Ruben Östlund (Styrsö, Suecia, 1974) es el mejor comercial de sí mismo. Lejos de guardar una confidencialidad absoluta respecto a sus ideas, acostumbra a foguearlas con productores, distribuidores y periodistas hasta que a partir de prueba, ensayo y error termina afinándolas y entonces, sí, se sienta a escribir el guion. En la rueda de prensa en el festival Evolution de Mallorca de su última sátira, El triángulo de la tristeza, aprovechó para empezar a perfilar el que va a ser su próximo proyecto. Estará ambientado a bordo de un vuelo transoceánico, donde los pasajeros pierden los nervios porque no hay películas ni redes sociales.
"El reto es crear una película épica en un avión donde al final, todos mueren", comparte, entusiasta y travieso, este cineasta que no teme los spoilers. El bosquejo concuerda con la inclinación de Östlund por la construcción de microuniversos donde radiografía los equilibrios de poder y las jerarquías sociales. Así lo hace también en su flamante e inesperada segunda Palma de Oro en Cannes e igualmente sorprendente candidata a los Óscar en las tres sumas categorías: guion original, dirección y película.
El filme está dividido en tres actos, los dos finales a bordo de un crucero de lujo y en una isla desierta, donde entre vómitos e insolaciones plantea no pocas disyuntivas éticas a la audiencia. El 17 de febrero se estrena en nuestro país.
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Pregunta. ¿Por qué le resulta siempre tan importante introducir dilemas morales actuales en sus películas?
Respuesta. Porque el arte y la comedia que más disfruto siempre están basados en situaciones muy fáciles de identificar, pero muy difíciles de manejar. Cuando tienes frente a ti dos o más opciones entre las que elegir, pero ninguna es sencilla, me siento identificado desde un punto de vista sociológico. Así que siempre creo secuencias en las que siento que estoy pasando un mal rato, como la cena entre la pareja en el restaurante. El hombre intenta impresionarla, pero al mismo tiempo quiere que sean iguales a la hora de pagar la cuenta, porque de lo contrario, no piensa que puedan ser felices.
"Es preocupante la rapidez con la que Suecia ha pasado de ser neutral a decir que tenemos que formar parte de un conjunto militar"
P. Todas sus películas tienen trascendencia política pero las envuelve en sátira. ¿Por qué se identifica con este género?
R. Si fuera un cineasta que no provocara debates en la sociedad no sería feliz. Procedo de una familia muy política. Mis padres eran profesores y estaban muy interesados en el debate. Ese contexto está en mi espina dorsal, así que siempre tengo que abordar temas candentes en nuestra vida. En 2011 rodé una película llamada Play con un enfoque muy realista. Funcionó entre la crítica, pero no conectó con la audiencia, porque marqué distancias. Los espectadores tenían que esforzarse para comprometerse con el tema que se trataba.
P. ¿Cómo condicionó esa experiencia sus siguientes proyectos?
R. Yo quería crear un cine más salvaje. Quería ser libre, y no un estirado director de arte y ensayo. Lo que encaja con mi personalidad es practicar un tipo humor que reta al público. Michael Haneke dijo que nuestra época es tan absurda que no puede lidiar con el drama. En cierto modo, creo que tiene razón.
P. En su película hay un pulso dialéctico entre un oligarca ruso neoliberal y un capitán de barco estadounidense comunista. Ahora que se han vuelto a activar los bloques, ¿se siente un visionario?
R. No lo vi venir. Qué locura. Estamos otra vez igual.... La relación entre el capitán y el oligarca la plantee como un viaje nostálgico. Me acordaba de Reagan y Gorbachov en los años ochenta. Pensaba a pies juntillas que habíamos dejado ese mundo atrás y que de manera global tendíamos a un individualismo neoliberal, pero parece que Rusia está muy conectada aún con las ideas de la Unión Soviética. Desde la invasión de Ucrania se ha convertido en un tema recurrente de discusión occidental.
»Esa secuencia tiene mucho que ver con el hecho de que mi madre se sigue considerando comunista, mi padre se ha inclinado hacia el liberalismo y mi hermano es liberal de derechas. Ha sido muy interesante seguir los debates políticos en mi casa, porque siempre subimos la voz y es muy divertido participar. Mi mujer y mi cuñado se asustan, porque piensan que nos gritamos.
OTAN, de entrada...
P. Tengo entendido que en 2015 rodó un vídeo con su madre contra la adhesión de Suecia a la OTAN. ¿Cómo lleva que su país esté debatiendo unirse?
R. Es bastante preocupante la rapidez con la que Suecia ha pasado de ser neutral durante 150 años a decir que hemos de formar parte de un conjunto militar. La falta de discusión sobre la economía ligada a la guerra y el ejército me asusta, porque la opinión en mi país ha cambiado. Si hablamos de la política de armas en Estados Unidos todos coincidimos en que es horrible que las personas puedan comprar pistolas, pero no conectamos esa información a una escala social, a que las naciones se pertrechen para construir un ejército y si construimos 250 tanques, tengamos que usarlos.
"Tenía razón Haneke cuando dijo que nuestra época es tan absurda que no puede lidiar con el drama"
P. Siempre somete sus películas a visionados previos con espectadores. ¿Cómo le ayudan estas pruebas a afinar el ritmo de sus comedias?
R. Todo empezó con Play, que está compuesta de 42 secuencias cortas. La película no tiene ningún dinamismo. Así que el día del estreno en Cannes se sentó delante una pareja mayor. De repente, al primer corte, el hombre se levantó y se marchó diciendo que no quería seguir viéndola. Sentí que tenía que hacer pruebas de visionado para comprender cómo reaccionaba el público y reflexioné sobre la desconexión que los cineastas habíamos desarrollado con respecto a la audiencia.
»Aquí estoy yo, sentado en la cima en conexión con Dios y no me importa el espectador, pero mis compañeros del mundo del teatro hacen muchos ensayos con público, porque son una parte fundamental para que una obra funcione o no. Lo mismo sucede en el cine. He de comprender cómo funciona el público en su conjunto y la única forma de saberlo es afrontar el duro proceso de sentarme y ver la película junto a otros. Es un trago que vas a vivir en la première, así que mejor probarlo antes, ¿no?