En 1973, después del estreno de American Graffiti, George Lucas se propuso homenajear los seriales de aventuras de Republic Pictures que le fascinaban en su infancia. Desarrolló junto al guionista Philip Kaufman un primer tratamiento en el que un arqueólogo llamado Indiana Smith iba a la caza del Arca de la Alianza, pero aparcó el guion por La guerra de las galaxias, cuya accidentada producción le dejó agotado.
De vacaciones en Maui, su colega Steven Spielberg le comentó su interés por rodar una entrega de James Bond y Lucas le propuso crear una franquicia de aventuras en torno a aquel personaje que ya había esbozado, pero que por sugerencia de Spielberg acabó llamándose Indiana Jones.
Entre los dos realizadores y el guionista y director Lawrence Kasdan perfilaron a Indy: un arqueólogo que compagina el sombrero fedora, la cazadora de cuero y el látigo de sus intrépidas incursiones para “llevar la historia a los museos” con la corbata de lazo de sus clases universitarias, donde se ve más incómodo que peleando a puñetazos con los nazis. Ingenioso y corajudo, sentimental a pesar de su cinismo, hoy parece imposible pensar en otro actor que no sea Harrison Ford para el papel, aunque se valoró a Nick Nolte, Tom Selleck o Jeff Bridges.
En busca del arca perdida (1978) fue un éxito descomunal, una aventura perfecta, trepidante y elegante, que arrasó en taquilla y se llevó cinco Óscar. Para la segunda entrega de la saga, Indiana Jones y el templo maldito (1984), a Spielberg y Lucas –que acababan de romper con sus respectivas parejas– les salió un filme más oscuro (a pesar de la superficial partenaire Willie y el cargante niño Tapón), una precuela en la que acabamos en un extraño palacio en la India en donde se practican la esclavitud infantil, la magia negra y sacrificios humanos, un homenaje al clásico Gunga Din (George Stevens, 1939).
Aunque el filme ha ido ganando adeptos, fue recibido con cierta tibieza y Spielberg decidió para la tercera entrega, Indiana Jones y la última cruzada (1989), regresar al espíritu de En busca del arca perdida. Además, profundiza en el protagonista introduciendo el personaje de su padre, al que interpreta un magistral Sean Connery, de manera que la carrera contrareloj para hacerse con el Santo Grial antes que los nazis adquiere una profundidad emocional inesperada.
La cuarta entrega, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008), es el filme menos popular de la saga. Repleto de elementos de serie B –el Área 51 del espectacular prólogo, la explosión nuclear (de la que el talludito Indy escapa refugiándose en una nevera), las hormigas gigantes, el clímax extraterrestre–, Spielberg yerra al introducir al vástago del arqueólogo, un Shia LaBeouf que no consigue aportar el humor necesario.