiaridad de haber compartido con ella nuestras vidas, “la Disney”, es una multinacional del entretenimiento que comprende Walt Disney Pictures, Walt Disney Animation Studios, Pixar, Marvel Studios, Lucasfilm, 20th Century Studios y Searchlight Pictures. A lo que hay que sumar las cadenas televisivas ABC Network, Disney Channel, ESPN, Freeform, FX y National Geographic, las plataformas Disney+, Star+, ESPN+, Hulu y Hotstar, sus parques temáticos, hoteles, restaurantes, tiendas y cruceros. El año pasado, sus ganancias la situaron en el puesto 52 entre las compañías estadounidenses más poderosas. Todo, gracias a un ratón.
Se llamaba Mortimer pero, por suerte, la esposa de Waltconsiguió cambiar su nombre por el de Mickey. En 1928, su corto, Steamboat Willie, lo petó. Disney había encontrado su ratón filosofal, que lo convertía todo en oro. Mientras ganaba Oscars y prestigio con las Silly Symphonies, Mickey convertía Disney en el estudio líder de animación, pese a la competencia de los Fleischer, la Warner Bros. y sus Looney Tunes, la Metro con Tom & Jerry o el loco pájaro de Walter Lanz.
La leyenda
El éxito de Mickey en la pantalla, los cómics y el merchandising, abrió camino al resto: Donald, Goofy, Pluto y los demás. Pero lo que distinguía a Disney era su ambición. En 1937 estrenó el primer largometraje de animación, Blancanieves y los siete enanitos, cambiando la historia del cine. Fantasía (1940) experimentaba con música y animación vanguardista. Pero fueron sus filmes basados en cuentos los que conquistaron el mundo. Nos hicieron reír con la borrachera de Dumbo (1941), llorar con la muerte de la madre de Bambi (1942), ilusionaron a generaciones de niñas con La Cenicienta (1950), nos llevaron a Nunca Jamás con Peter Pan (1953), nos enamoraron como perros en La dama y el vagabundo (1955), y nos hicieron bailar con osos en El libro de la selva (1967)… Pese a que durante su creación falleciera Walt Disney, convertido en leyenda (¿dónde está su cadáver hibernado?). Seguirían éxitos, como Los Aristogatos (1970) o Robin Hood (1973).
Pero Disney era más que animación: clásicos de imagen real como 20.000 leguas de viaje submarino (1954), el show televisivo Disneylandia, documentales, comedias con estrellas infantiles, experimentos de animación e imagen real como Mary Poppins (1964), con sus cinco Oscars, parques temáticos,… ¿Qué podía salir mal? En 1971 moría Roy Disney y Donn Tatum, veterano ejecutivo, se convertía en el primer jefe que no era de la familia. Las cosas estaban cambiando.
Imágenes reales
La compañía quería dejar de lado la animación. Roy E. Disney, sobrino de Walt, se fue. Pese a que las películas animadas seguían funcionando, otras, destinadas a competir con los éxitos del momento, como El abismo negro (1979) o Tron (1982), fracasaron. En 1983, Ron W. Miller, yerno de Walt, quedó al frente. Se volcó en crear el sello Touchstone para filmes de imagen real dirigidos a un público más adulto. Pese al éxito de títulos como 1, 2, 3… Splash (1984), seguían perdiendo dinero.
Entonces, llegó el Sr. Lobo: Michael Eisner. No lo tuvo fácil. Varios fracasos pusieron en riesgo el departamento de animación. Eisner y Jerry Katzenberg convirtieron Disney en un estudio de cine respetado con títulos como ¿Quién mató a Roger Rabbit? (1988) o Good Morning, Vietnam (1987). La sirenita (1989) y después El Rey León (1994) señalaron el Renacimiento Disney. Volvían a ser tendencia animada. En 2006, su complicado acuerdo con Pixar, pionera de la animación 3D, les hizo entrar en el siglo XXI por la puerta grande con el fenómeno Toy Story (1995).
Durante cien años, Disney ha sido temible ejemplo de la política de concentración empresarial. Nunca retrocedieron: en 1941, sus mejores artistas, tildados de comunistas, la abandonaron tras una dura huelga. Su política jamás ha reconocido a los artistas individuales. TODOS son Disney.
[Walt Disney, el fin de la inocencia]
Escarmentado porque Universal le arrebatara el conejo Oswald, Walt Disney se mostró férreo, estampando siempre su nombre en el trabajo ajeno. Cuando un filme no cumple, es condenado: Taron y el caldero mágico (1984), uno de los primeros trabajos de Tim Burton en Disney (que abandonaría para volver después), El dragón del lago de fuego (1981) y Oz, un mundo fantástico (1985), fueron arruinados por su política interna.
Huelgas y penalizaciones
Aunque atrajo genios como Rackham, Kay Nielsen o Dalí, les impidió expresarse, penalizando a otros como Stephen Bosustow, Jimmy T. Murakami, Carl Barks, Walter Murch o Burton. En 1982, otra huelga hizo huir a Don Bluth. En 2004, Alessandro Barbucci y Barbara Canepa, creadores de W.i.t.c.h., dejaron Disney tras demandarla sin éxito.
La disneyzación de antaño y la pixarización de hogaño conllevan una carga ideológica siniestra y contagiosa. El siglo XX no es de Einstein, Hitler o Elvis. Es el siglo de Disney. Genio para unos, villano de opereta para otros. Walt Disney, muerto o frozen, creó un hermoso y terrible monstruo, que mientras celebra sus “Cien años de maravillas”, implementa un plan de reducción de gastos eliminando 7.000 puestos de trabajo. Para algunos, el centenario Disney no será “cuando tus sueños realidad se harán”.