La palabra drôle en francés significa divertido o gracioso. Tiene, sin embargo, una connotación ligeramente distinta al término español, ya que también está cerca de lo raro o estrambótico. El cineasta Quentin Dupieux (París, 1974) se mueve en ese terreno a medio camino entre lo jocoso y lo bizarro, en un disparate controlado de apariencia ligera que da lugar a película hilarantes y sensacionales.
Es el caso de películas como Bajo arresto (2018), una farsa del cine policial, o La chaqueta de piel de ciervo (2019), sobre un hombre obsesionado con su aspecto y seguir siendo cool en la madurez, sin olvidar la última Mandíbulas (2020), sobre dos tipos cortos de luces que son incapaces de manejar una vida “adulta”.
La dificultad para aceptar el paso del tiempo se impone también como tema en esta fantástica Increíble pero cierto. Célebre DJ en sus tiempos mozos, conocido como Oizo, Dupieux de alguna manera ejerce como portavoz de esa generación X que se pulió los veinte años pasándoselo pipa de rave en rave, continuó la juerga a los 30 y a los 40 se siente deprimida porque si no controla la dieta y el alcohol, le sale barriga y la vida va perdiendo ese “sabor” de la aventura y la conquista sexual de antaño. La resaca de Dupieux no es suya, es una multitud.
Si en Mandíbulas, su película más surrealista, los desarrapados protagonistas se enfrentaban a un alienígena con forma de mosca gigante, en Increíble pero cierto el punto de partida es igualmente fantasioso aunque menos pulp. Arranca cuando Alain (Alain Chabet) y Marie (Léa Drucker) compran una casa que tiene un “secreto” tan insólito como potencialmente adictivo. Al bajar al sótano, sucede una cosa extraordinaria: se pierden doce horas de vida pero se rejuvenecen tres días. Al mismo tiempo, el jefe de Alain (Benoit Magimel), un tipo obsesionado con las mujeres jóvenes, les anuncia que se ha implantado un pene electrónico para asegurar su “virilidad”.
La cosa se tuerce cuando el pene da problemas y Marie se obsesiona con el sótano, ansiosa por volver a tener el aspecto de una adolescente y tener una carrera como modelo. La metáfora es clara: al perder doce horas de vida para que sus células rejuvenezcan tres días, pierde meses y meses de vida para lograr su objetivo, y aunque acaba pareciendo una niña, la propia existencia se le ha ido de las manos.
['Mandíbulas': la vigencia del surrealismo]
Ya lo decía John Lennon, “la vida es aquello que pasa mientras hacemos planes”. O sea, si nos lamentamos por el tiempo gastado, nos perdemos el que tenemos en una eterna nostalgia estéril y en último término, enfermiza.
Con un tono más grave que en otras ocasiones, Increíble pero cierto se va oscureciendo a medida que Marie y el jefe ligón van perdiendo la cabeza. Con un final agridulce, incluso un poco triste, hay algo crepuscular en esta película, el amargo pero divertido adiós de una generación de bailarines de techno a una juventud ya definitivamente perdida, pero nunca suficientemente añorada.